Los problemas en las cadenas de suministro y el precio de la energía lastran el crecimiento
Varias empresas españolas han tenido que reducir producción por el precio de la luz mientras que otras tienen problemas por falta de abastecimiento de mercancías
Los problemas en las cadenas de suministro afectan a empresas de todo el mundo. (Foto: Freepik)
Los problemas en las cadenas de suministro y el precio de la energía lastran el crecimiento
Varias empresas españolas han tenido que reducir producción por el precio de la luz mientras que otras tienen problemas por falta de abastecimiento de mercancías
Los problemas en las cadenas de suministro afectan a empresas de todo el mundo. (Foto: Freepik)
La pandemia de Covid ha tenido importantes consecuencias económicas. Una de las más significativas ha sido la paralización de buena parte de la actividad industrial. Con la mejora de la situación sanitaria y el final de los confinamientos, las fábricas pudieron recuperar su actividad. Parecía que lo peor había pasado, pero solo parecía.
En estos momentos hay dos importantes problemas que están provocando nuevas reducciones significativas de la producción, cuando no cierres temporales: el precio de la electricidad y los cuellos de botella en el suministro de mercancías a nivel mundial.
Precio de la energía por las nubes
El encarecimiento sin medida del precio de la electricidad y del gas está suponiendo una ruina para muchas empresas, que están viendo cómo se disparan sus costes de producción. Hay que tener en cuenta que en algunas empresas electrointensivas, que consumen granes cantidades de energía, la energía puede suponer el 60% de los costes para desarrollar su actividad. Este es el caso de las siderúrgicas, las empresas de fertilizantes o las azulejeras.
Se da la circunstancia de que estas compañías no suelen tener contratos a largo plazo con las comercializadoras eléctricas que aporten estabilidad a los costes. Estos contratos, conocidos como PPA (Power Purchase Agreement) son acuerdos directos de venta de electricidad entre un productor de energía y un comprador de dicha energía. Ambas partes pactan un precio, un volumen de entrega de energía, así como el periodo de vigencia del contrato e incluso en algunos casos una garantía de potencia asociada al mismo.
En España, este tipo contratos rozan el 30%. Mientras que, en otros países del continente europeo como Francia o Alemania, este tipo de contratos bilaterales de energía suponen entre el 70% y el 80% del total. Ahora, algunos de estos contratos están quedando casi en popel mojado.
Hay muchos de estos acuerdos que se firmaron para periodos de dos a cuatro años cuando el megavatio estaba a 50 euros. Ahora ha llegado a sobrepasar puntualmente los 300 euros. Esto está llevando a las comercializadoras a cancelar estos contratos, lo que está empujando a los clientes de las eléctricas a comprar la energía en el mercado al precio actual. Para colmo de males para las empresas perjudicadas, la penalización a la que tendría que hacer frente la comercializadora de electricidad no siempre está clara en el contrato. En estos casos, las comercializadoras están aludiendo a la cláusula rebus sic stantibus, que hace referencia a alteraciones extraordinarias de las circunstancias que afectan al contrato.
Reducción de producción
En este contexto, ya ha habido varias empresas en España que han anunciado ajustes temporales o la reducción de la producción ante la insostenible factura eléctrica.
Entre estas empresas está la siderúrgica Sidenor, que el lunes anunció su decisión de parar la producción en su planta de Basauri (Vizcaya) durante un periodo de 20 días, de aquí al 31 de diciembre. La medida ha sido adoptada por el «desorbitado» precio de la luz, cuya escalada, han indicado desde la dirección, ha triplicado el coste eléctrico de la compañía.
La andaluza Fertiberia también ha detenido temporalmente la actividad de la planta situada en Palos de la Frontera (Huelva). En este caso, el parón ha sido motivado por el precio del gas, que se utiliza para producir amoniaco, urea y fertilizantes. En concreto, la medida comenzó el pasado 1 de octubre y se prevé que dure un mes.
Ferroatlántica, por su parte, ha apagado uno de sus cuatro hornos en la planta de Boo de Guarnizo, según ha comunicado el presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla. En este caso, existe la inquietud de que se produzca la deslocalización de la producción de la planta cántabra a otros destinos como Noruega o Francia, donde los costes energéticos son mucho menores.
Por último, Asturiana de Zinc ha comunicado al comité de la empresa la intención de elaborar un plan para reducir la producción en tramos diarios. Así, la compañía tendría intención de repartir el consumo que deriva de la producción en esas horas valle.
Fuera de España, la situación no es mejor. La situación de encarecimiento de la luz y el gas se está reproduciendo en diversos países alrededor del globo, como Reino Unido, en plena crisis de combustibles fósiles. El Energy Intensive Users Group de Reino Unido ha alertado de que podría haber cierres en industrias esenciales sin la ayuda del Gobierno
Por su parte, China, un gigante en cuanto a consumo de electricidad y gas se refiere, también ha experimentado apagones en la industria y en los hogares desde el inicio de octubre. Esto ha llevado al Gobierno a ordenar a las principales empresas energéticas estatales del país que aseguren los suministros para este invierno a toda costa, incluso aumentado la quema de carbón y comprando gas a Estados Unidos.
Cuellos de botella en las cadenas de suministro
La segunda causa que está ralentizando la recuperación de la actividad de la industria a nivel mundial son los cuellos de botella en las cadenas de suministro. Las dificultades para el abastecimiento de insumos en sectores como el de los semiconductores, los productos químicos, los plásticos, la madera o los metales industriales han crecido en los últimos meses.
Según un estudio publicado por el Banco de España, estos cuellos de botella se deben, en buena medida, a la rápida recuperación de la demanda y a los cambios en los patrones de consumo: mayor cantidad de productos electrónicos y de bienes para equipar el hogar. Así, muchas empresas que tienen demanda encuentran problemas para atenderla, y no porque estén sobrepasadas de capacidad, sino por las dificultades en el aprovisionamiento a lo largo de la cadena de valor.
Los cuellos de botella en la cadena de suministro han provocado la escasez de toda una serie de bienes y un aumento astronómico de los costes de envío, que están haciendo subir los precios al consumidor, según ha resaltado el Fondo Monetario Internacional (FMI) en un informe.
En otro informe publicado por Moody’s Analytics se resalta que “a medida que la recuperación económica mundial vaya cobrando fuerza, se harán más evidentes las interrupciones de la cadena de suministro que ahora están apareciendo”.
“Los controles fronterizos y las restricciones de movilidad, la falta de disponibilidad de un certificado de vacunación global y la demanda reprimida por estar estancada en casa se han combinado para una tormenta perfecta. La producción mundial se verá obstaculizada porque las entregas no se realizan a tiempo, los costos y los precios aumentarán y, como resultado, el crecimiento del PIB en todo el mundo no será tan sólido”, ha señalado Moody’s en el informe.
En España ya se están notando las consecuencias de estos problemas de suministros. Los más evidentes se están dando en el sector de la automoción.
La Asociación Española de Fabricantes de Automóviles y Camiones (Anfac), ha señalado en un comunicado que “el desabastecimiento de los microchips en todo el mundo está provocando un fuerte efecto en cadena que afecta gravemente a la producción y al abastecimiento de nuevos vehículos. Lo que parecía un desequilibrio coyuntural se ha convertido en el escenario para los próximos 10 o 12 meses, al menos.
Esta falta de microchips ha afectado a la producción de vehículos. Primero fue la planta de Seat en Martorell, que tuvo que detener parcialmente su producción desde mediados de agosto, y más tarde se han ido sumando las plantas de Citroën–Peugeot en Vigo y de Opel en Figueruelas, a las que se une la fábrica de Mercedes-Benz en Vitoria.
La patronal de fabricantes señala que en el mes de julio se fabricaron un total de 140.625 unidades, lo que supone un retroceso del 41% respecto del mismo mes de 2020 y de un 42,5% menos si se compara con el mismo periodo de 2019. El mes de agosto registró una tendencia similar, con una caída del 39% en comparación con 2019 y del 15,5% respecto al octavo mes de 2020, sumando un total de 68.038 unidades producidas en agosto.