1989: cae el Muro de Berlín
Supuso el final del bloque comunista y de la Guerra Fría
Un grupo de alemanes celebra la caída del Muro de Berlín (Foto: Google)
1989: cae el Muro de Berlín
Supuso el final del bloque comunista y de la Guerra Fría
Un grupo de alemanes celebra la caída del Muro de Berlín (Foto: Google)
La caída del Muro de Berlín, en la noche del 9 de noviembre de 1989, tuvo como principal consecuencia la reunificación de Alemania. Pero este hecho, que casi se puede decir que dio carpetazo por adelantado al siglo XX, no fue solo el pegamento de un país dividido tras las Segunda Guerra Mundial. Facilitó la desaparición del bloque comunista, que ya estaba muy tocado, y puso punto final a la Guerra Fría. Todo ello, en conjunto, fue la antesala de la desintegración de la Unión Soviética (URSS).
Todo comenzó al finalizar la Segunda Guerra Mundial. En los últimos meses de conflicto, los principales países aliados que luchaban contra la Alemania nazi (Estados Unidos, Reino Unido y Francia por un lado y la URSS por otro) desarrollaron una carrera frenética por ser los primeros en llegar a Berlín y capturar a las autoridades nazis con su líder, Adolf Hitler, a la cabeza.
Al finalizar el conflicto en 1945, las cuatro potencias aliadas se repartieron su influencia en el mundo en las conferencias de Yalta y Potsdam. En estas reuniones se decidió la división de Alemania en cuatro zonas de influencia dirigidas por cada una de las potencias ganadoras. El este del país fue para la URSS y el oeste para estadounidenses, británicos y franceses. Este esquema se repitió en Berlín, la capital del país, que además había quedado encuadrada en la zona de influencia soviética.
Nacen la RFA y la RDA
El 23 de mayo de 1949 nació la República Federal de Alemania (RFA), que englobaba el territorio controlado por Estados Unidos, Francia y Reino Unido. El 7 de octubre de 1949, los soviéticos crearon la República Democrática de Alemania (RDA).
Las desavenencias entre las potencias occidentales y la URSS no tardaron en aparecer. Los soviéticos no llevaban muy bien la existencia de un Berlín Occidental capitalista en medio de la Alemania Oriental comunista. Los soviéticos comenzaron a maniobrar para expulsar a Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia de la ciudad. En 1948, la URSS inició un bloqueo económico a Berlín Occidental con el que querían expulsar a los que habían sido sus aliados de la ciudad. Sin embargo, el tiro les salió por la culata.
Estados Unidos y sus aliados organizaron un puente aéreo que duró más de un año y que sirvió para entregar más de 2,3 millones de toneladas de alimentos, combustible y otros bienes a Berlín Occidental. Ante la evidencia de su fracaso, los soviéticos levantaron el bloqueo en 1949.
Crece la emigración
La situación se mantuvo más o menos tranquila durante la siguiente década, pero la tensión volvió a dispararse en 1958. En esa época, los soviéticos estaban ganando la carrera espacial a Estados Unidos por el exitoso lanzamiento del satélite Sputnik el año anterior, pero el continuo goteo de alemanes del este hacia el oeste se les hacía insoportable. Desde el fin del bloquero, casi tres millones de personas dejaron la RDA para pasarse al lado occidental, muchas de ellas jóvenes trabajadores y personal altamente cualificado.
Se sucedieron las reuniones, encuentros y cumbres para intentar arreglar la situación, pero el flujo de migrantes no paraba. En junio de 1961, unas 19.000 personas abandonaron la RDA por Berlín. Al mes siguiente, 30.000 huyeron. En los primeros 11 días de agosto, 16.000 alemanes orientales cruzaron la frontera hacia Berlín Occidental, y el 12 de agosto los siguieron unos 2.400. La RDA se encontraba al borde del colapso social y económico.
Construcción del muro
Esa noche, el líder de la Unión Soviética, Nikita Jruschov autorizó al Gobierno de la RDA a que cerrara la frontera para detener el flujo de emigrantes hacia el oeste.
En las primeras horas de la mañana del 13 de agosto de 1961, en la frontera del sector soviético hacia Berlín Oeste se erigieron barreras temporales y fueron arrancados los adoquines de las calles. Unidades de la Policía popular y de la Policía de transportes, así como los denominados grupos de combate de trabajadores prohibieron cualquier tipo de tráfico en las fronteras entre sectores.
En los días siguientes, obreros de la construcción de Berlín Este sustituyeron, bajo la estricta vigilancia de los guardias fronterizos de la RDA, los rollos de alambre de púas que se habían estirado en la frontera con Berlín Oeste por un muro construido con paneles de hormigón y piedras de grandes dimensiones. Las fachadas de las casas de algunas calles fueron incluidas en las instalaciones fronterizas. Rápidamente, el Gobierno de la RDA hizo tapiar las entradas frontales y las ventanas de los pisos bajos de las casas, de manera que sus habitantes solamente podían acceder a las mismas por la parte del patio, ubicado en Berlín Oriental. De un día para otro, calles, plazas y casas quedaron divididas y, a causa de la construcción del muro, quedó interrumpido el transporte urbano. El muro que transcurría por el centro de la ciudad y que separaba Berlín Oriental de Berlín Occidental tenía una longitud de 43,1 kilómetros.
El paso dado por los soviéticos fue contestado por las potencias occidentales, que denunciaron la construcción del muro en los organismos internacionales. La tensión llegó a su punto álgido el 25 de octubre de 1961, momento en el que tanques estadounidenses y soviéticos se encontraron frente a frente delante del conocido como Checkpoint Charlie de la Friedrichstraße. El detonante de este encontronazo fue que guardias fronterizos de la RDA habían prohibido el movimiento de unos funcionarios del oeste que querían cruzar al sector soviético.
Aumenta la tensión
Desde el punto de vista estadounidense, esta medida violaba el derecho vigente de libre circulación por toda la ciudad del que disfrutaban los miembros de las fuerzas aliadas. Los tanques de las dos grandes fuerzas nucleares permanecieron así durante 16 horas, separados solamente por unos pocos metros. Un día después se produjo la retirada de ambas partes. Gracias a una iniciativa diplomática de John F. Kennedy, presidente de Estados Unidos, Jruschov confirmó el estatus de las cuatro potencias en todo Berlín.
Dos años después, el 26 de junio de 1963, el presidente Kennedy realizó una histórica visita a Berlín en la que pronunció un histórico discurso en el que dijo la famosa frase Ich bin ein Berliner (soy berlinés). Con este viaje, el primero de un presidente de Estados Unidos a la ciudad después de la Segunda Guerra Mundial, el mandatario estadounidense quería mostrar su apoyo a los alemanes. Si bien el vieja resultó un éxito de imagen para el joven presidente, lo cierto es que Berlín siguió dividida y la vida en el sector oriental marcada por la dureza de la dictadura.
Antes de la construcción del muro, los ciudadanos de ambos lados de Berlín podían moverse con bastante libertad. Cruzaban la frontera con naturalidad para trabajar, comprar o ir al cine. Después de que fuera levantado el muro, se hizo imposible ir del este al oeste de Berlín, excepto a través de uno de los tres puntos de control: en Helmstedt (Checkpoint Alpha en la jerga militar estadounidense), en Dreilinden (Checkpoint Bravo) y en el centro de Berlín, en Friedrichstrasse (Checkpoint Charlie).
Con el tiempo, las instalaciones se fueron ampliando y reconstruyendo y el sistema de control fronterizo fue perfeccionado. La RDA llegó a construir hasta 12 puntos de control a lo largo del muro.
Entre 1961 y 1988, más de 100.000 ciudadanos de la RDA intentaron huir a través de la frontera interalemana o el Muro de Berlín. Más de 600 personas fueron abatidas a tiros por soldados fronterizos de la RDA o murieron de otra forma al intentar huir. Tan sólo en el Muro de Berlín hubo, por lo menos, 140 muertos entre 1961 y 1989.
Contestación en otros países
Mientras que la RFA se convertía en la primera potencia económica europea y en uno de los países más poderosos del mundo, la RDA se mantenía estancada y sus ciudadanos vivían en un país que avanzaba a paso de tortuga, y eso cuando avanzaba. La RDA no era un caso aislado.
Todos los países del bloque soviético, encuadrados en el Comecon (Consejo de Ayuda Mutua Económica) y en el Pacto de Varsovia se verían sometidos a un sistema de economía planificada e inexistencia de estado de derecho, libertad de prensa y de movimiento. En esas circunstancias vivieron países como Polonia, Hungría, Rumania y la RDA. Ideológicamente eran democracias populares, pero en la práctica eran dictaduras. Todo empezó a cambiar en 1985, año en el que Mijaíl Gorbachov fue nombrado secretario general del Partido Comunista de la URSS.
La glasnost (apertura) y la perestroika (reconstrucción), a pesar de que no triunfaron en la Unión Soviética, fueron un acicate para los demócratas de los países del Pacto de Varsovia. Estas dos políticas fueron una ruptura con la llamada doctrina Brezhnev, que estipulaba que los países europeos unidos en el Pacto de Varsovia no se podían desviar de las directrices establecidas por el Kremlin en Moscú. De ahí se pasó a la doctrina Gorbachov que decía que «pase lo que pase en los estados hermanos socialistas, estos son responsables de sí mismos».
A diferencia de décadas anteriores, los soviéticos no intervinieron cuando el clamor por unas reformas democráticas en Polonia, Hungría o la RDA se hizo cada vez más fuerte. Antes de la era Gorbachov, todas las luchas de liberación en el llamado Bloque Oriental habían sido brutalmente reprimidas por la URSS: en la RDA en 1953, en Hungría en 1956 y en Checoslovaquia en 1968.
Los ciudadanos de los países de Europa del Este comenzaron a presionar para tener su propia glasnost y perestroika. Uno de los ejemplos más importantes fue Polonia. Desde el verano de 1988 hubo contactos en el país entre la dirección comunista y el movimiento sindical Solidarność (Solidaridad), oficialmente prohibido. Condujeron a conversaciones en la llamada Mesa Redonda, en la que, además de otros grupos de oposición, participaron representantes de la influyente Iglesia Católica.
En junio de 1989 se celebraron unas elecciones parlamentarias en Polonia en las que pudieron participar por primera vez los candidatos de la oposición, aunque los gobernantes que habían tenido el poder durante décadas se aseguraron previamente un mínimo de dos tercios de los escaños.
Sin embargo, el compromiso fue un punto de inflexión histórico, ya que rompió el monopolio del poder comunista en Polonia. También en otros países empezaron a verse cada vez más indicios de un cambio de era. En Hungría, el Gobierno ya había comenzado en mayo a reducir los puestos de vigilancia en la frontera con Austria. El 19 de agosto de 1989 se abrió la frontera entre los dos países, lo que terminó desintegrando el bloque soviético. Entre los veraneantes de Alemania Oriental en Hungría se corrió la voz y esto facilitó el mayor movimiento de escape de ciudadanos de la RDA desde que se construyó el Muro de Berlín.
Los últimos días del muro
Al mismo tiempo, muchos miles huyeron en el verano de 1989, obteniendo acceso a las embajadas de Alemania Occidental en los países de Europa del Este. El descontento creció a diario y, por lo tanto, la presión sobre aquellos que no estaban dispuestos a acometer reformas en el Berlín Oriental. Desde septiembre, decenas de miles de personas salieron a las calles todos los lunes en la ciudad de Leipzig. Sobre todo el 9 de octubre, cuando 70.000 personas se manifestaron pacíficamente por el cambio en la RDA.
En septiembre de ese año, un gran número de refugiados de Alemania Oriental accedieron a Hungría a través de Checoslovaquia y con la anuencia de la Embajada de Alemania Occidental en Praga, pasaron a la RFA. Esto llevó a las autoridades de la RDA a cerrar la frontera con Checoslovaquia.
El 18 de octubre de 1989, Erich Honecker, secretario general del Partido Socialista Unificado de Alemania (SED, por sus siglas en alemán), renunció. Honecker se encontraba seriamente enfermo y fue sustituido por Egon Krenz. Aunque Krenz prometió reformas en su primer discurso público, los alemanes orientales no le creyeron ya que le consideraban un seguidor de las políticas de su predecesor. Esto llevó a un aumento de las protestas públicas que se venían sucediendo desde hacía semanas. Para templar los ánimos, el 1 de noviembre, Krenz autorizó la reapertura de la frontera con Checoslovaquia.
El 19 de octubre Krenz pidió a Gerhard Lauter, a la sazón responsable de Interior de la RDA, que elaborara una nueva normativa de emigración. El Politburo aprobó el 9 de noviembre una nueva normativa por la que se permitía a los alemanes de la RDA salir del país a través de los puntos de cruce entre Alemania Oriental y Occidental, incluyendo Berlín a partir de ese día. Más tarde, el Ministerio del Interior modificó el texto para que las nuevas regulaciones entraran en vigor a partir del día siguiente, el 10 de noviembre. A partir de ese momento, los acontecimientos se aceleraron hasta coinvertir la situación en incontrolable.
Una rueda de prensa lo cambia todo
El anuncio de las regulaciones se produjo en una conferencia de prensa de una hora, realizada por Günter Schabowski, jefe del partido en Berlín oriental y portavoz del Politburó del SED. La conferencia de prensa fue emitida en directo por la televisión y la radio estatales.
Schabowski no había estado en las discusiones sobre la nueva regulación de emigración y no sabía nada de los cambios que se habían introducido en el último momento. Solo minutos antes de tener que enfrentarse a los medios de comunicación de medio mundo le fue entregado un papel en el que se detallaba lo acordado por las autoridades.
Cerca del fin de la rueda de prensa, Riccardo Ehrman, corresponsal de la agencia de noticias italiana ANSA, preguntó sobre la nueva norma de viajes. Schabowski no sabía qué responder, pero recodó la nota que le habían pasado y la leyó en voz alta. El papel decía que “los viajes privados fuera del país ahora se pueden solicitar sin requisitos previos«. Los medios presentes comenzaron a pedir detalles y ante la pregunta sobre cuándo entraría la nueva norma en vigor, Schabowski dijo que, hasta donde él sabía, entraría en vigor de inmediato. En realidad, estaba previsto que comenzara al día siguiente, con detalles sobre cómo solicitar un visado para salir del país.
Tras terminar la rueda de prensa, que había sido seguida por un gran número de personas dentro y fuerza de la RDA, los alemanes orientales comenzaron a apiñarse en el muro, en los seis puntos de cruce entre Berlín del Este y del Oeste, demandando a los guardias fronterizos el cumplimiento de lo anunciado en rueda de prensa y la apertura inmediata de fronteras. Los guardias fronterizos, que no sabían qué hacer, llamaron a sus superiores. En un principio se les ordenó que no dejaran salir a nadie, pero la gente no cejaba en su empeño y no se cansaba de pedir que se cumpliera lo que habían oído en televisión.
Finalmente, no hubo ninguna autoridad de la RDA que se atreviera a ordenar el uso de la fuerza a la policía o incluso la intervención del Ejército para aplacar la revuelta. A las 22:45, Harald Jager, comandante del cruce de la frontera de Bornholmer Straße, ordenó a los guardias abrir los pasos fronterizos. La gente empezó a cruzar al oeste sin tener que aportar documentación alguna mientras que, en el otro lado, los alemanes occidentales les esperaban con los brazos abiertos y botellas de champán. El Muro de Berlín, nunca mejor dicho, era historia.
El 3 de diciembre, Gorbachov y el presidente de Estados Unidos, George H. W. Bush, se sentaron juntos en Malta y emitieron un comunicado en el que decían que la Guerra Fría entre las dos potencias estaba llegando a su fin. A la caída del régimen alemán le siguió el de Checoslovaquia después de la llamada “Revolución de Terciopelo” y Rumanía. En poco tiempo, todos los regímenes comunistas fueron cayendo hasta que en 1991 le llegó el turno a la URSS.