Una Guerra sin sentido
Nunca antes, desde la finalización de la Guerra Fría, el mundo está siendo sometido a una verdadera y probable amenaza nuclear que pueda acabar con nuestra existencia colectiva
Carro de combate Ucranianao. (Foto: Anatolii Stepanov/AFP)
Una Guerra sin sentido
Nunca antes, desde la finalización de la Guerra Fría, el mundo está siendo sometido a una verdadera y probable amenaza nuclear que pueda acabar con nuestra existencia colectiva
Carro de combate Ucranianao. (Foto: Anatolii Stepanov/AFP)
Tras días de intensos combates, se me hace difícil no compartir mi opinión sobre el alcance de la guerra abierta entre Rusia y Ucrania, un enfrentamiento bélico que ya ha dado lugar no sólo a miles muertos, la gran mayor civiles inocentes, sino a un éxodo sin precedentes, el mayor tras la II Guerra Mundial, con más de un millón de ucranianos que han traspasado la frontera con Polonia, huyendo de la sinrazón, el terror y los bombardeos indiscriminados.
Una guerra que pone a prueba, una vez más, la intervención de las instituciones internacionales, la ONU, la OTAN y la Unión Europea, y si sus nobles intenciones están a la altura de las circunstancias para, no ya evitar, sino lograr la necesaria mediación que ponga fin a las hostilidades entre ambos bandos.
La Paz es el intermedio entre dos guerras
Estos días estamos escuchando la prédica de diversos comentaristas, algunos profesionales y la gran mayoría vocacionales, sobre la necesidad de fomentar el diálogo y salvar las diferencias mediante un alto el fuego. Sin embargo, no podemos estar a la espera de que se hagan realidad nuestras buenas intenciones, lo que parece dudoso cuando, habiéndose convocado ya dos reuniones entre rusos y ucranianos, el lugar elegido, o más bien impuesto, haya sido en un terreno nada neutral como Bielorrusia, con un telón de fondo marcado por el continuo avance de las tropas rusas y el ataque indiscriminado contra personas y enclaves civiles, en un claro acto de beligerancia e intolerancia.
Y detrás de todo ello, el personaje central de esta obra de terror: Vladímir Vladímirovich Putin, de 69 años de edad, político, abogado y ex agente del KGB, actualmente presidente de la Federación Rusa desde 2012, cargo ejercido anteriormente entre 1999 y 2008, que lo convierte en el que más tiempo ha estado en ese cargo desde la ruptura de la URSS.
Intenta, aunque hay quien lo niegue, recuperar el prestigio, la grandeza y el poderío de la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas
Un personaje frío, especulativo, autoritario, seguro de sí mismo, de mirada desafiante, capaz de tomar decisiones con la mayor impunidad y desprecio. Un político que, como se ha especulado, ha abordado una peligroso viraje en su andadura al frente de Rusia, que intenta, aunque hay quien lo niegue, recuperar el prestigio, la grandeza y el poderío de la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (más conocida por sus siglas, U.R.S.S.), aunque para ello deba utilizar todo el poderío de su ejército, aplastando con sus tanques todo lo que encuentra a su paso, sin compasión ni miramientos, y bombardeando con sus cazas cualquier oposición por mínima que se le presente, anexionándose con la razón de la fuerza territorios soberanos e hincando de rodillas a sus gentes, ancianos, madres, niños, destruyendo sus casas, escuelas, hospitales, carreteras y puentes, imponiendo el terror del toque de queda con las sirenas de fondo, y obligándoles a huir o a refugiarse en búnkeres, muchos de ellos improvisados y en deficiente estado.
Un político que se ha dedicado a pasar de la política y de los políticos, pasando de puntillas sobre la ética y la moral que deben caracterizarla, y propiciando que los rusos se inhiban políticamente, no porque la consideren inmoral, sino porque se ven impotentes en ella, dejándose arrastrar por las decisiones adoptadas de manera unilateral. (1)
Un dirigente, nunca mejor dicho, que está poniendo en jaque al mundo entero
Un político que viola de manera constante y desafiante, sin mácula de duda, las libertades, individuales y colectivas, y los derechos humanos, sin importarle el cuándo ni el cómo, imponiendo sus intereses espurios con todos los medios posibles para conseguirlo, aunque para ello deba acallar a los disidentes o acabar con sus vidas.
Un dirigente, nunca mejor dicho, que está poniendo en jaque al mundo entero o, al menos, a los países libres y democráticos, aquellos que vencieron con sudor y lágrimas, parafraseando al gran estadista que fue Winston Churchill, dos guerras mundiales para hacer valer ante todo y antes todos la libertad y los derechos humanos, haciendo válida aquella otra frase del gran orador inglés de que la Paz era tan solo el intermedio entre dos guerras.
Y para hacer valer este estado de terror y de constante violación de derechos humanos nada mejor que la amenaza de una guerra nuclear, respaldado con sus más de 6.375 ojivas nucleares activas (según el Tratado de No Proliferación), además de las que disponga almacenadas para su desmantelamiento, desafiando a otras potencias nucleares como EEUU, Inglaterra, Francia, La India o Paquistán.
Amenaza que se ha hecho patente con los ataques rusos en las inmediaciones de la mayor central nuclear de Europa y la sexta del mundo, en la población ucraniana de Zaporizhzhya, al extremo de que el alto comisionado para asuntos exteriores de la UE, Josep Borrell, avise de las posibles consecuencias catastróficas para Europa y que el gobierno británico se haya visto en la urgente necesidad de convocar la Asamblea General de la ONU, o que el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, haya reunido el Consejo de Seguridad Nacional.
Esta política del terror es todo lo contrario de lo que para Friedrich Nietzsche representa la civilización, o humanización, o progreso que distingue a los europeos o, dicho en otras palabras, lo que caracteriza el movimiento democrático de Europa. (2)
Está por ver qué efectos comportará la política de sanciones económicas acordada por la UE y los EEUU, y si este paquete de medidas será suficiente para frenar el ansia de poder de Putin y hacerle entrar en razón.
Como, de igual manera, habrá que ver cuál haya de ser la reacción de los EEUU y de la OTAN ante una eventual respuesta militar, puesta sobre la mesa desde que el mandatario ruso amenazara a Suecia y Finlandia.
El que fuera secretario de Estado con Richard Nixon y Gerald Ford y Premio Nobel de la Paz en 19873, Henry Kissinger no dudó en afirmar que la proliferación continua de armas nucleares afecta el equilibrio nuclear general entre las superpotencias nucleares, de modo que los líderes de estas potencias están obligados a prepararse para la peor de las situaciones. Y advertía que tal vez el desafió más importante de las potencias nucleares establecidas sea determinar cómo reaccionarían si los países proliferantes utilizaran sus armas nucleares unos contra otros, y es aquí precisamente donde debe intervenir el orden internacional, porque, en definitiva nos estamos jugando no ya el futuro sino el mismo presente. (3)
Nunca antes, desde la finalización de la Guerra Fría, el mundo está siendo sometido a una verdadera y probable amenaza nuclear que pueda acabar con nuestra existencia colectiva, y tan solo esta posibilidad merece que nos posicionemos y adoptemos las decisiones más acordes para preservarla y cederla en herencia a nuestros hijos.
Este nuevo frente bélico supone un reto para todos y forma parte de lo que algunos han venido a calificar como guerra mental
Mientras tanto, Putin, conocedor del alcance de su potencial nuclear, juega con sus amenazas y la probabilidad de que estalle la temida III Guerra Mundial, aunque con ello pueda desaparecer todo sesgo de vida en este planeta. Se cuenta que después de la primera prueba atómica exitosa en julio de 1945 en los desiertos de Nuevo México, J. Robert Oppenheimer, el físico teórico que dirigió el desarrollo de las armas secretas, anonadado por su triunfo, recordó un pasaje del Bhagavad Gita: “Ahora me transformo en la muerte, la destructora de mundos”. (4)
Este nuevo frente bélico supone un reto para todos y forma parte de lo que algunos han venido a calificar como guerra mental, esto es, conseguir incrementar las capacidades cerebrales y mentales de las fuerzas propias, al tiempo que se reducen o anulan las del enemigo, como ventaja comparativa que puede inclinar de modo decisivo la balanza de la victoria a favor del ejército más avanzado tecnológicamente. (5)
En cualquier escenario posible, el propio Putin puede y debe ser considerado como un traidor a los propios ideales proclamados por la Constitución de la Federación de Rusia, adoptada en referéndum el 12 de diciembre de 1993 y cuya entrada en vigor fue el 25 de diciembre del mismo año (6), cuando no acusado por la Corte Internacional por delitos de lesa humanidad, incorporados a nuestro Código Penal por LO 15/2003, como son el genocidio, los crímenes de guerra y el crimen de agresión, sobre la base del Estatuto de Roma de 17 de julio de 1998, que aprobó la Corte Penal Internacional, ratificado por España en el año 2002. (7)
El propio Putin puede y debe ser considerado como un traidor a los propios ideales proclamados por la Constitución de la Federación de Rusia
Esperemos, a la fecha en que redacto el presente comentario, que todo quede en simple probabilidad y no en cruda certeza, atendiendo al criterio de que el poder requiere capacidad para jugar con las apariencias y que con este fin se debe aprender a llevar máscaras y tener siempre una bolsa llena de trucos engañosos, porque precisamente lo que separa a los humanos de los animales es su capacidad para mentir y engañar, y el engaño, sabido es, consiste en un arte desarrollado por la civilización y el arma más potente en el juego del poder. (8)
¿Será Putin un mentiroso? o ¿acaso un déspota convencido de llegar al final, al suyo y al de todos nosotros? El tiempo, bendito tiempo, nos lo confirmará o desmentirá.
(1) L. Aranguren, José Luis. Ética y política. Ed. Orbis, 1985, pág. 79.
(2) Nietzche, Friederich. Más allá del bien y del mal. Ed. Orbis.1983, pág. 194.
(3) Kissinger, Henry. Orden Mundial. Ed. Debate. 2016, págs. 337 a 342.
(4) Kissinger, Henry. OP. Citada, pág. 333
(5) Baños, Pedro. El dominio mental. Ed. Ariel.2020, pág. 287.
(6) Su preámbulo señala que:
“Nosotros, el pueblo multinacional de la Federación de Rusia, unidos por un destino común en nuestra tierra, ratificando los derechos y libertades de la persona, la paz cívica y la concordia, conservando la unidad estatal por la historia constituida, partiendo de los principios universalmente reconocidos de igualdad de derechos y autodeterminación de los pueblos, rindiendo homenaje a nuestros antepasados, que nos han legado el amor y el respeto por la Patria, la creencia en el bien y la justicia, restableciendo el Estado soberano de Rusia y afirmando la inmutabilidad de su fundamento democrático, aspirando a garantizar el bienestar y la prosperidad de Rusia, partiendo de la responsabilidad por nuestra Patria ante las generaciones presentes y futuras, reconociéndonos como parte de la comunidad mundial, adoptamos la CONSTITUCIÓN DE LA FEDERACIÓN DE RUSIA.”
(7) El término o concepto de «crimen de lesa humanidad» o «crimen contra la humanidad» tuvo sus primeras formulaciones en el Derecho Internacional consuetudinario que fue perfilándose a finales del siglo XIX y tras la I Guerra Mundial, pero no se puso formalmente de manifiesto hasta la Carta del Tribunal Militar Internacional firmada en Londres el 8 de agosto de 1945 y adoptada por las potencias vencedoras de la II Guerra Mundial para perseguir y juzgar a los principales criminales de guerra dando lugar al Juicio de Nüremberg contra los jefes del ejército alemán capturados tras el fin de la guerra.
El artículo 7 del Estatuto de la Corte Penal Internacional define el concepto jurídico «Crímenes de lesa humanidad», como «cualquiera de los actos siguientes cuando se cometa como parte de un ataque generalizado o sistemático contra una población civil y con conocimiento de dicho ataque: a) Asesinato; b) Exterminio; c) Esclavitud; d) Deportación o traslado forzoso de población; e) Encarcelación u otra privación grave de la libertad física en violación de normas fundamentales de derecho internacional; f) Tortura; g) Violación, esclavitud sexual, prostitución forzada, embarazo forzado, esterilización forzada u otros abusos sexuales de gravedad comparable; h) Persecución de un grupo o colectividad con identidad propia fundada en motivos políticos, raciales, nacionales, étnicos, culturales, religiosos, de género definido en el párrafo 3, u otros motivos universalmente reconocidos como inaceptables con arreglo al derecho internacional, en conexión con cualquier acto mencionado en el presente párrafo o con cualquier crimen de la competencia de la Corte; i) Desaparición forzada de personas; j) El crimen de apartheid; k) Otros actos inhumanos de carácter similar que causen intencionalmente grandes sufrimientos o atenten gravemente contra la integridad física o la salud mental o física.»
(8) Green, Robert. Las 48 Leyes del Poder. Ed. Espasa. 1999, pág. 23.