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1997: segundo mandato de Clinton y entrada de España en la estructura militar de la OTAN

El presidente de EE.UU. mantuvo una relación estrecha con Boris Yeltsin a pesar de sus diferencias por la ampliación de la Alianza Atlántica a los países del Este de Europa

Boris Yeltsin y Bill Clinton (Foto: Google)

Andrés Lara

Director de Economist & Jurist




Tiempo de lectura: 16 min

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1997: segundo mandato de Clinton y entrada de España en la estructura militar de la OTAN

El presidente de EE.UU. mantuvo una relación estrecha con Boris Yeltsin a pesar de sus diferencias por la ampliación de la Alianza Atlántica a los países del Este de Europa

Boris Yeltsin y Bill Clinton (Foto: Google)



El 20 de enero de 1997, William Jefferson Clinton (Bill Clinton) tomaba posesión por segunda vez como presidente de los Estados Unidos. Este segundo mandato estuvo cargado de luces y sombras tanto en lo político como en el terreno de la economía donde, por cierto, consiguió que por primera vez en décadas el Gobierno federal registrara superávit en las cuentas públicas.

Al final, toda esta segunda etapa de su presidencia se vio marcada por una serie de escándalos sexuales, el más sonado de los cuales fue el que lo ligaba a Monica Lewinsky, una becaria de la Casa Blanca. El hecho de que Clinton mintiera sobre estas relaciones provocó que un fiscal lo acusara de los delitos de perjurio, abuso de poder y obstrucción a la justicia. Esto llevó al desarrollo de un proceso de destitución (impeachment). Finalmente, el Senado de absorbió de todos los delitos.



Uno de los aspectos que se vieron eclipsados por el impeachment fue la relación entre Estados Unidos y Rusia, y en especial entre Bill Clinton y Boris Yeltsin, los líderes de los dos países. Durante estos años Estados Unidos quedó como la única superpotencia ante una Rusia que se hundía en la corrupción y la crisis económica.

A pesar de que Rusia ansiaba ser considerada como si siguiera siendo una superpotencia, en la relación con Estados Unidos desde el desmembramiento de la URSS siempre fue tratada como un país de segunda categoría. La ampliación de la OTAN a los países del antiguo Pacto de Varsovia, las continuas peticiones de ayuda de Rusia al Fondo Monetario Internacional (FMI) o el bombardeo de la Alianza Atlántica a Belgrado supusieron una humillación tras otra para los rusos.

Esto dejó el terreno abonado para que los nostálgicos del régimen soviético, ansiosos de venganza, ganaran terreno en la política rusa. El ejemplo más claro es el de un individuo, ex agente del KGB y colocado por el propio Yeltsin en el disparadero para hacerse con el poder en Rusia: Vladimir Putin.



Bill Cinton y Monica Lewinsky. (Foto: GTRES)

Los memorandos de una relación

En julio de 2018, la Biblioteca Presidencial de Clinton publicó casi todos los memorandos de las conversaciones y encuentros Clinton-Yeltsin. El contenido de estos documentos es el mejor hilo conductor para conocer de primera mano la historia de la relación entre los dos países esos años.

Estos memorandos muestran que Clinton vio al líder ruso como indispensable para promover los intereses estadounidenses tras el colapso de la Unión Soviética, lo que a menudo lo llevó a tomar medidas controvertidas para garantizar la supervivencia política de Yeltsin.

Clinton creía que respaldar personalmente a Yeltsin era necesario para garantizar la estabilidad rusa y la reforma del mercado, que privilegiaba sobre el desarrollo de la democracia en la exrepública soviética. Estas prioridades llevaron a que EE. UU. tolerara las irregularidades electorales e hiciera poco para oponerse a Yeltsin cuando empoderó a los oligarcas e instaló a Vladimir Putin como su sucesor, entre otras consecuencias.

Clinton creía que respaldar personalmente a Yeltsin era necesario para garantizar la estabilidad rusa. (Foto: Estilonext)

Estos documentos confirman que la apariencia de buena sintonía entre los dos líderes fue real, pero también enmascaró una relación compleja y, en última instancia, una asociación desigual que reflejaba las trayectorias políticas y económicas diametralmente opuestas de sus dos naciones en la década de 1990.

Cuestiones de seguridad

Las cuestiones de seguridad fueron muy importantes en los contactos entre ambos líderes. En vísperas de la reunión de Budapest de diciembre de 1994 de la Conferencia sobre Seguridad y Cooperación (CSCE), Yeltsin envía a Clinton una carta que describe la visión rusa de la seguridad europea y advierte contra la rápida expansión de la OTAN. En muchos sentidos, la carta es un anticipo del discurso de confrontación de «paz fría» de Yeltsin, que conmocionaría a Clinton sólo unos días después en la propia reunión de Budapest. Aquí Yeltsin escribe que los rusos ven la institucionalización de la CSCE en la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa, u OSCE, como un paso importante hacia la creación de una “organización europea de pleno derecho con una base legal sólida”.

Los rusos ven a la OSCE como la única estructura posterior a la Guerra Fría totalmente integradora y piensan, como resultado, que Moscú y Washington deben desarrollarla y fortalecerla conjuntamente. Por el contrario, la expansión de la OTAN, en opinión de Moscú, desviaría la energía y la atención de este proyecto europeo más importante. Yeltsin escribe que “hemos acordado con ustedes que no habría sorpresas, que primero deberíamos pasar por esta etapa de asociación, mientras que los temas de la evolución futura de la OTAN no deberían ser tratados ni decididos sin tener debidamente en cuenta la opinión y los intereses de Rusia”.

Desfile del Día de la Victoria en Rusia. (Foto: Sputnik)

En mayo de 1995, Clinton visita Moscú con motivo de la celebración del 50 aniversario de la su victoria compartida en la Segunda Guerra Mundial. En esa visita, Yeltsin vuelve a exponer su preocupación por la ampliación de la OTAN y ve en ello “nada más que humillación” para Rusia. Yeltsin aboga por un nuevo sistema de seguridad europeo, no por la continuación de un antiguo bloque. Dice que “aceptar que las fronteras de la OTAN se expandan hacia las de Rusia, constituiría una traición de mi parte al pueblo ruso”.

Expansión de la OTAN

En respuesta, Clinton explica que la expansión de la OTAN debe verse en el contexto de la participación continua de EE. UU. en la seguridad europea, y un esfuerzo por crear una Europa plenamente integrada. El mandatario estadounidense insinúa compensaciones si Yeltsin acepta la expansión de la OTAN, a saber, que Rusia podría convertirse en miembro fundador del régimen posterior al COCOM (Comité Coordinador para Controles de Exportación Multilaterales), unirse al G-7 y tener una relación especial con la OTAN. pero solo si Rusia “cruza las puertas que les abrimos”.

No obstante, a tenor de lo que revelan los memorandos, la gran prioridad de Yeltsin en ese momento son las elecciones presidenciales de 1996, ya que, tal como confiesa, su posición de cara a los comicios no es muy buena. En este sentido, le pide a Clinton que posponga la discusión sobre la expansión de la OTAN al menos hasta después de las elecciones. Clinton le responde con vaguedades y a Yeltsin no le queda más remedio que aceptar la propuesta de Clinton de que no habrá decisiones de la OTAN hasta que terminen las elecciones, sólo un estudio de expansión. Yeltsin necesita el apoyo de Clinton para ganar las elecciones de 1996 y no ve otra alternativa que confiar en las garantías del estadounidense.

Con el transcurso de tiempo se va viendo cómo Yeltsin es cada vez más dependiente de Clinton. En una conversación telefónica desarrollada en febrero de 1996, hablan de las próximas elecciones presidenciales rusas y de la candidatura de Yeltsin en un momento en el que la crisis económica ha hundido su índice de aprobación en detrimento del candidato del Partido Comunista, Gennady Zyuganov, que parecía ser el probable ganador. El presidente de EE.UU. pide a Yeltsin que presione a la Duma rusa para que ratifique el START II, un tratado firmado por George H. W. Bush y Borís Yeltsin el 3 de enero de 1993 que prohibía el uso de misiles balísticos con cabezas nucleares múltiples. Este tratado fue convalidado por el Senado estadounidense en enero de 1996. Sin embargo, la Duma rusa nunca llegó a ratificar el acuerdo.

Duma (Parlamento) de Rusia. (Foto: Euronews)

En esta ocasión, y ante ciertos movimientos realizados por Estados Unidos, Yeltsin recuerda a su interlocutor su acuerdo de mayo de 1995 sobre la ampliación de la OTAN: “Usted y yo acordamos que nadie plantearía este tema con mucha fuerza” antes de las elecciones. Clinton le asegura que, fiel a su acuerdo, solo se están llevando a cabo conversaciones informales con los futuros candidatos”.

Al final de la conversación, y en una muestra de la dependencia de Yeltsin a la que hacíamos referencia, el líder ruso pide a Clinton que utilice su influencia con el FMI para que le conceda un crédito de entre 9.000 y 13.000 millones de dólares para abordar los problemas económicos del país.

Petición de ayuda

Esta petición de ayuda económica se hace más intensa en mayo de 1996. Yeltsin le explica al presidente estadounidense, según el contenido de los memorandos publicados por la Biblioteca Presidencial de Clinton que “para mi campaña electoral, necesito urgentemente para Rusia un préstamo de 2.500 millones de dólares”. Él dice que solo había recibido 300 millones, y los funcionarios del FMI le informan que otros mil millones estarían disponibles más tarde, en la segunda mitad del año. Yeltsin deja claro que necesita los fondos inmediatamente, antes de las elecciones, para “pagar pensiones y salarios”. Clinton promete revisar el asunto.

En marzo de 1997, cuando Clinton ya había tomado posesión por segunda vez como presidente de Estados Unidos y unos meses antes de que los líderes de la OTAN anunciaran en Madrid que la alianza invitaba a Polonia, Hungría y la República Checa a unirse, el mandatario estadounidense se vio con Yeltsin en Helsinki con la cuestión de la ampliación de la OTAN como asunto relevante.

Sede de la OTAN. (Foto: AFP)

Yeltsin comenzó la reunión afirmando que. “nuestra posición no ha cambiado”, dijo Yeltsin. “Sigue siendo un error que la OTAN se mueva hacia el Este. Pero necesito tomar medidas para aliviar las consecuencias negativas de esto para Rusia. Estoy dispuesto a entrar en un acuerdo con la OTAN, no porque quiera sino porque es un paso forzado. No hay otra solución para hoy”.

Yeltsin buscó un acuerdo legalmente vinculante, firmado por los 16 miembros de la OTAN, que dejaría en claro que las decisiones de la OTAN no se tomarían “sin tener en cuenta las preocupaciones u opiniones de Rusia”. También quería asegurarse de que no entrarían armas nucleares o convencionales en el territorio de los nuevos miembros, “creando así un nuevo cordón sanitario dirigido a Rusia”.

El líder ruso también dejó claro que “la ampliación tampoco debería abarcar a las antiguas repúblicas soviéticas. No puedo firmar ningún acuerdo sin dicho compromiso. Especialmente Ucrania”.

Pacto entre caballeros

Según el memorando sobre esta reunión, el presidente ruso llegó a proponer que en el comunicado final del encuentro se consignara que “Rusia no tiene reclamaciones sobre otros países. De hecho, con respecto a los países de la antigua Unión Soviética, tengamos un acuerdo verbal de caballeros —no lo escribiríamos en la declaración— de que ninguna exrepública soviética entraría en la OTAN. Este pacto de caballeros no se haría público”, señaló Putin.

Sin embargo, Clinton afirmó que no podía llegar a un acuerdo sobre las exrepúblicas soviéticas: “Sería algo malo para nuestro intento de construir una nueva OTAN, pero también sería malo para su intento de construir una nueva Rusia”. La OTAN estaba ayudando en el proceso de construir una “Europa integrada y no dividida”, Clinton argumentó que lo que Yeltsin proponía significaría que “Rusia estaría diciendo, ‘todavía tenemos un imperio”.

Militares polacos. (Foto: Reuters)

El 27 de mayo de 1997 Clinton y Yeltsin firman el Acta Fundacional OTAN-Rusia, un acuerdo en el que declaran no considerarse adversarios y se comprometen a «construir juntos una paz duradera e integradora en la zona euroatlántica sobre los principios de la democracia y la seguridad cooperativa». En la cumbre de Madrid, en julio de 1997, Polonia, la República Checa y Hungría fueron invitados a unirse a la OTAN, adhesión que se consumó en la cumbre de Washington de marzo de 1999.

A pesar del desplante que para Rusia suponía la invitación a los tres exmiembros del Pacto de Varsovia a la OTAN, los puentes entre los dos países nunca se rompieron. Incluso intentaron colaborar en la crisis de Kosovo, región de Yugoslavia de mayoría albanesa que se levantó en 1998 buscando la independencia y en la que el Ejército de Serbia reprimió el levantamiento con dureza.

La crisis de Kosovo

En una conversación telefónica en junio de 1998, Yeltsin informa a Clinton que ha invitado al presidente de Serbia, Slobodan Milosevic, a Moscú. El presidente ruso indica que tiene previsto tener “una conversación dura con Milosevic” y “exigir que se detenga el uso desproporcionado de la fuerza”. Yeltsin sugiere que él y Clinton deberían trabajar juntos para ejercer presión sobre sus respectivos aliados en Kosovo: Yeltsin sobre Belgrado y Clinton sobre los albanokosovares. El presidente ruso expresa claramente su fuerte convicción de que cualquier “uso de la fuerza por parte de la OTAN es inadmisible”. Además, “si hubiera un ataque de la OTAN contra Yugoslavia sin la sanción del Consejo de Seguridad de la ONU, eso sería considerado un golpe a la cooperación entre Rusia y la OTAN”.

Soldados de Kosovo durante la guerra. (Foto: Historia Hoy)

Clinton expresa su esperanza de que todas las partes involucradas puedan trabajar a través de las Naciones Unidas y que “no sea necesaria ninguna acción de la OTAN”. Pero el presidente estadounidense tiene otro motivo de preocupación: la grave crisis económica que atraviesa Rusia. Clinton apoya el nuevo gobierno de jóvenes reformadores encabezado por Sergey Kirienko, de 35 años, que Yeltsin había puesto en marcha a finales de abril. Asegura a Yeltsin que “he estado apoyando más fondos del FMI y del Banco Mundial para Rusia si es necesario”.

El 14 de agosto de 1998, solo tres días antes de que Rusia presentara suspensión de pagos, Clinton llama a Yeltsin para preparar la cumbre que iban a mantener los dos en Moscú en septiembre y para verificar el estado del programa de reformas que el asediado gobierno de Kirienko ha estado tratando de impulsar en el parlamento ruso. El presidente estadounidense advierte a su homólogo ruso sobre el peligro inminente de la crisis financiera asiática para Rusia y lo insta a mantener el rumbo reformista.

En la segunda parte de la conversación, Clinton aborda la situación en Kosovo diciéndole a Yeltsin que “Milosevich no ha cumplido su promesa” y ya ha desplazado a 200.000 civiles de sus hogares. Advierte que, si el autócrata serbio “siente que tiene luz verde de Rusia para una solución militar, será mucho más difícil lograr que negocie”.

Bombardeo de Belgrado

En marzo de 1999 se produjo un hecho que representó el alejamiento definitivo entre Rusia y Estados Unidos. El día 24 de ese mes, solo tres horas y media antes de del inicio de los ataques de la OTAN en Belgrado por la represión serbie en Kosovo, Clinton llama a Yeltsin para informarle de la decisión de la Alianza.

Yeltsin monta en cólera por no haber sido consultado, ya sea a través del Consejo Conjunto Permanente Rusia-OTAN o del Grupo de Contacto sobre Yugoslavia y hace un último esfuerzo para detener los ataques. Clinton explica su razonamiento: que siente repulsión por la última evacuación de aldeas albanesas por parte de Milosevich y frustrado con el inútil esfuerzo de negociar con los líderes serbios durante el último año. Para Yeltsin, esto traspasa todas las líneas rojas: la OTAN recién ampliada, sin pasar por el Consejo de Seguridad de la ONU y pese a las fuertes y consistentes objeciones rusas, está a punto de bombardear a un aliado ruso.

Yeltsin apela a su amistad, amenazando y suplicando alternativamente a Clinton. Amenaza con que la Duma no ratificará el Tratado START II y que eso dañaría para siempre su amistad. “En nombre de nuestro futuro, en nombre de usted y de mí, en nombre del futuro de nuestros países, en nombre de la seguridad en Europa, les pido que renuncien a este ataque”, demanda Yeltsin, quien comenta proféticamente que “nuestro pueblo ciertamente a partir de ahora tiene una mala actitud con respecto a América y con la OTAN”.

Ministerio de Defensa serbio alcanzado por los ataques de la OTAN. (Foto: Minube)

A finales de 1999, Boris Yeltsin renuncia repentinamente a la presidencia de Rusia. Antes de ese momento, mantiene dos conversaciones con Clinton que terminaron siendo muy importantes, puesto que en las mismas hablaba de sus planes de sucesión. En septiembre, en una charla telefónica, Yeltsin comenta a Clinton que ha dedicado mucho tiempo a pensar quién podría ser el próximo presidente ruso en el año 2000. En teoría, esa elección estaría en manos de los votantes, pero Yeltsin claramente piensa lo contrario. Yeltsin le dice a Clinton que el elegido es Vladimir Putin, al que considera “altamente calificado”.

Adiós de Yeltsin

El 31 de diciembre, último día de la presidencia de Yeltsin, habla de nuevo por teléfono con Clinton. La conversación dura solo diez minutos. Clinton felicita a Yeltsin por la «valiente decisión» de renunciar, y agrega que Estados Unidos «trabajará con Putin y el pueblo ruso para el desarrollo de unas elecciones democráticas. Yeltsin, por su parte, dice que se va con la certeza de que “Putin es una persona fuerte y podrá hacer frente a la tarea que tiene”.

Al final, el ataque de la OTAN a Kosovo cambió toda la situación, en especial en Rusia. Lo que se vio como una decisión estadounidense unilateral de comenzar a bombardear a un antiguo aliado ruso envalentonó a la oposición nacionalista, que aprovechó un profundo complejo de inferioridad que se estaba extendiendo entre los rusos. Sensible a estos sentimientos, Yeltsin respondió ese mayo celebrando el Día de la Victoria con un desfile militar en la Plaza Roja, el primero en ocho años. De hecho, los desfiles militares tuvieron lugar en todo el país ese año y se han repetido todos los años desde entonces.

Mas adelante en ese año, Yeltsin nombró a Vladimir Putin como su sucesor e inició una nueva guerra en Chechenia. Esta ofensiva, diseñada para reforzar el apoyo al nuevo líder elegido a dedo por el presidente del país, fue inspirada y facilitada por Kosovo. Fue un desafío para Estados Unidos, una afirmación de que Rusia hará lo que quiera en su propio territorio. El tiempo ha mostrado que esto también se extiende a territorios que no son el suyo.

Vladimir Putin. (Foto: Pronto)

España se implica más en la OTAN

Como se ha comentado, la República Checa, Polonia y Hungría fueron invitadas a sumarse a la OTAN en la cumbre de la Alianza Atlántica celebrada en Madrid en julio de 1997. Precisamente en diciembre de ese año, España se incorporó a la estructura militar integrada de la Alianza. Este paso culminaba un controvertido proceso que comenzó 16 años antes.

El secretario general de la OTAN, Joseph Luns, declara en una conferencia de prensa en Roma, el 3 de mayo de 1981, que todos los países miembros de la OTAN son netamente favorables a la entrada de España en la Organización y desean que este hecho se realice en un próximo futuro.

Los días 11 y 19 de junio de 1981 el ministro de Asuntos Exteriores español, José Pedro Pérez-Llorca, viaja a Bonn y Copenhague para tratar sobre la incorporación de España a la Alianza. En una entrevista concedida a Diario 16 señala que “la entrada de España en la OTAN se verificará en dos fases: la primera, la mera entrada en la Alianza. La segunda, la integración en el sistema militar de cooperación. Será en esta última en la que se determinarán las modalidades concretas. Pero, por supuesto, ha sido reiteradamente anunciado por el Gobierno español que en ningún caso habrá despliegue o almacenamiento de armas nucleares en España”.

José Pedro Pérez-Llorca. (Foto: Diario de Cádiz)

Uno de los principales motivos de preocupación en este proceso era la Unión Soviética, muy reticente a la entrada de España en la OTAN. Pérez-Llorca quitaba importancia a la postura soviética y afirmaba que “hay una batalla de propaganda y desinformación en los medios de información soviéticos, especialmente intensa en estos días, pero si se mantiene, como supongo, en los niveles actuales, el asunto no revestirá mayor gravedad. Estoy convencido de que el realismo soviético se impondrá”.

En el mes de septiembre de 1981 comienza el debate parlamentario en el Congreso de los Diputados sobre el ingreso en la OTAN, que en octubre (días 6, 7, 8, 27, 28 y 29) adquirirá su mayor importancia. En el Senado las sesiones tendrán lugar en noviembre los días 17, 18, 19, 24, 25 y 26.

Amenaza de la URSS

La Mesa del Congreso acuerda el 2 de septiembre de 1981 la admisión a trámite parlamentario de la petición del Gobierno para que las Cortes Generales autoricen la adhesión de España a la OTAN.

El 7 de septiembre, el encargado de Negocios de la Unión Soviética entrega en el Ministerio de Asuntos Exteriores un memorándum en el que se pretende advertir al Gobierno español de las consecuencias negativas que la Unión Soviética deduciría de la entrada de España a la OTAN. La nota soviética fue devuelta inmediatamente a la Embajada de la URSS.

La Oficina de Información Diplomática del Ministerio de Asuntos Exteriores dio a conocer el 8 de septiembre de 1981 un comunicado en el que decía que “la publicación por la Embajada de la Unión Soviética del memorándum, rechazado ayer por el Gobierno español constituye un nuevo y más flagrante intento de injerencia soviética en un asunto que, precisamente en estos momentos, está sometido a la consideración de los representantes del pueblo español. Con esa publicación, la Unión Soviética trata de influir en la decisión española por métodos contrarios a la práctica internacional y sin que exista, por supuesto, ninguna posibilidad para España de llevar a cabo una acción recíproca y similar cerca de la opinión pública soviética”.

En el mismo comunicado el Gobierno español se reafirmaba en su intención de formar parte de la Alianza Atlántica.

Leopoldo Calvo Sotelo en la tribuna del Congreso. (Foto: Congreso de los Diputados)

Finalmente, el Gobierno dirigido por Leopoldo Calvo Sotelo firmó la adhesión el 10 de diciembre de 1981. Tan solo dos meses antes, un sondeo publicado por el diario El País recogió que solo un 18% de la población española estaba a favor de entrar, mientras que el 52% se declaraba abiertamente en contra y el 30% no sabía o no contestaba. España pasó a formar parte de la OTAN a principios de 1982.

El octubre de 1982, el PSOE ganó por mayoría absoluta las elecciones generales. Una de las propuestas estrella de su líder, Felipe González, era la celebración de un referéndum sobre la permanencia de España en la OTAN. Sin embargo, en cuatro años el líder socialista pasó de abogar por el abandono de la Alianza (“OTAN, de entrada, no”) a defenderla fervientemente.

El referéndum fue convocado el 12 de marzo de 1986. El Gobierno socialista sabía que su jugaba mucho, por lo que utilizó toda la fuerza del Estado y los medios públicos para doblegar la voluntad de la población que, en las encuestas, se manifestaba favorable a la salida de la OTAN.

Referéndum

Los españoles tenían que contestar “Sí” o “No” a la pregunta “¿Considera conveniente para España permanecer en la Alianza Atlántica en los términos acordados por el Gobierno de la Nación? Además, se incluían tres condiciones para la permanencia de España en la Alianza Atlántica:

  • La participación de España en la Alianza Atlántica no incluirá su incorporación a la estructura militar integrada.
  • Se mantendrá la prohibición de instalar, almacenar o introducir armas nucleares en territorio español.
  • Se procederá a la reducción progresiva de la presencia militar de los Estados Unidos en España.

Pintada contra la OTAN. (Foto: ABC)

La decisión del Gobierno, presidido entonces por José María Aznar, de que España formara parte de la estructura militar de la OTAN contó con amplio apoyo de la oposición, incluido el PSOE. Pero, teniendo en cuenta las condiciones del referéndum, podía ser considerado como un engaño a la ciudadanía, que había dado el “Sí” a la OTAN a condición de que no se diere este paso.

En la decisión pesaron varios factores. En primer lugar, España era vista como un aliado «de segundo orden». La inminente incorporación de nuevos miembros convirtió la necesidad de formar parte de la estructura militar en ineludible, ya que se corría el riesgo de quedar en condiciones de inferioridad respecto a los recién llegados de Europa del Este. Esta consideración debió pesar mucho en los grupos políticos. El acuerdo en el Parlamento para que España se incorporara a la estructura militar de la OTAN se logró con un alto grado de consenso, muy superior al que avaló el ingreso en la Alianza en 1982 o la modalidad de participación que fue sometida a referéndum en 1986.

Por otra parte, el teniente general Fernando Pardo de Santayana, que entre 1991 y 1993 fue delegado militar en la Representación Permanente de España en el Consejo de la Unión Europea Occidental, aseguraba en un artículo publicado por El País en 1997 que la contribución militar de España a la Alianza se estaba realizando en el marco de los llamados acuerdos de coordinación. Éstos limitaban la contribución de España a la Alianza a la defensa de su territorio y su entorno y muy poco más, “con un carácter claramente restrictivo que arrastra las correspondientes contrapartidas negativas para las Fuerzas Armadas españolas, entre las que destaca nuestra ausencia de los cuarteles generales aliados en los que se toman las grandes decisiones militares, apenas paliada por nuestra activa presencia en el Comité Militar de la OTAN y por nuestras misiones de enlace”.

A juicio del teniente general, un claro ejemplo “ha sido la participación española junto a los aliados en el conflicto yugoslavo (que nada tiene que ver con lo que fue la guerra fría), que se ha desarrollado ateniéndonos a nuestro modelo, con el contrasentido de prestar una contribución militar mucho más importante que la de varios países aliados y, sin embargo, no poder hacer oír nuestra voz con la misma fuerza que nuestros compañeros de otros países”.

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