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Editorial

Soy abogado, ¿y qué?

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Soy abogado, ¿y qué?

El Congreso se estructuró en varias mesas redondas que abordaron temas cruciales para el arbitraje. (Imagen: ICAB)



Ášltimamente estudiamos con frecuencia las obligaciones que a los abogados, entre a otros profesionales, impone la normativa de prevención del blanqueo de capitales. En el ejercicio de su tarea de asesoramiento, tanto judicial como extrajudicial, el letrado es, en ocasiones, algo más que un simple profesional jurídico: es el confidente del cliente, su psicólogo y hasta su confesor (eso, en las ocasiones en que el cliente decide sincerarse porque en la mayoría de los casos va contando su verdad por entregas y hay que hacer verdaderos malabarismos con los hechos que va desgranando para al final descubrir que la historia no era exactamente como  la estaba contandoÉ). La cuestión es que ahora, más que nunca, también parece que hay que añadir funciones detectivescas. En efecto, una de las obligaciones que la normativa anterior  impone, consiste en extender labores de averiguación acerca de la identidad y naturaleza de la actividad de los clientes. Me da la sensación de que estas nuevas obligaciones son, en parte, el resultado de una equiparación que consciente o inconscientemente se viene produciendo en general cuando de abogados y clientes se trata. Quiero decir, para algunos, si el cliente es un delincuente, al margen del derecho de defensa que le asista y de la presunción de inocencia, también lo será el propio letrado. Los mismos chistes que circulan por ahí acerca de la profesión dejan siempre entrever cierto poso de animadversión, desconfianza o mala imagen del colectivo. Sólo una muestra: –¿Que son cien abogados en el fondo del mar?: un buen comienzo– .

Al margen del sentido del humor y de la capacidad de reírse de uno mismo que puede ser hasta saludable, la verdad es que no puedo dejar de pensar que esto no pasaría con buenas campañas institucionales y una adecuada potenciación de la llamada abogacía preventiva: el abogado está para resolver los problemas una vez suscitados y, sobretodo, para evitarlos, nunca para crearlos; sin embargo, en la conciencia popular se ha instalado la idea de queÉ.– son todos iguales– , y a ver como se lucha contra el tópico que, ni que decir tiene, resulta absolutamente injusto porque resulta que confidencia no es igual a complicidad.
Por cierto, soy abogado y ¡a mucha honra!.



Soraya Callejo
Directora

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