La última fortaleza
"La truncada visita de Reynders -un improvisado emisario sin potestad real para imponer el orden- a España, es el corolario ante un escarnio de alcance internacional"
(Ilustración: Isabela Roldán/E&J)
La última fortaleza
"La truncada visita de Reynders -un improvisado emisario sin potestad real para imponer el orden- a España, es el corolario ante un escarnio de alcance internacional"
(Ilustración: Isabela Roldán/E&J)
La dimisión de Lesmes constituye otro renglón en una de las páginas más negras de nuestra historia reciente. Si se tratara de una obra, hablaríamos de un thriller, eso sí, de suspense minorado: el Poder Judicial volverá a restablecer sus funciones cuando el Ejecutivo haya asegurado la docilidad de sus integrantes.
Poco importa que sea Lesmes o Marín Castán la cabeza de un tercer poder reconvertido a tercero en jerarquía, esto es, subalterno ante las merendolas de un sistema de partidos cuya voracidad empieza a ser contraproducente incluso para sus propios intereses.
La truncada visita de Reynders -un improvisado emisario sin potestad real para imponer el orden- a España, es el corolario ante un escarnio de alcance internacional. Pero ni Europa ni la más remota providencia lograrán contener los enjuagues de un catálogo de mercachifles que han secuestrado -y por extensión bloqueado- la decencia institucional del Estado.
Por aquello de añadir posibles guiones a la trama y darle sentido a la esperanza, pongamos que el Poder Judicial dé cauce a la demandada renovación únicamente cuando se hayan restituido sus funciones, dando fin a la usurpación que nos ocupa. Y del thriller, así, a la epopeya: La última fortaleza.