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Consejos para abogados altamente efectivos: cuando prepares una intervención en público, hazlo con tiempo

"Ensayar lo que hemos de hablar en público hará que tengamos más seguridad y tranquilidad"

(Foto: E&J)

Luis Romero Santos

Socio director de Luis Romero Abogados y doctor en Derecho Penal.




Tiempo de lectura: 5 min

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Consejos para abogados altamente efectivos: cuando prepares una intervención en público, hazlo con tiempo

"Ensayar lo que hemos de hablar en público hará que tengamos más seguridad y tranquilidad"

(Foto: E&J)



La semana próxima intervengo como ponente en una universidad madrileña. Sé de lo que voy a hablar pues el título de mi intervención es Estrategias de defensa penal a través de casos reales y los casos de los que hablaré serán dos procesos que yo he dirigido como abogado defensor. Sin embargo, aunque sé que no voy a quedarme en blanco por mi larga experiencia hablando en público y porque conozco sobradamente los procesos, al dirigirme a los más de trescientos alumnos de derecho no solamente deberé exponerles los hechos de cada procedimiento, los incidentes procesales más destacados y algunas anécdotas, sino que intentaré hablarles de la estrategia que seguí en mi defensa de un modo ordenado y estructurado. Pues mi intención es que los futuros abogados puedan emplear algún día mis consejos en un juicio que ellos lleven.

Por lo tanto, como aún tengo cuatro días para preparar mi esquema y mi power point, comenzaré hoy a redactarlo aprovechando que escribo este artículo y debo dar ejemplo. Trabajar con tiempo en nuestra exposición hará que podamos plasmar nuestras ideas y nuestros pensamientos relajadamente, de modo que la información que escribamos fluya espontáneamente. No ocurriría lo mismo si nos pusiéramos manos a la obra la misma mañana en la que vamos a hablar en público. Estaríamos más estresados, tensos y podrían surgirnos otras tareas imprevistas.



Es como cuando preparábamos los exámenes. Si nos poníamos a estudiar en el último día y a la última hora, seguramente sería un desastre el resultado o nos salvaríamos por poco. Pero lo que sí es seguro es que pasaríamos un mal rato estudiando y escribiendo nuestras respuestas en la prueba. Igualmente nos ocurre al preparar un juicio: aunque hayamos trabajado en la defensa de nuestro cliente durante todo el proceso, habremos de elaborar nuestra intervención en la vista oral días o semanas antes. Mientras más antelación haya, mejor nos sentiremos y mejor estaremos en el juicio.

«Seguramente sería un desastre el resultado o nos salvaríamos por poco» (Foto: E&J)

Conozco a algunos compañeros que han preparado su juicio en el tren yendo esa misma mañana para el tribunal o incluso en un taxi, trazando su esquema en quince o veinte minutos. Y siendo cierto que cuando un abogado tiene experiencia, podría entrar en estrados sin haber revisado el juicio poco antes, pues ese letrado ha trabajado durante meses o años en ese proceso, sería imprudente incurrir en esa conducta. La razón es que podría olvidársenos algún detalle, una prueba nueva que proponer, alguna pregunta para los interrogatorios, etc. Siempre deberemos ocuparnos con mucha antelación de los juicios que tengamos señalados.



Pero el que aconseja también se equivoca y yo he incurrido en ocasiones en una demora cuando he debido concentrarme con tiempo en la exposición que iba a tener lugar en una fecha cercana. Un día del mes de mayo de 2008 puse el despertador a las cinco de la mañana y al despertarme la alarma a esa temprana hora e incorporarme de inmediato, me reconocí a mi mismo que no había hecho lo correcto. En mi habitación del Hotel Carlton con vistas a la Plaza Mollúa de Bilbao, después de darme una ducha temprana, me senté en el escritorio, coloqué el flexo a mi izquierda y abrí la carpeta con la documentación que tenía para mi ponencia “El proceso penal en España”. Disponía de quince minutos para mi exposición y los otros ponentes eran juristas del más alto nivel.

Yo querría haber traído desde Sevilla un esquema de mi discurso pero por mis obligaciones personales y profesionales, me fue imposible, siendo ya tarde para aprovechar el corto vuelo desde el sur al norte. Sin embargo, pensé que después de la visita en la tarde anterior al Colegio de Abogados de Vizcaya, podría estar en el hotel sobre las 20.00 horas y así lograría escribir hasta que me retirase a descansar a media noche. Pero el encuentro con mis compañeros vizcaínos en la sede colegial charlando sobre el seminario conjunto entre la UIA-Unión Internacional de Abogados y la ABA-American Bar Association, además del día a día de nuestra profesión, se alargó y algunos de nuestros anfitriones nos invitaron a tomar unos vinos por la ciudad.

De ese modo, me encontré con que a la hora en la que debía haber finalizado de escribir mis notas para mi charla fue cuando entré en mi habitación. Me quedé mirando la elegante mesa de trabajo y mis carpetas perfectamente ordenadas sobre su superficie, pero el cansancio del viaje y las cervezas que había tomado impidieron que pudiese trabajar algo en mi conferencia antes de caer en las manos de Morfeo.

(Foto: E&J)

A pesar de que fui aplaudido y felicitado posteriormente por muchos de mis colegas norteamericanos y europeos y de que yo quedé satisfecho al finalizar mi ponencia, pensé en el riesgo innecesario que había corrido. Pero sobre todo, reflexioné sobre lo descansado que hubiera estado esa mañana si hubiera traído ya preparado mi discurso desde Sevilla. Menos mal que mi carrera matutina a la orilla de la ría logró que la falta de horas de sueño y el estudio temprano no hicieran mella en mi ánimo, entrando en el salón de actos eufórico pues pocas cosas me gustan más que impartir una conferencia ante un auditorio selecto como al que iba a presentarme ese día.

En las gradas del auditorio estaban algunos de los mejores penalistas de San Francisco, Nueva York, Miami, Chicago y otras ciudades estadounidenses. Además de ilustres abogados vascos y de otros lugares de España, incluso de otros países europeos y otros continentes. Ese día hice amistades que aún perduran como la de mi excelso compañero Gustavo López-Muñoz Larraz, quien me acompañó en la mesa para hablar del proceso ante el tribunal del jurado, resultando brillante su intervención. Luego compartimos mesa con otros colegas y el fiscal en excedencia que me acompañaba y que entonces era consultor de nuestro bufete. Degustando un buen vino tinto, charlamos todos de nuestra especialidad, la abogacía penal.

Me quedé gratamente sorprendido del efecto que había causado mi denuncia sobre las condiciones en las que tenemos que trabajar los abogados penalistas, el trato denigratorio que a veces recibimos, los campos de minas que hemos de atravesar por las cortapisas que nos ponen en los juzgados y tribunales, la creencia ilusoria de que intervenimos en procesos acusatorios cuando frecuentemente son más bien procesos inquisitivos. Me felicitaron por mi valentía.

Pero repito, si me hubiese preparado la ponencia con más tiempo, hubiera estado más relajado y seguramente habría mejorado mi intervención. Incluso podría haber sido más ocurrente, y de un notable podría haber pasado a un sobresaliente.

Comenzar antes el esquema y el ensayo de lo que hemos de hablar en público hará que tengamos más seguridad y tranquilidad, además de que seremos más eficaces. Los nervios no nos dominarán y prepararemos mejor el contenido, no debiendo olvidar que aunque creamos que tengamos lista nuestra charla, a continuación de la misma podrían hacernos preguntas y la garantía de poder responderlas satisfactoriamente solamente la tendremos adelantando el momento de la preparación. Mientras más leamos, estudiemos y nos documentemos, mejor será el resultado.

Nota

Este artículo es el vigésimo octavo de la serie Consejos para abogados altamente efectivos, del autor Luis Romero Santos. Pueden visitar su perfil clicando en este enlace para conocer el resto de contenido.

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