María José Menéndez: “La falta de mujeres socias de procesal penaliza mucho que se dediquen luego al arbitraje”
Esta jurista da un giro en su actividad profesional para dejar la abogacía de élite y dirigir su carrera como árbitro en grandes disputas
María José Menéndez, deja la gran abogacía internacional para dedicarse al arbitraje. (Imagen: Cesión propia)
María José Menéndez: “La falta de mujeres socias de procesal penaliza mucho que se dediquen luego al arbitraje”
Esta jurista da un giro en su actividad profesional para dejar la abogacía de élite y dirigir su carrera como árbitro en grandes disputas
María José Menéndez, deja la gran abogacía internacional para dedicarse al arbitraje. (Imagen: Cesión propia)
De formar parte del Board Mundial del despacho internacional Ashurst y liderar equipos de trabajo transnacionales a trabajar de forma individual como árbitro, la carrera profesional de María José Menéndez ha dado un giro de 360 grados. Tras ese lapso, se perfilan 35 años de intensa dedicación como abogada de élite. Una trayectoria que actualmente experimenta una notable reducción en su ritmo.
María José Menéndez dio comienzo a su práctica independiente como árbitro tras 35 años de ejercicio profesional desarrollado principalmente en las firmas Uría Menéndez (1989-1992), Clifford Chance (1993-2005) y Ashurst (2005-2023).
En Ashurst —donde se incorporó tras ser socia de Clifford Chance durante seis años— fue directora de las áreas de Mercantil y de Seguros, socia directora de la oficina de Madrid, directora de Corporate para Europa Continental y Oriente Medio, y miembro del Consejo de Administración mundial de Ashurst.
Tras su retirada, el 31 de octubre de 2023, Menéndez mantiene con Ashurst un vínculo (temporal renovable) de asesoría externa, en calidad de senior advisor, para cuestiones de gestión o asuntos puntuales; de esa forma, la transición es menos traumática.
En esta nueva etapa profesional, esta jurista sigue los pasos de otros abogados como Antonio Hierro, José Antonio Caínzos o José María Alonso, que también salieron de grandes estructuras para evitar los conflictos de interés que tenían en el mundo del arbitraje e iniciar su carrera como árbitros.
En este caso, la entrevistada compaginará su carrera profesional con su actividad literaria. Ya presentó su segunda novela, Juegos malabares, publicada por Editorial Verbum en 2022, y a lo largo de 2023 ha sido presentada en la Feria del Libro de Madrid y en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, en México.
Por el momento, reconoce que “la página web que he puesto en marcha es mi oficina virtual para ofrecer mis servicios como árbitro. En este tipo de trabajo, los nombramientos se hacen a nivel individual. En función de la actividad que me llegue, veré qué tipo de estructura desarrollo en los próximos meses para dar este servicio”.
En el caso de Menéndez, ella forma parte como árbitro de entidades como la Corte de Arbitraje de la Cámara de Madrid, del Centro Internacional de Arbitraje de Madrid (CIAM), de la Corte Internacional de París o de la Corte Española de Arbitraje, o la Corte Civil y Mercantil (CIMA), donde ha sido árbitro y, en algunos casos, presidenta de Tribunal Arbitral cuando éste se formaba por tres árbitros.
Faltan mujeres árbitros
La práctica arbitral que se ha desarrollado de forma notable en los últimos veinte años en nuestro país tras la aprobación de la Ley 60/2003, de 23 de diciembre, de Arbitraje todavía no ha explotado para las mujeres juristas donde su presencia es menor que la de los varones, pese a que juristas como Elena Otero-Novas y Urquiola de Palacio estén al frente como presidentas de la Corte Española de Arbitraje y de la Corte de Arbitraje de la Cámara de Madrid.
En el caso de María José, sus primeros casos como abogada de parte en Ashurst sobre el 2011 en materia de M&A le animaron a seguir trabajando en esta actividad y a prepararse como árbitro en los doce años que lleva de ejercicio profesional en este mundo del arbitraje. «Fue un caso de una cuantía de 936 millones de euros que se tramitó en la Corte de Arbitraje de Madrid; a ese le siguieron otros tres más, con el apoyo de Gonzalo Jiménez-Blanco, en aquel momento socio director de la oficina en Madrid», explica.
En el actual contexto de colapso judicial, Menéndez sostiene que el arbitraje podría ser una solución viable para numerosas empresas que buscan seguridad jurídica en su desempeño profesional. “En ciertos tipos de conflictos, las empresas buscan el arbitraje, sobre todo si tienen una vertiente internacional. La gran ventaja es que estos procedimientos acaban con un laudo y no pueden apelarse”, sostiene.
En el caso de mujeres árbitros, la nómina es aún escasa. Se pueden citar los casos de Carmen Núñez Lagos, abogada española que fue socia de Hogan Lovells en París y ha puesto en marcha su boutique arbitral. “El problema es que hay pocas abogadas senior o socias en los equipos de procesal en los despachos. Y son los equipos de procesal los que ganaron experiencia en arbitraje. En mi caso, tuve la suerte de que tuvimos casos y el apoyo profesional de Gonzalo Jiménez-Blanco fue fundamental para llevar este tipo de asuntos”, apunta.
Desde su punto de vista, “la cantera de abogadas y socias de procesal no es tan grande. Así, por ejemplo, Heidi López acaba de ser nombrada socia de procesal en Uría Menéndez, la primera mujer de arbitraje en el despacho. Eso hace que la presencia de las mujeres juristas sea tan escasa y no decidan desarrollar su carrera más a fondo en el mundo del arbitraje”.
Ahora, Menéndez deja los cargos directivos donde ha gestionado distintos equipos de trabajo para dirigir su carrera profesional. “La verdad es que no me ha costado mucho asimilar este cambio en un momento de mi etapa profesional y personal concreto. Ese paso en otra etapa vital hubiera generado más preocupación, pero en esta oportunidad era el momento de dar un giro importante a mi carrera profesional” asegura.
Sobre la actividad de árbitro, reconoce que esta actividad es clave para resolver muchas de las disputas comerciales entre empresas. “Hay casos concretos que han situado al árbitro en el centro de la disputa, pero realmente los que nos dedicamos al arbitraje hacemos nuestro trabajo y no se puede presuponer mala fe ni dolo en nuestra actuación profesional. Las anulaciones de laudo que a veces sufrimos los árbitros no suelen llevar implícito ningún tipo de responsabilidad para los propios árbitros”, puntualiza.
A lo largo de estos doce años en el mundo arbitral, esta jurista se ha ido especializando en algunos asuntos concretos en sus distintos nombramientos como árbitro. “Siempre los asuntos han tenido que ver con M&A, joint venture y operaciones empresariales de calado, como son compra venta de negocios o acuerdos entre socios. También he llevado asuntos de construcción o de equipamientos para obras en la última etapa”, expone.
En su opinión, “cada vez es más habitual que este tipo de operaciones se incluya en los respectivos contratos una cláusula arbitral, como forma de resolver cualquier tipo de controversia que surjan en esos negocios. Los contratos de este tipo generan ciertas controversias entre comprador y vendedor, no son apropiados para llevar a los tribunales porque los tiempos de los juzgados son muy largos y esos asuntos no tienen tradición jurisprudencial. De ahí que las partes busquen el arbitraje como solución”.
El uso del arbitraje en estos supuestos es claro. “Es confidencial, se pueden ajustar los tiempos del arbitraje para que la decisión del árbitro sea más rápida y son expertos en la materia los que forman parte del tribunal arbitral que en un laudo, sin posibilidad de apelación, resuelven el conflicto”, concluye.
En este contexto, María José recuerda que hay varias sentencias recientes del Tribunal Constitucional que ratifican el papel del árbitro y restringen el control arbitral dejando fuera el concepto de orden público como excusa para que los Tribunales Superiores de Justicia, encargados del control de los laudos, puedan intervenir en el caso de una posible anulación. Sin embargo, la polémica sigue abierta en estos casos de anulación.
Balance de una carrera
Sobre esos 35 años de abogada que María José Menéndez lleva en activo, su primer balance es positivo. “Pocas cosas han sido negativas. Se puede decir que han sido muchos años intensos en los que he dedicado gran parte de tiempo, a costa a veces de mi vida personal. Conciliar ha sido complicado pero no imposible; pero sí que es verdad que en este momento profesional y personal quería dedicarle el tiempo a otras cuestiones como el arbitraje y mi actividad literaria como novelista”.
Para esta jurista, “si respondes en un trabajo y vas teniendo puestos de responsabilidad, es cuando tienes más flexibilidad a la hora de desempeñar tu actividad como abogada en este tipo de grandes despachos, como así ha sido mi caso. Las organizaciones dan bastantes facilidades y han aprendido que tienen que ser flexibles para cuidar al talento que les llega y que va dando años de su carrera profesional”.
Así, recuerda que “cuando tuve mis hijos, en Clifford Chance, despacho en el que estaba, me dio mucha flexibilidad en un entorno que no existía teletrabajo. En aquel momento, las organizaciones también intentaban ayudar pese a que la carga de trabajo era intensa”.
Lo que sí coincide con otros juristas que también han salido del mundo de la abogacía es que es una profesión muy absorbente que condiciona la vida de cualquier profesional que se ve inmerso en ella. “No todo el mundo vale para ser abogado porque hay que asumir ciertos retos. Es una profesión dinámica que te proporciona muchos retos y que encaja bien en determinados perfiles de juristas dispuestos a asumir esos retos. Estás aprendiendo cosas nuevas y ves cómo funcionan los negocios desde dentro”.
En este entorno de la abogacía, se observa movimiento en las firmas que sitúan a varias mujeres juristas en primer plano. Son los casos de Rosa Zarza, desde el pasado 1 de enero, senior partner de Garrigues o los casos de Cristina Camarero, socia directora de Ontier y Maria Gonzalez, socia directora en CMS Albiñana, que se unen a otras con más experiencia como Rosa Vidal socia directora de Broseta o Teresa Zueco en Squire Patton-Boggs. “Es una nueva generación de abogadas de gran calidad profesional que ahora se convierten en referentes”.
Para María José, el consejo que puede dar a estas compañeras, dirigentes en grandes firmas, tiene que ver con que “hay que quitarse el miedo a los resultados. Todos los socios y ellas como socias directoras se sienten presionadas por los objetivos a nivel resultados que son muy exigentes en cada firma”.
Al mismo tiempo, destaca que “en la última década, la manera en que funcionan las firmas es muy financiera y exigente. Están muy pendientes de los rankings y de mantener la facturación al alza. En esas posiciones de liderazgo, el consejo es haz las cosas bien e intenta cohesionar ese equipo y lo demás ya vendrá”.