Cincuenta años de la Ley de Colegios Profesionales
“Una norma al servicio de la sociedad”
(Imagen: E&J)
Cincuenta años de la Ley de Colegios Profesionales
“Una norma al servicio de la sociedad”
(Imagen: E&J)
Se cumple en 2024 medio siglo de la aprobación de la ley que articula y pone en valor la labor de los colegios profesionales. Desde Unión Profesional, la entidad que agrupa a las profesiones colegiadas de nuestro país, queremos aprovechar la ocasión para reflexionar en torno al pasado, el presente y el futuro de la organización de los profesionales al servicio del bien común.
El 13 de febrero de 1974 veía la luz en España la primera y única ley de colegios profesionales de alcance estatal. Su objetivo, establecer un marco normativo estable para la organización y la defensa de los colegios y su funcionamiento óptimo de cara al interés general de la ciudadanía. Han pasado muchas cosas desde entonces y la ley ha sido objeto de modificaciones que la han adecuado al conjunto de las normativas nacionales y europeas y a nuevos sentires.
No cabe olvidar el hito histórico que supuso la consideración de los colegios profesionales por la Constitución Española de 1978 como corporaciones de derecho público cuyo valor social quedó subrayado por su inclusión en la sección de la Carta Magna correspondiente a los derechos y los deberes de los ciudadanos. Tampoco la creación dos años después, en 1980, de Unión Profesional, asociación que presido y que reúne a fecha de hoy a treinta y cuatro Consejos Generales y Colegios Profesionales de ámbito nacional, que agrupan a su vez a mil colegios territoriales con una base de un millón y medio de profesionales colegiados.
La Ley de Colegios Profesionales ha sido por tanto un instrumento fundamental de estímulo para el ejercicio de las profesiones y su progreso hacia la excelencia. Los legisladores aseguraron la garantía del interés general y la máxima calidad en la prestación de los servicios profesionales. La pertenencia a un colegio profesional ha supuesto desde entonces una garantía de vigilancia y control de las buenas prácticas profesionales que contribuye al bienestar de la sociedad. Los colegios, además, han sido depositarios de los saberes diversos de las profesiones, lo que ha fructificado con el tiempo en una cultura colegial y profesional integradora e interdisciplinar.
En la sociedad globalizada del siglo XXI, el reto ha pasado a ser la búsqueda de un equilibrio entre los muchos factores que determinan la autonomía e independencia de los colegios profesionales, a fin de que puedan seguir procurando a la ciudadanía los servicios pertinentes y el ejercicio pleno de sus derechos. Para ello se ha de incidir en su compromiso con la deontología y la formación continuada, señas de identidad del profesional, así como su vocación de cuidado hacia las necesidades tangibles de la población: el desarrollo de la labor profesional ha de corresponderse con unos honorarios dignos, siempre teniendo en cuenta los principios de la independencia de criterio y actuación.
En una época de incertidumbre como la nuestra, los Consejos Generales y Colegios Profesionales han de brindar la certeza de la calidad en sus servicios y las motivaciones que los guían, con un pie puesto con firmeza en el presente y otro en el horizonte de futuro. En este sentido, Unión Profesional se constituye en un aglutinador de perspectivas y conocimientos profesionales, así como en una herramienta de interlocución con los poderes públicos y otros agentes sociales que aspira a redundar en un reconocimiento pleno de las profesiones como agentes de cambio y progreso.
Unión Profesional se sitúa también en el epicentro de las transformaciones que han emprendido las profesiones en sus códigos deontológicos para estar a la altura de las renovadas inquietudes relacionadas con la igualdad de género, el cambio climático o la implementación creciente de las inteligencias artificiales. La cultura profesional ha de ambicionar una perspectiva holística, integral, sobre cuanto nos rodea, que tenga por supuesto en cuenta las vertientes técnicas y económicas de sus actividades pero también las ligadas a los ámbitos de la salud y lo social, lo jurídico y la docencia, es decir, las humanísticas.
Por otro lado, cada vez adquieren más importancia el contraste de la información, la verificación de los datos y la defensa de los derechos y la ética en las actuaciones ligadas a las nuevas tecnologías. El esmero en el cumplimiento de estos aspectos abundará en un desarrollo de las profesiones más equitativo, justo y sostenible para todos y para todas. Tampoco podemos olvidar que el acto profesional tiene mucho que ver con el conocimiento experto desarrollado por generaciones sucesivas de profesionales; la experiencia acumulada permite afrontar con más exactitud y profundidad los requerimientos de la sociedad, así como tender puentes intergeneracionales y entre profesiones diversas.
Estas características ya se han demostrado esenciales para el ejercicio de las profesiones y su impacto en la ciudadanía en todo tipo de conflictos. Hablamos de la colaboración internacional, la cooperación al desarrollo y el auxilio en situaciones de emergencia. La pandemia de COVID puso de manifiesto que la técnica, los cuidados, la mirada pluridisciplinar sobre una crisis, son cualidades con un potencial sumativo que no podemos ni debemos desaprovechar.
Si algo nos ha enseñado lo experimentado desde la irrupción de la pandemia en marzo de 2020 es que la letra de la Ley de Colegios Profesionales que se aprobó en 1974 ha sabido adaptarse en espíritu a las situaciones más imprevisibles y salir reforzada de cada envite. Es precisamente la convicción en los principios rectores de la actividad profesional la que permite que podamos confiar en que la flexibilidad y los ajustes a las situaciones que salen a nuestro encuentro están motivadas y contribuyen al objetivo de hacer sociedad.