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La firma

La mediación atiende a una verdad que la IA no puede sentir

"La mediación abruma a la IA"

Frente a la emergencia de la IA como juez último e inalterable, sin sesgos, que contempla la prueba y la validez del testimonio de manera objetiva, la mediación se postula como la alternativa humana. (Imagen: E&J)

Adrián Arroyo Díaz-Morera

Mediador y poeta




Tiempo de lectura: 3 min

Publicado




La firma

La mediación atiende a una verdad que la IA no puede sentir

"La mediación abruma a la IA"

Frente a la emergencia de la IA como juez último e inalterable, sin sesgos, que contempla la prueba y la validez del testimonio de manera objetiva, la mediación se postula como la alternativa humana. (Imagen: E&J)



En la Grecia antigua, la palabra utilizada para nombrar el concepto de verdad era aletheia. Sin embargo, nuestra verdad tiene su raíz en el latín, veritas. Esta diferencia etimológica no es una cuestión teórica. Veritas establece lo verdadero como algo ya dado, ya establecido, mientras que aletheia, introducida por el prefijo “a-”, refiere a la verdad como el proceso de constante desvelamiento.

Si atendemos a la expresión «hacer Justicia», esta responde al reconocimiento de la verdad. Así, lo justo y la verdad están estrechamente vinculados. Cuando reclamamos Justicia apelamos a un proceso que esclarezca la verdad sobre un asunto. Y si dicho proceso es justo o se hace Justicia, es porque la verdad ha aflorado y la sentencia es consecuente con esta.



Sin embargo, todo aquel que haya perdido un pleito puede pensar que la sentencia negó o ignoró parte de la verdad. Y es que, como dijo el filósofo inglés John Stuart Mill, se acierta en aquello que se afirma, pero se suele errar en aquello que se niega. En los procedimientos judiciales se niega aquello carente de prueba, y aquello errático o inexacto pierde fuerza en el razonamiento del juez para dictar sentencia. Pues el razonamiento debe basarse en los hechos más comprobados y en los testimonios más coherentes. Y es aquí donde la verdad se vuelve algo más escurridiza o, como le respondió Poncio Pilato a Jesús: ¿Quid est veritas?

La IA en la Justicia

Introducir la inteligencia artificial (IA) en la Justicia para evaluar de manera objetiva las pruebas y los argumentos presentados es una idea, a priori, atractiva. Si un juicio se reduce a la comprobación de las afirmaciones de las partes, a la presentación de la prueba y la coherencia y concordancia de los testimonios y peritos. ¿Por qué no utilizar una máquina en vez de una persona? Por algo que quizás quede más allá de lo estrictamente jurídico, pero que atañe a la verdad y a la Justicia.

Tal y como se manifiesta cada vez con más intensidad en la psicología y la física, el planteamiento de que hay una interpretación inequívoca de los principios que
sustentan la argumentación de una causa, es decir, que se puede establecer la veracidad de un suceso en base a unos parámetros, es erróneo. La realidad y su veracidad sobrepasan los esquemas que la interpretan.



De hecho, entre los principios de la física cuántica, el de complementariedad establece que una misma cosa puede mostrarse de dos maneras a la vez (la luz es onda y partícula). Aquello que parecía mutuamente excluyente es, en realidad, cierto en su disparidad. La realidad tiene por verdad una expresión diversa y relativa a las condiciones de observación. De tal manera que no tomar en consideración el testimonio de una persona por falta de coherencia o desestimar una causa por la falta de pruebas, a pesar de ser razonable en clave jurídica, reduce la verdad a algo comprobable, constante y explicable. Y eso es falso.

Es aquí donde la verdad exige un proceso de Justicia que transgreda los criterios de objetividad y generalización. Para ello, hay que alejarse de la implicación de un tercero que al tener acceso a lo relevante de un asunto pueda decretar quién tiene razón.

El tercero es un facilitador que garantiza las condiciones del proceso pero no legitima la objetividad o la veracidad de nada ni nadie. Es por eso que la mediación confiere a las partes la oportunidad de abordar su conflicto sin basarse en generalizaciones, sin la necesidad de una validación a ojos de un tercero y sin buscar presentar un relato objetivo.

Todo lo contrario, el significado de las pruebas es aquel que las partes deciden conferirles haciendo valer su buena voluntad, la legitimación no es respecto a los hechos objetivos, sino al sentir que estos causaron en las partes y los relatos no son sometidos al juicio de un externo, sino que han de interpelar a la parte opuesta para que esta reconozca la de la vivencia ajena como parte de la verdad.

Frente a la emergencia de la inteligencia artificial como juez último e inalterable, sin sesgos, que contempla la prueba y la validez del testimonio de manera objetiva, la mediación se postula como la alternativa humana. Pues no busca el ejercicio de la Justicia como un esclarecimiento de una verdad uniforme, sino que ofrece la posibilidad de acordar una solución que tenga en consideración la verdad complementaria de las partes para que estas se responsabilicen. De esta manera, más allá de casos excepcionales, la mediación impulsa un paradigma que supera el juego de suma cero, en el que frente a la problemática del desacuerdo, la solución pasa por adjudicar la razón a una parte, siendo eso lo justo y lo cierto.

La función del mediador no es evaluar las pruebas para entender objetivamente lo que ha sucedido, sino ayudar a que las partes se reconozcan como inseparables de una misma verdad múltiple y complementaria. Si entendemos que frente a la razón impoluta, la imaginación de una solución que satisfaga los intereses de ambas partes es una mejor manera de hacer Justicia, reconoceremos la verdad en su totalidad.