La formación en técnicas de negociación: un deber ineludible para los abogados ante los nuevos retos legales
"El abogado se convierte en un verdadero gestor de conflictos"
(Imagen: E&J)
La formación en técnicas de negociación: un deber ineludible para los abogados ante los nuevos retos legales
"El abogado se convierte en un verdadero gestor de conflictos"
(Imagen: E&J)
El próximo 3 de abril entra parcialmente en vigor la Ley de Eficiencia Procesal, una normativa que marca un antes y un después en el ejercicio de la abogacía en España. Entre sus novedades más destacadas, se encuentra la introducción de los Medios Adecuados de Solución de Controversias (MASC) como requisito de procedibilidad en numerosos procedimientos.
Esta regulación nos recuerda, de manera contundente, que el empleo de la negociación en el contexto de los MASC —al menos en aquellos que requieren nuestra intervención directa en el proceso negociador— no es más que una opción más dentro del repertorio de herramientas del abogado, sino una habilidad cuya disposición viene “impuesta” por la ley.
Así es, pues la implementación de los MASC nos exige un cambio de mentalidad; no se trata solo de resolver conflictos, sino de prevenirlos, minimizarlos y gestionarlos eficazmente antes de que escalen a la vía judicial. En este nuevo paradigma, el abogado deja de ser un mero litigante para convertirse en un verdadero gestor de conflictos, y para ello va a requerir del dominio de la negociación, que por tanto, dejará de ser un recurso puntual para convertirse en una habilidad imprescindible.
Partiendo de esta idea, los abogados debemos entender que, en el contexto actual, negociar no es un mero trámite previo al procedimiento judicial, sino un verdadero aporte de valor profesional. Una negociación mal planteada no solo puede derivar en el fracaso de los MASC, sino que también afecta la percepción que nuestros clientes tienen de nosotros como profesionales. Es decir, nuestro prestigio y credibilidad están en juego.
Y es que la negociación eficaz constituye una disciplina compleja que abarca aspectos estratégicos, tácticos y psicológicos, y que implica saber escuchar activamente, interpretar las necesidades reales de la otra parte y construir soluciones creativas que beneficien a todos los involucrados. También requiere un dominio del lenguaje verbal y no verbal, ya que estos elementos son clave para generar confianza, transmitir seguridad y manejar las emociones durante el proceso.
Si queremos estar a la altura de esta nueva realidad, la formación en técnicas de negociación no es opcional: es ineludible. Debemos capacitarnos en estrategias avanzadas, aprender a manejar objeciones, diseñar argumentos persuasivos y utilizar herramientas prácticas que nos permitan desarrollar una comunicación fluida y efectiva. Además, será fundamental conocer los principios éticos y legales que rigen la negociación en el marco de los MASC, asegurando que nuestras actuaciones sean impecables desde todos los ángulos.
La inteligencia emocional también juega un papel crucial, pues negociar implica gestionar emociones propias y ajenas, mantener la calma en situaciones tensas y saber cuándo ceder o mantenerse firme. Este equilibrio no se improvisa; se adquiere con práctica y formación.
En definitiva, dominar las técnicas de negociación no es solo una respuesta a las exigencias de la Ley de Eficiencia Procesal, sino una oportunidad para que los abogados reforcemos nuestro papel como profesionales esenciales en la sociedad. Una buena negociación no solo beneficia a nuestros clientes, sino que contribuye a un sistema de justicia más ágil, eficaz y humano. Ahora más que nunca, formarse en negociación es avanzar hacia una abogacía más eficiente, estratégica y comprometida.
Como decía Abraham Lincoln: «Dame seis horas para cortar un árbol, y pasaré las primeras cuatro afilando el hacha». Así debemos actuar en la negociación, preparémonos meticulosamente para afrontar este gran desafío.