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Psicología del Testimonio I: verdad, mentira y honestidad en relación a las acusaciones de abuso sexual infantil

El testimonio de menores en casos de abuso sexual presenta enormes retos para el sistema penal: falsas memorias, sugestión y sesgos pueden distorsionar la percepción de credibilidad

(Imagen: archivo)

Ana Gutiérrez

Psicóloga forense




Tiempo de lectura: 6 min

Publicado




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Psicología del Testimonio I: verdad, mentira y honestidad en relación a las acusaciones de abuso sexual infantil

El testimonio de menores en casos de abuso sexual presenta enormes retos para el sistema penal: falsas memorias, sugestión y sesgos pueden distorsionar la percepción de credibilidad

(Imagen: archivo)

Posiblemente, en el ámbito penal, una de las casuísticas más difíciles de demostrar sean los abusos sexuales infantiles. Generalmente, nos encontramos ante casos que comienzan tras una verbalización de un menor que despierta una alarma lógica en la persona que le ha escuchado.

Partamos de una realidad: los abusos sexuales infantiles son un grave problema en nuestra sociedad con una prevalencia estimada del 9.2% en niños y del 22.4% en niñas, siendo las estadísticas intersexos bastante similares en la etapa escolar e incrementándose la incidencia en niñas a partir de la preadolescencia.





Pero, sin negar esta realidad, también hay casos en los que los abusos no se han producido, ¿significa esto que estamos denuncias falsas?- No siempre-. En ocasiones la persona es honesta, en tanto en cuanto cree firmemente que el hecho ha sucedido, son los casos de las “falsas memorias”, memorias generadas por inducción, sugestión o incluso de origen espontáneo y que pueden producirse tanto en niños como en adultos. En otros casos, el niño no sabe la trascendencia de lo que está contando, pero ha aprendido cuál es la respuesta que se espera de él, dado que lo asocia por las reacciones del entorno. Y también existen aquellas en las que el menor sabe que lo que está contando no es cierto, pero, bien por presiones, bien por promesas, lo repite sin ser consciente de la trascendencia real y de las consecuencias del procedimiento judicial.

De manera contraria a lo comúnmente creído, las características propias del tipo de memoria específico en abusos sexuales infantiles, cuyo modus operandi más habitual son hechos progresivos reiterado, con sexualización “in crescendo”, sin violencia física y disfrazada muchas veces de “juego secreto”, o premiada con regalos, hacen que el testimonio de casos reales sea sin capacidad de contextualización temporal, con ausencia de detalles periféricos y confundiendo unos episodios con otros, lo que hace que, desde el punto de vista jurídico muchos se valoren como “poco creíbles”.

Sin embargo, estas serían, “grosso modo”, características que dotarían de credibilidad desde la Psicología del Testimonio, dado que los traumas continuados con valencia neutra se guardarían en la memoria semántica, no en la memoria episódica o autobiográfica en la que guardamos, con diferentes propiedades a la hora de verbalizarlos, los “traumas únicos”.

Adicionalmente, los abusos sexuales son un delito que se comete en la intimidad y en la que generalmente la única prueba a valorar sea el testimonio de la víctima, dado que las lesiones psíquicas son altamente inespecíficas y, en contra de lo que piensa mucha gente, a veces inexistentes. Esto hace que la Psicología del Testimonio sea una asignatura obligada para los peritos y operadores jurídicos que se enfrentan a este tipo de casos.

Abuso sexual. (Foto: Freepik)

Muchas veces, en procedimientos penales, vemos que todas estas posibilidades, sugestión, falsa memoria etc., no se tienen en cuenta a la hora de plantear, no solo la instrucción de la causa, sino incluso a la hora de llevar a cabo la evaluación psicológica forense, siendo frecuente encontrar un marcado “sesgo de confirmación” o efecto Rosenthal.  Estos sesgos de confirmación, a menudo, están fundamentados en “mitos”, como la idea de que los niños no mienten cuando hablan de abusos, o que los profesionales que nos dedicamos al mundo jurídico o psicológico somos capaces de detectar cuando alguien lo está haciendo.

Respecto a la primera afirmación, es cierto que muchas víctimas reales ocultan los abusos, y que cuando son conscientes de lo que les está ocurriendo, sienten vergüenza, miedo a la reacción del perpetrador, al impacto familiar e incluso al proceso judicial. También es cierto que cuando un menor revela unos abusos, no se le debe cuestionar ni sugerir que pueda no ser verdad.

Pero son cuestiones diferentes. Una es el trato a la presunta víctima durante el proceso de esclarecimiento de los hechos, y otra el abordaje del caso, tanto si somos operadores jurídicos como si somos peritos. Siendo este uno de los sesgos y errores más frecuentes en procesos de abuso sexual infantil y que nos puede llevar a conclusiones erróneas. “La aparición de sesgos en el evaluador que lleva a aceptar de forma acrítica cualquier alegación de ASI, diseñando un proceso de entrevista condicionado por la hipótesis única de la ocurrencia de los hechos denunciados”.

Si nos vamos a la “Guía de buenas prácticas para la declaración en el proceso penal de menores y personas con discapacidad necesitadas de especial protección”, del Ministerio de Justicia, en su página 22 podemos leer como entre las diferentes hipótesis que deben ser tenidas en cuenta están tanto que el hecho verbalizado corresponda a un recuerdo vivido, pero cuyo testimonio puede estar influenciado o comprometido por el tipo de suceso (único o reiterado), por el nivel de desarrollo cognitivo del menor, o porque sucesivas exploraciones o abordajes hayan hecho que el testimonio no pueda valorarse correctamente. También debe falsarse la opción opuesta, que el hecho no haya ocurrido y que lo verbalizado sea producto de una inducción, sin que el menor sea consciente de ello (falsa memoria) y que puede provenir tanto de alguien del núcleo familiar con una intención propositiva (conflictos interparentales por ejemplo), como de una interpretación errónea de una conducta higiénica, como de técnicas o terapias inadecuadas.

Igualmente, el relato puede estar originado en una fabulación, una falsa memoria espontánea, o que exista un trasfondo de psicopatología que la haya originado, ya que si bien son infrecuentes, los brotes psicóticos infanto-juveniles también existen, al igual que en preadolescentes pueden aparecer alteraciones de la personalidad que estén implicadas en la acusación. Siempre se debe descartar esta opción, dado que de no hacerse se corre el riesgo no solo de condenar a un inocente, sino de que el menor al no tratarse en problema de base  mantenga la agresión fabulada en su repertorio de recuerdos como un hecho sucedido realmente y esto desencadene la aparición de síntomas reactivos, es decir puede llegar a desarrollar los mismos síntomas que si el abuso se hubiera producido. Por último, también existe la posibilidad de que los menores mientan por animadversión, por venganza o por promesas.

Pero hay otro actor en este tipo de casos, la persona que interpone la denuncia, que frecuentemente es el progenitor que refiere haber escuchado la primera verbalización del menor. Como ya he dicho anteriormente, en muchos casos los abusos sexuales son ciertos, pero en aquellos que se han demostrado que no lo son, no que no se hayan podido probar, sino que se ha demostrado su falsedad,  la investigación ha encontrado cuatro tipos de perfiles:

Personas que ante una verbalización o situación ambigua (aparición de síntomas en el menor) actúan correctamente y consultan con un profesional sanitario, y este, de manera imprudente, asegura que se trata de una situación de abuso, sin valorar otros posibles orígenes de los síntomas (conflicto interparental, situaciones de acoso escolar etc.) u otras posibles interpretaciones de lo narrado (ausencia de conciencia auto-noética y el menor está verbalizando escenas que ha visto a través de dispositivos electrónicos) o de las conductas (imitación de dichas escenas).

(Foto: E&J)

Es evidente que cualquier progenitor, ante la retroalimentación de la opinión de quien considera un “experto” va a ofrecernos un testimonio honesto en su creencia de que los abusos se han producido. Algo similar ocurre con el segundo grupo encontrado en la investigación, personas con miedo a los abusos infantiles, elevado nivel de obsesionabilidad y que van a analizar cualquier signo, síntoma o conductas que aparezcan en el menor desde un sesgo de confirmación de sus propios miedos, algo en lo Google no es ajeno, dado que como he afirmado antes, los síntomas asociados al abuso son inespecíficos y cualquiera de ellos nos puede salir en una búsqueda en internet.

El tercer grupo estaría compuesto por personas con Trastorno Mental Grave o Trastorno de Personalidad Grave, que pueden creer firmemente en lo que están diciendo aunque el origen de la acusación esté fundamentado en ideas delirantes, el problema es que con los delirios también tenemos un mito, el de que son fáciles de detectar, cuando no es así, son fáciles cuando la idea es inverosímil, marcianos, vampiros, conspiraciones o similar, pero cuando estos son verosímiles como en el acoso vecinal, acoso laboral o abuso sexual es mucho más difícil realizar un diagnóstico correcto.

Y, por último, estaría el grupo conformado por personas con rasgos de personalidad entre los que estarían la obsesionabilidad, el narcisismo, la hostilidad y cuya motivación estaría en conseguir el perjuicio de expareja. Técnicamente estos serían los únicos que estarían mintiendo, entendiendo esto como una verbalización incorrecta realizada propositivamente.

Hablaba al principio de otro mito, la presunta capacidad del ser humano para detectar la mentira, pues bien, diferentes meta-análisis demostraron que la capacidad humana para acertar ronda el 54% de las veces, cifra similar a la obtenida por azar en una situación de cara o cruz, y quien crea que los que trabajamos en el mundo jurídico podemos haber desarrollado cierta habilidad para ello, se equivoca, tenemos la misma tasa de error que el resto de la humanidad como quedó evidenciado en los meta-análisis antes mencionados.

Como ven, en el abuso sexual infantil se mezclan conceptos como veracidad, verosimilitud, honestidad, mentira y error y es en este ámbito donde las valoraciones de credibilidad del testimonio pueden auxiliar a los operadores jurídicos, siempre y cuando se realicen bajo los más estrictos estándares metodológicos, pero ese es otro tema que abordaremos en el siguiente artículo.

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