NuBel: equilibrio, sabor y técnica bajo la cúpula del Reina Sofía
Este espacio gastronómico convierte el brunch en una experiencia sensorial donde la alta gastronomía, el arte y la cultura se encuentran en perfecta armonía

(Imagen: Alberto Sanz Blanco)
NuBel: equilibrio, sabor y técnica bajo la cúpula del Reina Sofía
Este espacio gastronómico convierte el brunch en una experiencia sensorial donde la alta gastronomía, el arte y la cultura se encuentran en perfecta armonía

(Imagen: Alberto Sanz Blanco)
Hay lugares donde la experiencia culinaria trasciende la mera degustación. Espacios en los que el ambiente y el paladar se funden en una propuesta sensorial integral. NuBel, el restaurante ubicado en el Edificio Nouvel del Museo Reina Sofía, es precisamente uno de esos enclaves singulares donde la alta gastronomía no solo se sirve en el plato, sino que se respira en el aire y se escucha en cada compás musical del ambiente.
El comedor es más que un espacio para sentarse a comer. Es, en sí mismo, una instalación viva. Un salón diáfano, modernista, que renuncia a la rigidez de lo clásico y abraza sin reservas la creatividad visual. El diseño —firmado por el prestigioso estudio More-co— apuesta por un juego de formas orgánicas, colores vibrantes y mobiliario versátil, que transforma el restaurante en un escenario cambiante: brunch a media mañana, sobremesa relajada, tardeo con cócteles, y conciertos en directo al caer la noche. La amplitud y la calidez de su iluminación crean un clima propicio tanto para el recogimiento como para la socialización. Aquí se puede conversar sin prisas, perderse en los detalles del techo ondulado o en las piezas de diseño que parecen sacadas de una galería contemporánea.

(Imagen: Alberto Sanz Blanco)
La música, siempre presente, acompaña sin invadir, y refuerza la sensación de estar en un lugar que se rige más por el ritmo de la ciudad que por el del reloj. Pero si el interior es una invitación a la pausa sofisticada, su terraza es directamente una obra de arte al aire libre. Situada en el Patio Nouvel, ofrece una perspectiva única del Reina Sofía, con vistas privilegiadas a la escultura monumental Brushstroke de Roy Lichtenstein. Esta pieza colorista y contundente —una de las grandes protagonistas de la ampliación del museo en 2004— dialoga de tú a tú con el mobiliario moderno y la vegetación cuidadosamente dispuesta del restaurante. Por otra parte, el equipo de sala se distingue por su amabilidad y profesionalidad, creando un ambiente acogedor y atento sin resultar intrusivo. Desde el momento en que te sientas a la mesa, su conocimiento de la carta es evidente: con una sonrisa, se encargan de explicar detalladamente cada propuesta, ofreciendo sugerencias personalizadas según los gustos del comensal. Están siempre pendientes, pero con discreción, asegurándose de que la experiencia transcurra de manera fluida y satisfactoria.
La carta es una declaración de intenciones. Inspirada en una cocina urbana y joven, su propuesta revisita la tradición con mirada contemporánea, valiéndose de ingredientes y técnicas recogidas a lo largo de años de exploración culinaria. Lejos de caer en el exhibicionismo técnico, los platos abrazan una estética minimalista donde el “menos es más” no es un capricho estético, sino un principio rector. Cada composición está medida al milímetro, tanto en lo visual como en lo gustativo, con una armonía que evidencia una cocina pensada, estudiada y, sobre todo, sentida. Entre su contenido encontramos distintos formatos —una carta para el día a día, una oferta de tardeo con cócteles de autor, una selección de tapas creativas y, por supuesto, el brunch—; es, precisamente, este último el que ha ganado especial protagonismo en los últimos tiempos.

Brunch (Imagen: Alberto Sanz Blanco)
El brunch —acrónimo inglés de breakfast (desayuno) y lunch (almuerzo)— nace en la Inglaterra del siglo XIX como una propuesta relajada para los domingos, pensada originalmente para la alta sociedad que, tras las veladas del sábado, prefería unificar el desayuno y el almuerzo en una sola comida tardía. La idea prendió rápidamente entre los círculos británicos más cosmopolitas y, con el tiempo, cruzó el Atlántico para consolidarse en Estados Unidos, especialmente en ciudades como Nueva York o Los Ángeles, donde se convirtió en un fenómeno social y cultural asociado al lifestyle urbano. La popularización en Madrid —especialmente en la última década— tiene mucho que ver con ese mismo espíritu: la búsqueda de espacios donde el tiempo se desacelere, donde comer sea algo más que alimentarse, y donde la experiencia se comparta, se prolongue y se disfrute con todos los sentidos. En una ciudad vibrante como la capital, con una creciente cultura del ocio diurno, el brunch ha encontrado el terreno perfecto para echar raíces. Restaurantes como NuBel han contribuido decisivamente a este auge, ofreciendo una versión sofisticada y sensorial del brunch, alejada de lo puramente funcional o turístico.
La experiencia comienza con una selección de entrantes que juegan entre lo dulce y lo salado, perfecta para abrir el apetito sin saturar. Desde el bizcocho artesano de su propio obrador —suave, aromático, ideal para mojar en café— hasta la malla de hojaldre con manzana, que recuerda a una tarte fine con un punto justo de dulzor y textura crujiente. Los pequeños formatos permiten disfrutar de todo en tostas o directamente del plato, lo que favorece el picoteo compartido. Entre las opciones saladas, brillan el jamón ibérico, el salmón ahumado artesanal con encurtidos, y el queso Roncal D.O. con pasas y nueces, tres clásicos reinterpretados con precisión y producto de alta calidad. Destacan el humus casero de garbanzos, con una cremosidad y sabor profundo que revela un buen equilibrio de tahini y especias, así como el emulsionado de tomate casero que acompaña al ibérico: sabroso, fresco, con el punto ácido justo.

Huevos Benedictine con pan brioche artesano (Imagen: Alberto Sanz Blanco)
La granola casera que corona el yogur griego con frutos rojos es otro acierto, crujiente y sin empalagar, y el bowl de frutas de temporada, bien seleccionado y cortado, aporta frescor y ligereza. La cesta de panes —masa madre integral y blanco— acompañada de confituras, miel y mantequilla de calidad, refuerza la sensación de un brunch cuidado desde la base. La selección de bebidas complementa a la perfección, con una variedad que incluye cafés de especialidad, infusiones aromáticas y zumos naturales. Sin embargo, si hay un pequeño pero, es que las tazas de café podrían ser algo más grandes para quienes disfrutan de una dosis más generosa de su bebida favorita.
Cuando llega el momento de los principales, NuBel ofrece opciones para todos los gustos, desde lo más castizo a lo más internacional. El cuenco de cocido madrileño (disponible los fines de semana y festivos) es un guiño local, mientras que el naan relleno de mozzarella, tomate seco, mortadela de pistacho y pesto apuesta por sabores más viajeros. Para los más golosos, el gofre de Lieja con helado de fresas y chocolate caliente puede ser una buena opción. Pero hay dos platos que sobresalen con claridad. Por un lado, los Huevos Benedictine sobre pan brioche artesano, una elaboración que, aunque habitual en muchos brunches, rara vez se ejecuta con la precisión y el mimo que encontramos aquí. La cocción del huevo, el equilibrio de la salsa holandesa —ni demasiado agria ni excesivamente untuosa— y la textura esponjosa del brioche, hacen de este plato un imprescindible. Por otro, la hamburguesa Cheese Bourbon Bacon es una de las grandes sorpresas del menú. La calidad de la carne es sencillamente sobresaliente: jugosa, bien curada y con un punto de plancha exacto. Acompañada de patatas fritas caseras, crujientes y doradas, representa esa otra cara del brunch más contundente, más carnívora, sin renunciar al buen gusto ni a la técnica.

Cheese Bourbon Bacon con patatas fritas (Imagen: Alberto Sanz Blanco)
En NuBel, la experiencia gastronómica trasciende lo puramente culinario: es una extensión natural del propio Museo Reina Sofía, donde el arte se transforma en sabor, textura y ambiente. Cada detalle —desde el plato hasta el espacio, desde la música hasta la materia prima— está diseñado para provocar emoción, sorpresa y deleite. Aquí, el brunch no es una moda pasajera, es una expresión contemporánea del placer de comer bien, con calma y con criterio. Porque en aquí, igual que en una buena obra de arte, todo tiene un porqué. Y ese porqué se saborea.
