La Abogacía Española requiere de nuevo a las autoridades europeas para que eviten más muertes en el Mediterráneo
(Imagen: archivo)
La Abogacía Española requiere de nuevo a las autoridades europeas para que eviten más muertes en el Mediterráneo
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La muerte durante 2015 de más de 2.000 inmigrantes en su intento por llegar a Europa cruzando el Mediterráneo es una violación horrorosa del principio del derecho a la vida. La llegada ayer a la isla de Sicilia de 400 supervivientes y 25 cadáveres del naufragio ocurrido frente a las costas de Libia el pasado miércoles no se enmascara con lamentos, sino que es preciso asumir con valentía las responsabilidades para llevar a la práctica medidas urgentes respetando los derechos humanos, salvaguardando la vida.
La Abogacía Española requiere a las autoridades europeas y a los gobiernos nacionales que aumenten los recursos de las operaciones de búsqueda y salvamento y que se mantengan todo el tiempo necesario para hacer frente a una crisis de tal magnitud. Los gobiernos europeos y la Comisión Europea deben redoblar esfuerzos de todo tipo para respetar los derechos humanos de quienes inician un viaje a Europa con la única pretensión de seguir vivos.
Es lamentable que el Mediterráneo se haya convertido en la ruta más mortal para los inmigrantes que buscan una vida mejor. Los políticos y los gobiernos no pueden estar de vacaciones cuando miles y miles de conciudadanos no tienen otro futuro que la desesperación. Ni las vallas ni los riesgos del mar pueden parar el hambre.
La inmigración es el más rotundo de los suspensos que puedan tener los gobiernos y uno de los mayores problemas de Europa. La Abogacía Española recuerda que detrás de los más de 130.000 inmigrantes que en 2015 se han lanzado desesperadamente a las aguas del Mediterráneo, con riesgo de una muerte segura, hay otras miles de historias de personas a las que se les ha negado el derecho a la igualdad y a la vida.
La mayoría de nuestros semejantes ya han sufrido en sus países de origen la violación de los derechos humanos. Debemos pasar del lamento a la solución para garantizar los derechos de igualdad y a la vida, esenciales para cualquier tipo de convivencia social.