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Estrategia jurídica y táctica procesal

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Estrategia jurídica y táctica procesal

El debate ha sido intenso, Domingo Sánchez Ruiz, uno de los coordinadores de la Plataforma de Interinos del sector público, en el uso de la palabra. (Imagen: E&J)



 

 



En La estrategia del abogado antes del juicio

La estrategia del abogado se despliega antes del juicio. Pensemos en la redacción de un contrato. El lego en Derecho que «fusila´´ un contrato ajeno que tenía en su poder, en el que no ha cambiado óa su juicioó más que los nombres de los otorgantes y las descripciones de los objetos, produce intranquilidad al jurista profesional porque, aunque externamente tenga una correcta apariencia, un análisis riguroso nos descubrirá que se ha dañado por inadvertencia algún hecho jurídico valioso.

La diferencia entre el contrato inventado por un audaz lego en derecho y el estructurado por un jurista profesional está en que el primero no contiene la estrategia que sí está prevista en el segundo. Cuando un abogado en ejercicio redacta un contrato o cualquier otro instrumento, desde el lugar y la fecha que hace constar, pasando por la expresión de la capacidad de las partes, hasta la última cláusula, han sido pensadas para la eventualidad de que deban hacerse valer los derechos y obligaciones dimanantes del mismo. El abogado está trazando una estrategia inteligente para el momento en que el documento sea sometido a la prueba de fuego del procedimiento judicial, si resulta preciso.



 Estrategia permanente

 El individuo de la especie humana, desde antes de nacer (nasciturus) es sujeto de derechos y deberes, porque es persona, cuya dignidad, derechos inherentes, libre desarrollo, vida, integridad física y moral, libertades, seguridad, están protegidos por la Constitución Española y previamente definidos por las Declaraciones emanadas de los acuerdos multinacionales. Y no digamos en cuanto le brotan las segundas epidermis de ciudadano, administrado, contribuyente, usuario de servicios…, se convierte en un compendio de relaciones jurídicas, que se incrementan grandemente en cuanto se coloca el traje de contratante, comunero, asociado, partícipe, accionista…, de cónyuge, de padre o madre, de hijo o pariente… que llegan al máximo exponente cuando acepta colocarse el tocado de presidente de comunidad, administrador social, miembro de junta rectora, síndico, concejal, diputado, político… o la diadema de litigante, judiciable, reclamante… «Vivir es defenderse´´, dijo Ramiro de Maeztu. Es menester que el abogado, en cuanto dirija algún negocio o defienda los intereses de un individuo tenga en cuenta no sólo su naturaleza, que ya le hace titular de derechos y deberes, sino sus otras pieles, sus trajes y sus tocados para no dañarlos o producirles, con advertencia del peligro al cliente, el menor deterioro posible. Y si hablamos de otras afecciones que puede recibir el individuo, con motivo de negocios o litigios, en áreas no precisamente jurídicas, como son los sentimientos, por ejemplo, la reflexión y planteamiento del asunto por el abogado, adquiere una responsabilidad de gran calibre. Tal vez tenga razón Ciurati, quien escribe en «Arte forense´´ «Dad a un hombre todas las dotes del espíritu, dadle todas las del carácter, haced que todo lo haya visto, que todo lo haya aprendido y retenido, que haya trabajado durante treinta años de vida, que sea en conjunto un literato, un crítico, un moralista, que tenga la experiencia de un viejo y la infalible memoria de un niño… Y tal vez con todo esto formaréis un abogado completo´´. Habitualmente, pues, el abogado es un trazador de estrategias. (…)

 

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