LA FIGURA DEL ABOGADO EN ESTOS TIEMPOS DE CAMBIO.
LA FIGURA DEL ABOGADO EN ESTOS TIEMPOS DE CAMBIO.
El debate ha sido intenso, Domingo Sánchez Ruiz, uno de los coordinadores de la Plataforma de Interinos del sector público, en el uso de la palabra. (Imagen: E&J)
La figura del abogado está en crisis. Su estatus especial en la sociedad ya no es pacífico. La desregulación, la presión de otras profesiones y profesionales cercanos que se dirigen al mismo tipo de clientes, la nueva sociedad que se configura con las Tecnologías de la Información y la Comunicación, etc., están contribuyendo a cambiar la percepción que se tiene del mismo y de «él mismo´´, como profesional.
Siempre se ha considerado que el abogado, su actuación, su deber, estaba dirigido hacia el interés público y por ello se le había otorgado el monopolio sobre este especial deber de interés público.
De esta forma, el abogado nunca ha sido un comerciante ni un empresario, y de antiguo se ha limitado a «recibir´´ dicho interés público en clase de clientes de todo tipo.
Este esquema y filosofía, ha ido «calando´´ a lo largo de los tiempos hasta la actualidad en todos los profesionales que ejercemos la profesión. Y si consideramos las estadísticas de la profesión, podemos observar que el abogado ya no goza de la misma consideración ni por parte del público al que se dirige ni por los poderes públicos. No tiene ya aquella especial protección por el poder, que ha ido liberalizando parte de las parcelas de su ejercicio, pero en cambio, él, sigue regulando su profesión con respecto a los mismos deberes y obligaciones que antaño, dentro de la llamada deontología, y hasta hace bien poco la publicidad, no era ni permitida.
El abogado no ha reparado en otras disciplinas que le ayuden en el tránsito a los nuevos tiempos, más mercantilistas y de cambio tecnológico y de mentalidad, disciplinas de corte económico y empresarial. El Management no existe en los despachos, en términos generales. No existen conceptos de Estrategia y Organización Empresarial, y ni siquiera la promoción de su actividad.
El abogado aún conserva en sus reglamentos deontológicos regulaciones sobre publicidad, modo de fijación de honorarios, servicios ofrecidos y cuestiones de competencia. El mercado pasa a un segundo plano, y el abogado aún se siente artesano de su trabajo, útil para la sociedad.
El tránsito hacia esta nueva sociedad de servicios y de la información es para todos, y necesariamente el abogado deberá dar cabida en sus conocimientos y estructuras a un concepto más empresarial de la profesión, y todo ello para asegurar la exigencia del mejor aprovechamiento de los medios y de los servicios, dada la mucha mayor competencia y nivel de exigencia de sus clientes que antaño el mismo tenía.
Y ello so pena de ir a una cierta pérdida de nivel de vida de los abogados, sobre todo los más jóvenes y desfavorecidos por el notable aumento en los últimos años del número de profesionales colegiados que ejercen la profesión. (La reciente encuesta del Colegio de Abogados de Barcelona sobre la radiografía de la profesión muestra que aproximadamente el 50% de los nuevos profesionales ejercientes lo son con una antigÁ¸edad de diez años, y la estadística aumenta a tres cuartas partes si abarcamos los últimos veinte años).
El cambio pacífico a concepciones más empresariales se producirá por imperativo de las propias necesidades de la profesión, por maduración de las múltiples e innumerables situaciones derivadas de todos y cada uno de los planteamientos más o menos individuales de los despachos profesionales. Por ello se trata de comenzar a aplicar conceptos básicos de índole empresarial a una profesión necesitada de modernidad, de cambio a otros paradigmas, conceptos y filosofías que la hagan adaptarse mejor a los nuevos tiempos. Se trata en esencia de una nueva visión, de adoptar en definitiva una visión estratégica, al igual que lo hace cualquier negocio o empresa que se crea en nuestro entorno por cualquier persona, y el abogado no puede ser menos. Esta necesidad es cuestión de madurez por parte de los profesionales, y ello sin perder de vista que la Formación en estos aspectos de Management, el Marketing y la Comunicación a los profesionales del derecho, puede ayudar de una manera muy importante a este cambio, acelerándolo, al menos en los abogados y despachos más concienciados.
Finalmente, la visión del cambio se completa con la gestión del mismo cambio y los conceptos esenciales de empresa:
Es preciso pues que el abogado empiece a organizarse mejor, a organizar mejor su actividad, su empresa o negocio, a planificar sus medios y a actuar utilizando la combinación adecuada en cada momento del conjunto de ellos, lo que se llama buscar objetivos, y abandonar el día a día, por una Estrategia de empresa o del mismo negocio, como cuestión de superviviencia dentro de un mundo cada vez más interconectado y dependiente, y sobre todo competitivo.
Son necesarios así conceptos como plan de negocio o de empresa, marketing global y de servicios, etc.
Y además, precisa ello de un cambio de cultura, donde el abogado, cada vez más, deberá poder comunicar corporativamente como negocio o empresa, todo su saber, todo lo que hace, y mantener una Comunicación moderna con su entorno, acercándose al mismo y fidelizándolo. De nada sirve ser el mejor si nadie lo sabe. Sus clientes y sus potenciales clientes necesitan también saber que el abogado es bueno en sus conocimientos por los que lo contratan y que su especialización es una garantía más de la confianza puesta en el mismo.
Al final deberemos concluir que en este tránsito, si el abogado, como un sector profesional más, no puede actuar como un interventor más en la economía, a modo de empresario o sector empresarial, respecto a sus clientes y a su competencia, el mismo irá dejando de ser útil, y su actividad vendrá cada vez más marcada por el mercado y los ciclos económicos, sin capacidad de respuesta suficiente. El mundo será cada vez «más pequeño´´, pero «más inmenso y grande para él´´, donde su impulso dejará de sentirse con la fuerza que tuvo antaño.
Antonio Almenara Pérez
Presidente de la Asociación de Marketing Jurídico.
Socio de la firma Ibáñez & Almenara Abogados