Sobre el coronavirus y la desvergüenza: el presidente del Gobierno apela a la responsabilidad individual
Sobre el coronavirus y la desvergüenza: el presidente del Gobierno apela a la responsabilidad individual
El individuo integrado en una multitud, adquiere, por el simple hecho del número, un sentimiento de potencia invencible, merced al cual puede permitirse ceder a instintos que, antes, como individuo aislado, hubiera refrenado forzosamente. Y se abandonará tanto más gustoso a tales instintos cuanto que por ser la multitud anónima, y en consecuencia, irresponsable, desaparecerá para él el sentimiento de la responsabilidad.
Sigmun Freud (2017:88)
La crisis es un tamiz donde reluce la esencia de las cosas: la virtud, la mediocridad y la falta de tino. Antes teníamos serias sospechas, ahora sabemos que nuestro ejecutivo no ha sido lo suficientemente diligente en la gestión de esta crisis.
Nuestro Gobierno es valedor de la conciencia social. En su rosario de términos a explotar todo tiene un cariz social. El colectivo prevalece ante el individuo y todo impulso ha de estar movido por los designios de la élite burocrático-funcionarial, capaz de identificar las verdaderas necesidades sociales. La promoción de tales objetivos “sociales”, a su vez, justifican su existencia, su cometido mesiánico, y de paso garantizan sus privilegios: su inmunidad y su seguridad ante lo inestable.
Este Gobierno mix de socialistas sin entidad ideológica y comunistas reciclados -algunos declarados-pretende construir mentalidades donde haya desaparecido el sentido de responsabilidad individual, pues el individuo, siempre, queda desdoblado en el colectivo.
El 8-M es un ejemplo exacto de ese experimento social: cientos de miles de personas vinculadas en torno al objetivo común de asaltar la justicia y fulminar nuestros derechos y libertades. El individuo se disuelve en la masa, y el objetivo adquiere potencia.
Ahora sabemos que nuestro Gobierno, cinco días antes de la celebración de las manifestaciones del 8-M, desoyó las recomendaciones del Centro Europeo para el Control y Prevención de Enfermedades (ECDC), quien instó a las autoridades de cada estado miembro a “evitar actos multitudinarios innecesarios”. Ahora sabemos también que la propagación del COVID-19 se ha multiplicado por la aglomeración que se produjo en las citadas manifestaciones.
La responsabilidad individual
El presidente del Gobierno, ahora, apela a algo inédito en su habitual vocabulario: a la “responsabilidad individual”. Es decir, está al chocolate y a las tajadas. Ayer, conciencia social. Hoy, responsabilidad individual. Es curioso.
En efecto, no hay mecanismo más útil para la supervivencia de una sociedad que el sentido de responsabilidad individual. Las sociedades más prósperas son aquellas en las que el individuo prevalece ante la masa, pues no hay necesidad de recibir instrucciones para hacer lo correcto. Lo correcto hubiera sido quedarse en casa el 8-M, pero asistimos a un fatuo ejercicio de “conciencia colectiva”.
Cabe preguntarse, ahora ¿Quién pagará los desmanes de la crisis económica? ¿Quién redimirá de culpa a los irresponsables? ¿Quién trabajará más para arreglar los desaguisados de la histeria colectiva? Los responsables.
Y únase a los autos de su razón.