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Una lacra que arrastramos desde tiempos inmemoriales

"Existe presión para que las mujeres puedan ser socias"

Carmen Varela Álvarez

Socia directora de Carmen Varela, Abogados de Familia




Tiempo de lectura: 2 min

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Una lacra que arrastramos desde tiempos inmemoriales

"Existe presión para que las mujeres puedan ser socias"

En los últimos años, las mujeres en el sector legal en España han logrado avances significativos, pero aún tenemos por delante una serie de retos por lograr, especialmente en los grandes despachos: su reconocimiento igualitario entre los socios y directivos de estos, encontrándonos todavía con mayoría de socios hombres.



Primer reto: romper el techo de cristal

Esto es muy significativo, pues aunque todas las estadísticas coinciden en que la mayoría de graduados en Derecho son mujeres, quienes también tienen esta mayoría entre la abogacía ejerciente y la judicatura, su representación en posiciones de liderazgo dentro de despachos de abogados y en la judicatura sigue siendo baja. Este fenómeno se conoce como «techo de cristal», un tope invisible que dificulta a las mujeres alcanzar niveles altos de responsabilidad.

Segundo reto: acabar con la diferencia salarial

No solamente existe el techo del cristal al que antes he hecho referencia, sino también una significativa diferencia salarial entre hombres y mujeres, ya que nosotras continuamos cobrando mayoritariamente menos que nuestros homólogos masculinos, incluso cuando tenemos el mismo nivel de experiencia y responsabilidad.



Pero, ¿por qué ocurre esto? No existe ningún criterio objetivo ni económico que lo justifique, así que supongo que es una lacra que arrastramos desde tiempos inmemoriales y contra la que debemos seguir luchando.

Tercer reto: conciliación de la vida laboral y familiar

Afortunadamente, la ‘revolución’ que las nuevas generaciones están realizando en los Big Four está provocando la reducción de las inacabables jornadas laborales, que finalizaban a las 22.00h o 23.00h e impedían todo tipo de conciliación familiar. Ahora bien, todavía existe una enorme presión para que las mujeres puedan ser socias de estas firmas y cumplir altas expectativas.

Por tanto, aquellas que tienen hijos pequeños encuentran difícil conciliar su vida profesional con la familiar, pues el resto de sus homólogos masculinos verán dicha circunstancia como un hándicap para acceder a puestos de socias o de alta responsabilidad. Esto continúa obligando a muchas profesionales a elegir entre su carrera y sus responsabilidades familiares.

Lo mismo sucede con la formación continua y la actualización en nuevas especializaciones legales o en la adquisición de competencias para la gestión de despachos y organizaciones. Las responsabilidades familiares llevan al resto a suponer que las mujeres tienen menos tiempo disponible, sin darse cuenta de que, quizás, como me sucedió a mí cuando fui madre, no es que tengan menos tiempo, sino que necesitan un horario diferente, adaptado a tener hijos pequeños y a un menor “presencialismo”, lo que no significa en modo alguno menor dedicación, rentabilidad o responsabilidad.

Citaría muchos otros retos que aún tenemos por delante, como romper estereotipos de género —por ejemplo, la idea de que las mujeres somos más “blandas” al dirigir equipos—, la falta de liderazgo femenino en posiciones visibles y la dificultad de la promoción interna en los grandes despachos, especialmente entre mujeres jóvenes.

A pesar de los desafíos pendientes, debemos seguir trabajando en ese camino hasta lograr una igualdad “desigual”, es decir, igualdad de condiciones, pero adaptada a un hecho exclusivamente femenino como el embarazo y la maternidad, que no nos hace menos competentes, pero sí genera necesidades fisiológicas y horarias distintas. Esto es fundamental para que las mujeres no tengan que elegir entre su carrera profesional y la maternidad, y para que la abogacía no pierda grandes juristas.

Ser abogada en ejercicio es un lujo, pero debemos continuar luchando por todas aquellas mujeres que, todavía, son discriminadas por sus circunstancias y no por su capacidad.

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