1990: el crimen de Puerto Hurraco
Los hermanos Izquierdo asesinaron a nueve personas, entre ellas dos niñas, por unas viejas rencillas familiares
Momento de la detención de los hermanos Izquierdo (Foto: Google)
1990: el crimen de Puerto Hurraco
Los hermanos Izquierdo asesinaron a nueve personas, entre ellas dos niñas, por unas viejas rencillas familiares
Momento de la detención de los hermanos Izquierdo (Foto: Google)
Puerto Hurraco es una pedanía de Benquerencia de La Serena, en la provincia de Badajoz, situada a nueve kilómetros de la localidad. Esta zona, cuyo principal medio de subsistencia es la agricultura, fue durante muchos años uno de los más pobres de España. Según los cronistas, en los años 70 llegó la electricidad y hubo que esperar hasta los 80 para que las casas tuvieran agua corriente y las calles fueran asfaltadas.
En la página web de La Serena se explica que “el origen del asentamiento de Puerto Hurraco se remonta a los tiempos de la dominación musulmana. Además, en los altos de la sierra, popularmente conocida como Sierra Lora, pueden observarse restos de edificaciones prehistóricas. El núcleo y sus anejos están situados en las pendientes y faldas de las sierras de Castuera, Oro y Tiros”. Según datos del Instituto Nacional de Estadística de 2020, la localidad tenía 98 habitantes en 2020.
Esta web muestra un lugar agradable, con mucha naturaleza y al que puede apetecer ir, sobre todo porque en los alrededores hay multitud de puntos de interés y museos de todo tipo.
En la película de John Ford El hombre que mató a Liberty Valance, un abogado interpretado por James Stewart se supone que mata a un peligroso forajido llamado Liberty Valance. El abogado llega a ser senador. Un buen senador. Sin embargo, cuando viajando en un tren, le pide algo a un mozo, éste le contesta: “Nada es suficiente para el hombre que mató a Liberty Valance”. Algo parecido le pasa a Puerto Hurraco. La pedanía ha vivido un luctuoso hecho que parece haber marcado para siempre su historia.
Una historia de odio
El 23 de agosto de 1990, los hermanos Emilio y Antonio Izquierdo asesinaron a tiros a nueve personas en Puerto Hurraco e hirieron a otras doce. Entre los fallecidos había dos niñas de 13 y 14 años. Este tiroteo fue como la explosión de una gran burbuja de odio que se venía hinchando desde hacía más de 20 años.
Corrían los años 60, y aunque la Guerra Civil y la posguerra empezaban a quedar lejos, la necesidad en muchas zonas de la España rural como Puerto Hurraco apremiaba. Con una economía basada en el grano, la aceituna y la ganadería, las tierras y el ganado eran el verdadero sustento de la región.
En esos años se produjo una disputa de lindes ente la familia Cabanillas, conocidos en la zona como los Amadeos, y la familia Izquierdo, a los que apodaban los Patas Pelás. Parece que Amadeo Cabanillas entró con el arado en la finca que Manuel Izquierdo tenía en Puerto Hurraco. El 22 de enero de 1967, Jerónimo, el mayor de los Izquierdo, mató a puñaladas a Amadeo Cabanillas en una era cercana a Puerto Hurraco. El homicida cumplió una condena de 14 años.
Venganza por la muerte de la madre
La muerte de Amadeo Cabanillas y el encarcelamiento de Jerónimo no sirvió para cerrar rencillas. El 18 de octubre de 1984 Isabel, la madre de los Izquierdo murió en un incendio que se había declarado en su casa. La investigación de los peritos concluyó que había sido un accidente, pero esta conclusión no convenció a los cinco hijos de la fallecida, Jerónimo, Emilio, Antonio, Luciana y Ángela, que acusaron a los Amadeos de haber provocado el incendio. Dejaron Puerto Hurraco y se fueron a vivir a Monterrubio, a diez kilómetros de la pedanía, pero no perdonaron.
En 1986 Jerónimo Izquierdo decidió vengar la muerte de su madre. Volvió a Puerto Hurraco y apuñaló a Antonio Cabanillas igual que hizo con su hermano casi dos décadas antes. Pese a quedar herido grave, Antonio Cabanillas consiguió salvar la vida. Por este hecho, Jerónimo Izquierdo ingresó en el psiquiátrico el 8 de agosto de 1986. Murió a los nueve días. La matriarca de los Patas Pelás no había sido vengada, pero solo de momento. Cuatro años después, sus otros dos hijos varones, Emilio y Antonio, se cobraron la revancha. Y con creces.
El crimen
26 de agosto de 1990, domingo. Cuentan las crónicas que hizo mucho calor todo el día. En la localidad había más gente de lo habitual dado que era verano y que hasta la pedanía se desplazaban a pasar las vacaciones familiares de los pocos habitantes que quedaban en el pueblo y que se habían ido a otros puntos de España a buscarse la vida.
A eso de las 18:00 horas, Antonio y Emilio Izquierdo que entonces tenían 56 y 52 años respectivamente, se despidieron de sus hermanas en su casa de Monterrubio de la Serena asegurando que se iban a cazar tórtolas. Salieron armados con escopetas del calibre 12 y con abundante munición de postas. Según las crónicas de la época, fue poco antes de las diez de la noche cuando accedieron al pueblo a través de un callejón.
Después del día de calor, la gente disfrutaba a la calle de la fresca y los miembros de la familia Cabanillas se encontraban juntos. Esto facilitó su venganza a los Izquierdo, que llegaron a Puerto Hurraco con la intención de liquidar a todos los miembros de la familia Cabanillas que pudieran. Su principal objetivo era Antonio Cabanillas, que ya había sido objeto del intento de asesinato por parte de Jerónimo Izquierdo en 1986.
Las primeras en caer fueron Antonia y Encarnación Cabanillas, dos niñas de 14 y 13 años respectivamente y que eran hijas de Antonio Cabanillas. A las dos las dispararon a bocajarro. Le siguió Manuel Cabanillas, quien encontró la muerte al salir de uno de los edificios, alertado por el ruido de los impactos. Aunque iban a por los Amadeos, los hermanos Izquierdo terminaron disparando a cualquiera que se les pusiera a tiro.
Otra vecina, Araceli Murillo Romero, fue alcanzada por dos disparos cuando iba a socorrer a las niñas, mientras que José Penco Rosales también fue tiroteado. Asimismo, los hermanos Izquierdo dispararon contra tres vecinos que trataron de abandonar el pueblo de forma desesperada: Manuel Benítez, Antonia Murillo Fernández y Reinaldo Benítez -los dos últimos murieron en el acto-. En total hubo nueve asesinatos –los fallecimientos de Andrés Ojeda Gallardo e Isabel Carrillo Dávila se produjeron posteriormente-, y una docena de personas resultaron heridas. Alguno de los heridos quedó relegado a una silla de ruedas para siempre.
En pleno tiroteo, y tras el desconcierto inicial, la gente del pueblo comenzó a llamar a la Guardia Civil. Una dotación de la Guardia Civil de Monterrubio llegó en cuestión de minutos a Puerto Hurraco, pero no llegaron a salir del coche. Los dos fueron heridos por los Izquierdo, que los recibieron a tiros. Una vez cumplida la venganza, los hermanos huyeron al monte.
Caza a los asesinos
La Guardia Civil movilizó a 200 efectivos en la búsqueda de los Izquierdo. Cortes en las carreteras, perros adiestrados, todoterrenos y helicópteros fueron movilizados en la operación policial. A las nueve de la mañana del día siguiente a la masacre, Antonio y Emilio Izquierdo fueron capturados por la Guardia Civil. Ambos habían estado durmiendo en el bosque. Según las crónicas de la época, Emilio aseguró que “si no me cogen, hubiera ido al entierro a matar a más gente” y añadió que “estoy tranquilo tras vengar la muerte de mi madre”. Los dos detenidos fueron conducidos al juzgado de Castuera (Badajoz), cerca de Puerto Hurraco.
Las hermanas, Luciana y Ángela, de 62 y 49 años respectivamente, huyeron de su casa de Monterrubio de la Serena y llegaron en tren a Madrid, aunque a los cuatro días (el 30 de agosto de 1990) tuvieron que regresar a Castuera para declarar ante el juez, ya que se sospechaba que habían sido las instigadoras de las muertes. Cuando viajaban a Castuera bajo custodia policial afirmaron que “vamos muertas, llevamos el estómago revuelto por todo lo que ha sucedido. Quien diga que somos culpables de haber inducido a nuestros hermanos que lo diga delante de nosotras, si se atreve”.
A las puertas del juzgado esperaba Antonio Cabanillas, el padre de las dos niñas asesinadas, con un gran cuchillo oculto, pero fue desarmado y detenido por la Guardia Civil, que custodiaba el edificio ante las probables represalias.
No estaban enajenados
El juicio a los Izquierdo comenzó tres años y medio después de los acontecimientos y fue seguido por toda la prensa nacional. Desde el principio, el abogado se esforzó en demostrar que sus clientes eran unos enajenados mentales que habían perpetrado los asesinatos fuera de sí.
En el transcurso del juicio los Izquierdo trataron de reforzar esta línea. Emilio, por ejemplo, aseguró que “no sé lo que pasó. Salimos mi hermano y yo de casa, pero no íbamos con ninguna intención de matar. Mi cabeza se quedó en blanco, no sé lo que hice. Tampoco recuerdo si iba armado, solo que nos dirigimos al campo, pero sin idea de matar. Cuando me empecé a dar cuenta de lo que ocurrió fue cuando me despertó un Guardia Civil”.
Por su parte, Antonio centró su defensa en que se había visto obligado a acompañar a Emilio, pero que no había disparado a nadie. “La Guardia Civil la ha tomado con nosotros. Realicé varios disparos al aire para avisar a la gente. Disparé para avisar al personal. No sabía que iba a una matanza, si llego a saberlo no habría ido con él” declaró.
Sin embargo, los forenses refutaron esa línea de defensa. Guillermo Fernández Vara, actual presidente de la Junta de Extremadura, fue uno de ellos en su calidad de director del entonces denominado Centro Médico Forense de Badajoz, lo que en la actualidad es el Instituto de Medicina Legal. Fernández Vara, que entonces tenía 30 años, fue el encargado de hacer los informes psiquiátricos de los cuatro hermanos y de asesorar al tribunal para dictaminar si debían ir a prisión o a un hospital psiquiátrico».
Sobre los hermanos Izquierdo, Vara ha señalado que «no considero que los hermanos fueran de pocas luces. Eran de aspecto primitivo, pero manejaban una explotación agrícola considerable y tenían filosofía de vida evidente».
La condena
Esto es algo con lo que finalmente estuvo de acuerdo el juez, que condenó a los Izquierdo a 684 años de cárcel y 300 millones de pesetas de indemnización (1,8 millones de euros). El juez destacó en su auto que la inteligencia de los hermanos “está dentro de lo normal, hecho que queda corroborado porque eran capaces de manejar un rebaño de unas mil ovejas, tenían fincas arrendadas y poseen, con la crisis que atraviesa el campo, una cartilla de diez millones de pesetas«.
El fallo añade que “perfilaron un plan de exterminio del mayor número de habitantes posibles de la localidad de Puerto Hurraco” y destaca de ellos «un primitivismo cultural y un empobrecimiento afectivo que determina el desprecio por la vida humana». “Los acusados alimentaban sus propias fobias y obsesiones debido a un anormal aislamiento social y a la convivencia en un grupo cerrado (en referencia a todos los hermanos)», prosigue el relato del juez.
Por su parte, las hermanas de los homicidas fueron acusadas por el fiscal de haber inducido a los crímenes, pero dos años después fueron exculpadas al no encontrar el juez pruebas que demostrasen su implicación directa en aquellos hechos. Sin embargo, fueron ingresadas en el Hospital Psiquiátrico de Mérida por recomendación médica, ya que les diagnosticaron un proceso paranoide y un trastorno delirante compartido relacionado con la venganza por la muerte de su madre.
Un trágico final para la familia
Los cuatro hermanos Izquierdo han fallecido ya. La primera en morir fue Luciana, a quien muchos consideran la jefa del clan Izquierdo y la inductora principal de los crímenes. Falleció el 1 de febrero de 2005, a los 77 años, en el psiquiátrico en el que había sido recluida. Diez meses después falleció su hermana, también en el centro médico, a los 64 años.
El 15 de diciembre de 2006 falleció en la prisión de Badajoz Emilio Izquierdo. Tenía 72 años. A su hermano Antonio, que también estaba recluido, se le dio un permiso para acudir al entierro. Según relata la prensa que cubrió el sepelio, dijo ante la tumba de Emilio: “Hermano, te vas con la satisfacción de que tu madre ha sido vengada”.
En abril de 2010 Antonio Izquierdo fue encontrado muerto en su celda. Se había ahorcado con una sábana del módulo de enfermería del penal de Badajoz. Tenía 72 años.
Ya no queda nadie de los Patas Pelás. De sus enemigos, la familia Cabanillas, los padres de las niñas asesinadas siguen viviendo en Puerto Hurraco. La hermana de las dos pequeñas asesinadas, que se no murió por puro azar, vive en una población cercana. Está casada y es madre.
Y también queda Puerto Hurraco, una pedanía que lucha por vender la belleza de la sierra que la rodea, su gastronomía o los museos de todo tipo que hay en localidades de alrededor. La vida sigue, pero la muerte parece permanecer en esta pequeña pedanía de poco menos de 100 habitantes. El recuerdo de lo ocurrido el 23 de agosto de 1990 está aún muy presente.