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Abogados: lo que los clientes deben saber.

Tiempo de lectura: 6 min



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Abogados: lo que los clientes deben saber.

(Imagen: el blog de DIGI)



 

1. El valor de la sala
Hace falta mucho valor para hablar en sala. Nos encontramos ante una actuación  pública donde:
– A diferencia de los actores de cine,  no se nos permite repetir  nuestro alegato si no lo  hemos hecho como nos hubiera gustado realizarlo.
– A diferencia de los actores de teatro, no tenemos  tiempo para memorizar un papel durante un mes entero para no  dejar nada a la improvisación. De hecho, el abogado deberá de improvisar a menudo para reaccionar a las estrategias del compañero en pocos segundos.
– A diferencia del político, no nos encontramos con un auditorio entregado por completo, sino más bien  absolutamente hostil en la mayoría de las ocasiones.
– A diferencia de una ponencia, donde el ponente tiene cierta autoridad sobre los participantes o alumnos, la  autoridad la tiene el Juez.
Hace falta mucho valor, y a la vez, disponer de habilidad dialéctica, dominio de la escena,  un dominio  máximo del tema y una psicología especial para poder  convencer al juez cuando el compañero   suele ser igual o mejor que nosotros.
Nuestros  clientes deberían   de saber, para poder valorar más nuestro  trabajo,  la tremenda dificultad de plantear  una defensa en sala. Si tan fácil ven luchar  con  otros “gladiadores” en sala sólo tienen que  usar la imaginación e imaginar que ellos son los abogados. Este ejercicio de pocos segundos consigue  que muchos clientes sientan y valoren,   aunque sea de forma mínima,  el trabajo  de un abogado en estrados.
Nos encontramos ante uno de los mayores y más difíciles artes del mundo de la elocuencia: La oratoria procesal…Y todavía, por desgracia,  muchos compañeros desprecian la enseñanza de tal habilidad.



2. Lo más duro que hacemos por ellos.
Sin lugar a dudas, lo más duro que hacemos por ellos es intentar no responder a las “ vejaciones” de nuestro  ego profesional que padecemos cuando, jueces sin ningún tipo de respeto hacia nosotros,  nos intentan poner en ridículo en presencia de nuestro  cliente, tengan o no razón procesal, aunque, en general, priman los que nos respetan. Porque lo que es razón personal,  nadie tiene  derecho a  faltar el respeto a otra persona, y menos  en público, y mucho menos,  cuando  todos los participantes de un juicio debemos de colaborar juntos de alguna u otra manera, para conseguir que el ciudadano  tenga una imagen de la justicia lo más digna posible.
Y la verdad, aguantamos todo lo que padecemos  en sala por ellos, nuestros clientes. Y aguantamos quedar como profesionales sin dominio del tema, por ellos, y aguantamos que se nos cuestione nuestra  pericia  procesal por ellos, para que  el juez no trasforme sus valoraciones negativas  y,  en ocasiones,  con  no muy buenos modales,   hacía nosotros, porque no le gusta como lo hacemos en sala, en una valoración negativa de nuestra pretensiones, que sin duda, perjudicaría a nuestros clientes.
No, el ejerció Jurisdiccional  no es del todo objetivo, en muchos casos donde la duda existe, la valoración subjetiva  que el  propio  juez haga de nosotros o de la acción que planteamos va a incidir en el resultado final. Esto último lo sabemos todos los abogados, pero no así nuestros clientes.
Nuestros  clientes, no entienden  que no  reaccionemos  con dureza ante  los comentarios,  en ocasiones  faltos de respeto del juez  a nuestras posiciones procesales, no en el fondo , sino en la forma,  de la que se deriva una  falta el respeto, que  implica faltárselo a los clientes.
Nuestros  clientes no entienden que si reaccionamos como realmente  queríamos hacerlo en defensa de nuestra dignidad y respeto hacia nuestra labor profesional, su acción corre un serio peligro. Insisto,  un serio peligro.
Nuestros clientes no entienden,  y deben de saberlo, que cuando  un juez nos falta el respeto por defender sus intereses  sufrimos un tremendo estrés que no solo  padecemos en sala , sino que   nos lo llevamos a nuestros despachos, lo compartimos con nuestros  compañeros, lo padecen clientes que no tiene culpa de nada, dado que nuestro ánimo esta por los suelos y no se trabaja de la misma manera,  y lo que  sin lugar a dudas es  peor, nos lo llevamos a nuestra casas y nuestras parejas y familia  lo padecen, unas veces de forma indirecta,  y otras de forma directa ,ante la imposibilidad de contestar, ni si siquiera de una forma totalmente educada y respetuosa al juez en sala.
En realidad estamos “atados “a la responsabilidad de nuestra defensa…muchos jueces lo saben y sin duda se aprovechan de ello, otros también lo saben, y sin duda nos entienden y son comprensivos con nosotros, pero la verdad es que  nuestros   clientes deberían de saber  que en no pocas ocasiones nos callamos por ellos, sufrimos  por ellos, antes , durante y después de sala, y que si nos callamos y no respondemos procesalmente,  o personalmente, exigiendo  un respeto absoluto  a nuestro  trabajo en presencia de nuestro cliente  cuando se nos ataca a nuestra  dignidad en sala, es por una  total responsabilidad hacia ellos.
3. Nuestras noches de trabajo.
Los abogados somos trabajadores cerebrales no manuales,  se nos paga para que intentemos ganar los pleitos, hacer buenos contratos, cerrar negociaciones razonablemente  positivas para los intereses de nuestros clientes y, en definitiva, para ser sus verdaderos “guardaespaldas” jurídicos que les permitan realizar un negocio jurídico, o intervenir en un proceso con  las mayores garantías posibles.
La teoría especificada en el párrafo anterior está muy bien, pero; ¿cuándo podemos realmente trabajar con la tranquilidad suficiente como para realizar un trabajo de calidad?
La mayoría de nuestros clientes piensan que  somos “maquinas automáticas de generar pensamientos jurídicos“ y que  la  inspiración, la reflexión, y la paciencia necesaria  para saber generar un trabajo de calidad  va implícita en la minuta pagada.
Si, va implícita, pero  necesitamos pensar  con tranquilidad para trabajar con la máxima calidad posible, tranquilidad que no facilita el nivel de trabajo  y   de estrés que todos  tenemos hoy en día.
Hay  algo que nuestros clientes no saben y deberían  de saber en este punto…las noches que trabajamos por y para ellos. Las horas de sueño que nos quitamos de nuestra salud para poder buscar dentro de los espacios del tiempo  unas horas de tranquilidad, unos breves  momentos  de inspiración de los que sólo se benefician ellos, porque si los utilizáramos para mejorar nuestras vidas a nivel personal y emocional, no dudéis que mucho mejor nos  iría a todos los abogados.
Cuando  nos llaman al despacho y no estamos  o  nos encontramos reunidos piensan que ese día no hemos estado con su asunto. Puede que tengan razón o puede que no. Puede que esa misma noche después de cenar “robemos” tiempo a  nuestras parejas para dedicarnos a ellos.
Nosotros los abogados no solemos descansar casi nunca. Nuestra responsabilidad no está pagada ni de lejos conforme el tiempo, ya no en el despacho, sino fuera de él que  les dedicamos. Nos despertamos por la noche con una idea para  “armar” una demanda o contestación. Cuando  estamos de  vacaciones  nos llaman, sin saber que ese día ya nos lo han estropeado, al volver a pensar en el trabajo del que llevamos días intentando desconectar.
Nuestros clientes deberían de saber, por tanto, que cuando  nos encargan un trabajo, lo añadimos a la “mochila” de responsabilidad que siempre va con nosotros a todas horas, y que muchos de nosotros, en no pocas ocasiones,  envidiamos al trabajador que trabaja sus ocho o nueve horas y desconecta al salir del trabajo. Desconexión  que no existe en nuestra profesión   en la mayoría de las ocasiones…y eso se debe de  valorar. Y mucho.
4. ¿Por qué negociar  cuando, a veces, es más sencillo pleitear?
Nuestros  clientes deberían  de saber que  para la mayoría de nosotros, resulta mucho más fácil presentar una demanda o  realizar una  contestación que negociar sus intereses con la parte contraria y con ellos personalmente.
En el fondo:
¿Por qué  discutir con nuestro cliente para hacerle ver que lo que le ofrecemos en una propuesta de acuerdo,  podría ser mucho mejor que lo que le podría esperar de un proceso judicial, largo, costoso, y sin plenas garantías?
¿Por qué discutir con los familiares y amigos cercanos de nuestro cliente lo que es mejor para él?
¿Por qué sufrir el desgaste y  la desconfianza que genera el no proponer el acuerdo que realmente quiere el cliente según sus expectativas?
¿Por qué  aconsejar a nuestro cliente que “ cure” con un acuerdo la tremenda “ herida” que le ha ocasionado la parte contraria, ya sea en un proceso de familia, un accidente, o en un impagado que le ha llevado al borde  de la ruina.?

Esta es la respuesta: Lo  hacemos por ellos. En su beneficio. Y tienen que saberlo para poder valorarlo.
Los abogados con  cierta experiencia tenemos una especia de “bola mágica”  ya que intuimos que  si un cliente no firma lo que le ponemos encima de la mesa, se pueden derivar mayores problemas para él. En el fondo,  creemos saber con cierta certeza lo que les puede pasar,  por que los procesos son muy parecidos y  sus resultados altamente previsibles; la conducta del que no quiere pagar, la persona  que comete malos tratos sobre su pareja, el conductor que no respeta las normas de tráfico despreciando  la vida de los demás conductores, el padre que oculta sus ingresos reales para pagar menos, la madre que utiliza a sus hijos para hacer la  vida imposible  al padre,  el empresario que despide al trabajador por causas objetivas para ahorrase los 45 día por año, los familiares que discuten una herencia sacando a relucir sus  desavenencias personales alimentadas durante años.
Por lo tanto, mi consejo en este punto es el siguiente; hay que dejarles  claro  a nuestros clientes  que en muchos  casos es mucho más sencillo para nosotros interponer una acción judicial, que pelearnos con todos los implicados en un   conflicto. Que  si intentamos que firme un acuerdo lo hacemos por ellos, para  conseguir  un resultado razonablemente bueno  para sus intereses que  evite la incertidumbre y  la gran duración de un proceso.

En definitiva, si nosotros  no hacemos ver a nuestros clientes la dificultad y dureza de nuestro trabajo, los clientes no lo van a valorar como  realmente se merece.
Normal. No nos quejemos, si no somos capaces de  vender bien nuestro trabajo.



PARA SABER MÁS:
“Las  cuatro habilidades del abogado eficaz” 4ª edición . Editorial Colex.  Julio García Ramírez

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