Afganistán: un toque de atención a Europa
Afganistán: un toque de atención a Europa
- Los ciudadanos europeos queremos, necesitamos, de una respuesta conjunta y firme acerca de episodios como la caída de la ciudad de Kabul
Como defendía el jurista alemán F.K. Von Savigny, el espacio ha sido una limitación más de la aplicación del Derecho. Entre las nociones más básicas de Derecho Internacional Público, se dice que si los Estados circunscriben su poder al ámbito de sus fronteras, se debe a dos cuestiones esenciales: cuestiones prácticas, puesto que no tienen fuerza coactiva más allá de su territorio; y cuestiones de buena política, el respeto que presumiblemente se ha de guardar a las soberanías extranjeras. Sobre este último, surge el debate de si ciertamente no hay excepciones en el mundo que nos lleven a discutirlo, como es la aniquilación de Derechos Humanos (DDHH) y de libertades tan elementales como las que vuelven a perderse en Afganistán.
Parto de unos sencillos apuntes históricos que, como siempre, logran alumbrar nuestra realidad. Los talibanes son un movimiento político y paramilitar afgano de ideología fundamentalista islámica. Fundados por el mulá Omar a principios de los 90, en 1996 tomaron el control de Afganistán y fundaron un emirato islámico. Impusieron la “sharía” (la ley islámica) y una radical implantación del islam en el ámbito político, legal y social: los hombres debían llevar barba, las mujeres cubrirse con burka, se hicieron frecuentes los castigos públicos…
En 2001, con ocasión del atentado terrorista del “11-S” en Nueva York, la OTAN (liderada por EEUU y Reino Unido) derrocó el régimen talibán, quien había apoyado y protegido al también grupo terrorista islámico Al-Qaeda, con su líder Osama Bin Laden.
Hace unos meses, cuando la administración Biden anunció la retirada definitiva de Afganistán, los talibanes vieron su oportunidad y prepararon la ofensiva definitiva que como ya todos sabemos, ha devuelto el poder al régimen talibán tras conquistar Kabul. Y en este punto es cuando surge el siguiente interrogante: ¿dónde queda el papel de tantas organizaciones internacionales y de los Gobiernos occidentales?
Naciones Unidas, la OTAN, el Consejo de Europa, la UE… Son organizaciones de muy diversa índole, con distintos objetivos y diversos integrantes, pero hay un fin que todas ellas tienen en común, es la lucha por la libertad y la defensa de los DDHH. Quizá haya países cuya presencia en estas organizaciones internaciones no deje de ser una mera fachada plagada de hipocresía, como es el caso de China; sin embargo, lo que verdaderamente me preocupa es el papel de los países de nuestro entorno en esta materia.
EEUU es un verso suelto, una superpotencia orgullosa de ostentar el cargo y únicamente temerosa de que el gigante chino llegue a hacerle sombra. En cualquier caso, nunca ha dudado de la necesidad de intervención militar en aquellos lugares donde la libertad peligraba. Aunque, por desgracia, parece que el nuevo gobierno demócrata va por otros derroteros. La UE, sin embargo, y si bien es cierto que la política militar continua siendo una competencia exclusiva de los estados miembro (en el caso de España, art. 149.1.4º CE), no es capaz de ver que los ciudadanos europeos queremos, necesitamos, de una respuesta conjunta y firme acerca de episodios como la caída de la ciudad de Kabul. Soy consciente de los avances realizados, y de los retos que se le presentan a los 27, pero hay uno del que no puede seguir huyendo: la defensa a ultranza de los valores constitutivos de la UE.
George Steiner, en La idea de Europa, nos recuerda que ésta procede del eje Roma-Atenas-Jerusalén. ¿Y por qué digo esto? Porque nadie puede huir de su pasado, el pasado hace un poso que nos configura. Y esta Europa, configurada sobre la razón y los clásicos grecorromanos, y la fe cristiana, resurgió en forma de las Comunidades Europeas que hoy conocemos como Unión Europea. Mientras nos preguntamos por el modelo de política internacional y la dimensión que los Estados Miembros están dispuestos a aceptar, no podemos olvidar el respeto de la dignidad humana, la libertad, la democracia, la igualdad y el respeto al Estado de Derecho y a los Derechos Fundamentales (art. 2 del Tratado de la UE); no condenar firmemente la toma de Afganistán por los talibanes, es no defender todos estos valores, que representan lo que verdaderamente somos. Y esta defensa es una actuación previa, ¿qué pueden decirle la Sra. Von der Leyen, Presidenta de la Comisión Europea y el Presidente Sánchez a todos los afganos que llegan hoy a la base militar de Torrejón de Ardoz huyendo de la que ha sido su casa? ¿Qué van a decir si callaron cuando debían hablar?
El Comandante y Sargento Mayor del Cuerpo de Marines Norteamericanos publicaba estos días un escrito en el que retóricamente preguntaban “was it worth?” (“¿Valió la pena?”), en referencia a todos esos compañeros y compatriotas caídos durante estos años en la guerra de Afganistán. Y para mi sorpresa, ellos mismos admitían que sí. Y si tan respetables profesionales, que han defendido la libertad con su propia vida guardan la esperanza en un mundo mejor, ¿por qué no vamos a creer los demás?
Nuestra civilización occidental lleva tiempo tambaleándose, y como bien advierten autores como Santiago Cantera en La crisis de Occidente: orígenes, actualidad y futuro; yo también creo que aún hay lugar para la esperanza y nuestro renacer; pero prima recordar de donde venimos, qué somos y qué nos ha traído hasta aquí, para retomar nuestro rumbo y el de nuestras instituciones. Y en ese camino, el Derecho Internacional ha de ser un instrumento más de apoyo que nos lleve a buen puerto. Si bien, el rumbo sólo podemos ponerlo nosotros como sociedad.