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Artículos

El estado de Derecho y su traición a los jóvenes

En España, el Estado se ha convertido básicamente en un pagador de rentas

(Foto: Europa Press)

Roberto Muñoz Fernández

Socio en Muñoz Navarra Abogados




Tiempo de lectura: 6 min

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El estado de Derecho y su traición a los jóvenes

En España, el Estado se ha convertido básicamente en un pagador de rentas

(Foto: Europa Press)



Una de las ventajas del ejercicio de la abogacía en un despacho pequeño e imbricado en su entorno, es la facilidad para poder ver el pulso de la sociedad y entender sus verdaderos problemas. Y ello junto a contar 35 primaveras, y por tanto tener relativa experiencia para comprender las vivencias y la suficiente juventud para aún estar ilusionado con el futuro.

Cuando cayó Afganistán, fueron numerosas las voces que afirmaron que ello suponía la muerte de Occidente y demás chorradas varias -me pregunto, con ironía, si va a resultar que los emiratos del golfo son también Occidente- que hicieron cuestionarme por qué esta sociedad ha llegado ya a tratar la verdad como un cabo suelto de la mentira. Para entender fácilmente qué pasó, que está pasando, y así deducir qué pasará, se hace necesario aclarar ciertos mitos que machaconamente nos bombardean cada día. Es cierto que tenía razón Bonaparte con aquello de la historia es un puñado de mentiras inventadas, pero también lo es que la verdad acaba aflorando.



Para empezar, no es cierto que el Estado de bienestar Occidental actual surgiera como reactivo a la Unión Soviética. Ésta, fundada en 1922, fue un Estado paria hasta que, tras la Segunda Guerra Mundial, el mérito de haber sido el único país capaz de parar primero, con sus propios méritos, la embestida nazi; seguido del alto coste humano que empleó para pulverizar la máquina de guerra alemana -unido a la ocupación resultante de media Europa, claro está- fue lo que garantizó su estatus de potencia, y tras la posesión de la bomba de hidrógeno, de superpotencia y régimen alternativo.

Por muchas charlas TED sobre motivación o control del futuro, al final acabarán dándose cuenta que el legislador aseguró un oligopolio a favor de sus ascendientes

No olvidemos que el New Deal, base del Estado de bienestar actual, se puso en marcha en 1933, tras la Gran Depresión, cuando el experimento socialista llevaba ya en marcha más de una década. Y fue el peligro del fascismo, y no del comunismo, lo que obligó a Roosevelt a mover ficha. Tras la guerra, la constatación del peligro que suponía dejar a las clases medias empobrecidas y apartadas del núcleo verdadero de la democracia hizo a todas las democracias occidentales tomar conciencia de ello y potenciar este modelo; modelo aupado por los democristianos en general; sin perjuicio de que las democracias escandinavas encontraran el mismo camino a través de gobiernos socialdemócratas. Un modelo dirigido no a contrarrestar al bloque soviético y por ende a controlar a la clase obrera, sino tendente a evitar que las clases medias volvieran a caer bajo el influjo del fascismo, al verse éstas frustradas en su ilusión de ascenso social y progreso económico, y educadas en un sistema de valores competitivos y nacionalista.

“El Estado se ha convertido básicamente en un pagador de rentas, y para dicho pago, debe asegurarse contar con el beneplácito de los votantes que las perciben”. (Foto: Robert Ramos/El Periódico)



En segundo lugar, no es cierto que hace 30 años desapareciera el Bloque soviético como tal. El bloque soviético nunca representó un verdadero peligro para el sistema económico occidental, lo fue simplemente a efectos geopolíticos. El problema es que, dicho alternativa geopolítica fue en realidad sustituida por otra, la China. Occidente se regocijó de su triunfo, jactándose de ser el vencedor de la guerra fría, cuando en realidad, a mediados de los 90, China se aseguró, con su inclusión en los mercados internacionales, lo necesario para acabar sustituyendo al caído gigante soviético. En 2003, su cuota del mercado mundial apenas rozaba el 5%, hoy ya la economía China supera el 22% de la cuota mundial. Y con una población de 1400 millones, controlada directamente sin necesidad de estados clientelares.

El problema de esta situación es que inevitablemente está produciendo una fractura en las sociedades occidentales, ahondando más las diferencias entre grupos y clases sociales, ya que acaba difuminando el marco de los estados nación a favor de la globalización. ¿Y cómo actuar ante esta tesitura?

En EEUU, las alternativas han sido o una alianza con los chinos, para conseguir productos baratos para el consumidor, intentado doblegarlos con patentes y demás conflictos jurídicos -que es la opción demócrata- o una pretendida vuelta a los años 50, cerrando mercados y apoyando la intimidación mediante la amenaza de fuerza, que es la opción republicana (o al menos Trumpista) Y ello, claro está, con las salvedades y precisiones necesarias.

El problema de esta situación es que dejará una legión de ciudadanos, heridos de muerte, viviendo al margen del Estado de derecho, del que nada esperan porque nada deben

¿Y España, cómo afrenta este desafío? El caso español, es el particularmente sangrante, porque si bien en EEUU las opciones escogidas benefician a unos grupos genéricos, utilizando el Estado de derecho para aupar los intereses de unos grupos en detrimento de los otros, en nuestro país la opción escogida es castigar directamente a la juventud, tratándola genéricamente como clase, con el objetivo único de satisfacer el pago de pensiones.

En España, el Estado se ha convertido básicamente en un pagador de rentas, y para dicho pago, debe asegurarse contar con el beneplácito de los votantes que las perciben. Para ello, se le ha hecho imprescindible usar el Estado de Derecho para legislar en contra de los intereses de aquellos que, a día de hoy, podrían amenazar su pago, cebándose especialmente con los más jóvenes.

“La última prueba de ello es el proyecto del Gobierno sobre la estabilización del personal interino, justificando la antigüedad de éstos”. (Foto: Ballesteros/EFE)

Los medios son variopintos: impidiéndoles acceder al mercado laboral mediante la exigencia de titulaciones varias, que al final se traducen en pagar por trabajar, camufladas bajo una supuesta “capacitación” -curiosamente no exigida a las generaciones anteriores, y que les permitió conquistar, según su propio entender, grandes logros-; creando categorías de tramos fiscales, supuestamente según ingresos genéricos -cuando es evidente que un joven posee menos patrimonio que un adulto, por lo que para él la carga impositiva basada en ingresos resulta mayor-, blindando los contratos a mayor antigüedad y por tanto asegurando que el despedido siempre será el joven; manteniendo las deducciones de vivienda -que van a adultos o la nueva categoría de “jóvenes adultos”- y que a la larga lo que hace es privar de recursos a los culpables del vil crimen de nacer más tarde. La lista es infinita.

La última prueba de ello es el proyecto del Gobierno sobre la estabilización del personal interino, justificando la antigüedad de éstos. El problema es que semejante entender condena a toda una generación a no poder entrar en la Administración, pese a contar con la capacitación de sobra necesaria, y al mismo tiempo ahondar todavía más en la brecha tecnológica global española. Y curiosamente, para subsanar esas carencias tecnológicas se emplean con posterioridad cursos y demás parafernalia que, además de suponer un derroche de recursos que podrían haberse destinado a otros planes, no producen el resultado esperado, manteniendo en un estado de latencia paleotecnológica a la Administración española. Con lo fácil que hubiera sido estimular el ingreso de jóvenes en los nuevos campos, que ya conocen, de serie, las nuevas tecnologías.

El problema de esta situación es que dejará una legión de ciudadanos, heridos de muerte, viviendo al margen del Estado de derecho, del que nada esperan porque nada deben. Por muchas charlas TED sobre motivación o control del futuro, al final acabarán dándose cuenta que el legislador aseguró un oligopolio a favor de sus ascendientes, para asegurarse el voto de éstos, perpetuando un sistema en el que el ingenio es preferible al mérito; el chiringuito mejor que el proyecto. E intentado hacer olvidar, con ayudas, que el que acepta la vaca flaca del rey, paga la gorda.

No creo que volvamos a ver movimientos como los de años 30, la historia rara vez se repite. Pero sí es cierto que cada generación encuentra su forma de ajustar cuentas con la anterior; y educar a un niño en ser respetuoso con la ley en teoría para luego demandarle ser un pícaro en la práctica puede acarrear consecuencias trágicas. Resulta importante no dejarse engañar por lo que muestran los tópicos sobre la juventud. Si hay algo que veo a diario, es que lo invisible existe aunque no se vea. Yo al menos temería por mi pensión.

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