Grandes pleitos en la historia del cine: un recorrido en la historia
Las principales productoras estadounidenses se han enfrentado a demandas de actores, actrices e, incluso, el Gobierno de Estados Unidos
(Foto: Freepik)
Grandes pleitos en la historia del cine: un recorrido en la historia
Las principales productoras estadounidenses se han enfrentado a demandas de actores, actrices e, incluso, el Gobierno de Estados Unidos
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Hay algo en Estados Unidos tan arraigado como el fútbol o el Día de Acción de Gracias y es interponer demandas, contra quien sea, donde sea y en el momento que sea. De esta costumbre no se libra el mundo del cine, y no nos referimos a las películas en las que una demanda se convierte en el eje principal de la acción.
A lo largo de la historia de Hollywood se han producido todo tipo de demandas que en su día han copado titulares de prensa y que incluso ha revolucionado la industria del cine en Estados Unidos. A continuación, ofrecemos algunos ejemplos de estos procesos judiciales.
Estados Unidos vs Paramount Pictures
El primero de todos los ejemplos es lo que Sadam Hussein habría llamado “la madre de todas las batallas”. Nos referimos al caso Estados Unidos contra Paramount Pictures, aunque la demanda era contra todas las grandes productoras del país, las entonces conocidas como las Big Five.
Todo comenzó a principios de los años 20 del siglo pasado, cuando el cine estaba aún en pañales. Ya entonces, la Comisión Nacional de Comercio puso a los grandes estudios en el punto de mira ante las sospechas de que estaban violando la ley antitrust.
Lo cierto es que los principales estudios tenían casi el monopolio del negocio del cine en Estados Unidos. Cada estudio tenía contratos exclusivos con actores y directores; poseía los cines donde se proyectaban sus películas; trabajaron juntos para controlar cómo se proyectaban las películas en cines independientes; y, en algunos casos, eran propietarios de las empresas que procesaban la película. Este era un sistema costoso de mantener, pero mientras que el negocio del cine estuvo en auge fue muy lucrativo.
El Departamento de Justicia llevó a juicio a las Big Five y en 1930 les ganó la primera batalla, ya que los tribunales dictaminaron que los grades estudios formaban un monopolio. Esto significaba que una de las prácticas más lucrativas de los estudios, las reservas en bloque, eran declaradas ilegales. Esta práctica consistía en que los estudios obligaban a los cines a comprar películas en grupo con mucha antelación y, a menudo, sin verlas.
Los estudios no dieron su brazo a torcer y, mientras obedecían o no a los tribunales, consiguieron que el entonces presidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, incluyera a las productoras cinematográficas entre las empresas beneficiaria de la Ley Nacional de Recuperación Industrial, creada para ayudar a las empresas con problemas por la Gran Depresión. Gracias a ello, pudieron mantener los monopolios.
En 1938, el Departamento de Justicia presentó una nueva demanda contra los estudios. En 1940, llegaron a un acuerdo con el Departamento de Justicia en un decreto de consentimiento. Durante una prueba de tres años, los estudios pudieron mantener sus salas de cine, pero la reserva en bloque estaba regulada y los propietarios de las salas tenían la oportunidad de ver películas antes de comprarlas.
El Departamento de Justicia, con el apoyo de los productores independientes, renovó el caso en 1946. Un tribunal de distrito federal de Nueva York eliminó la capacidad de los estudios para vender bloques de películas, pero también permitió que los estudios se quedaran con sus salas de cine.
Ambas partes apelaron el caso ante la Corte Suprema. En 1948, el alto tribunal estadounidense confirmó la sentencia del tribunal neoyorkino y prohibió prácticas como la compra de películas en paquetes (reduciéndolo a cinco películas), la “compra ciega” de películas sin verlas con anterioridad para su exhibición en salas, las licencias exclusivas geográficas y la imposición de un precio mínimo para las entradas de cine.
En su fallo de 1948, el tribunal desmanteló efectivamente el sistema de estudios de Hollywood ya que, en cierto modo, el caso de Paramount impulsó el crecimiento de la televisión, además de cambiar el negocio del cine. RKO y otros estudios vendieron sus bibliotecas de películas a cadenas de televisión para compensar las pérdidas del caso Paramount. Los estudios también liberaron de contratos a actores que se convirtieron en las nuevas estrellas del mundo de la televisión.
Por cierto, el pasado 7 de agosto, un juez federal de Nueva York aprobó el consentimiento para derogar el Decreto Paramount, impuesto en 1948 y que prohibía a los grandes estudios ser dueños de las cadenas de cines.
Bette Davis vs. Warner Brothers
Este caso puede resumirse como la historia de una mujer capaz y con gran valía profesional que lucha contra sus jefes para que reconozcan su trabajo.
Bette Davis comenzó su ascenso al estrellato a principios de la década de 1930, como una de las muchas actrices que pasó del teatro de Broadway al cine de Hollywood en la transición del cine mudo al sonoro. Davis siempre demostró ser una gran actriz que se basó más en su talento que en su apariencia para demostrar su valía en la industria cinematográfica.
Warner Brothers, la productora para la que empezó a trabajar en 1932 después de una temporada en Universal Studios, no sabía qué hacer con ella, ya que, sobre todo su físico, no encajaba con muchos de los personajes en los que otras actrices podrían ubicarse fácilmente. Esto la llevó a trabajar en películas que pasaron sin pena ni gloria. Sin embargo, en 1934 su actuación en Cautivos del deseo maravilló al mundo, que descubrió a una gran actriz.
A pesar del éxito de esta película y de que en 1935 ganara el Oscar a la mejor actriz por Peligrosa, el estudio siguió dándole papeles de segunda fila y, lo peor de todo es que, por contrato, no se podía negar a aceptarlos. El punto de inflexión se produjo en 1938, cuando el director del estudio, Jack Warner, ofreció a Davis ser Scarlett O’Hara en Lo que el viento se llevó. Davis pensó que esta película iba a ser un nuevo fracaso, rechazó el trabajo y dejó el estudio.
Bette Davis se marchó a Inglaterra para trabajar con otra compañía que reconociera su talento. Sin embargo, aún tenía contrato con Warner Brothers y solo podía trabajar para ellos. Al final fue demandada.
Davis se enfrentó a Warner Brothers en un juicio celebrado en Londres en 1936. La actriz luchó por el derecho a rechazar películas en las que no deseaba trabajar y por una mayor libertad artística en relación con su carrera como actriz. También quería ser liberada de su contrato con Warner Brothers. Al final perdió el juicio, aunque solo a medias.
Al regresar a los Estados Unidos después de su derrota, fue muy respetada por sus compañeros actores y colegas y la publicidad que rodeó el evento fue beneficiosa para su popularidad. Más importante aún, se ganó un gran respeto por parte de Jack Warner, que dio mejores papeles y guiones a la actriz.
Olivia de Havilland vs. Warner Brothers
Otra gran actriz que le plantó cara a la Warner, aunque en este caso con mejor suerte que Bette Davis (perdón por le spoiler).
Olivia de Havilland comenzó su carreara como actriz en 1934, cuando solo tenía 18 años. Después de hacer un gran papel en la obra El sueño de una noche de verano, Warner Brothers puso sus ojos en ella y le ofreció un contrato para la versión cinematográfica.
El hecho de iniciar su carrera en una película de prestigio la llevó a pensar que iba a disfrutar del éxito y el reconocimiento inmediato. No fue así. La Warner era un estudio bastante testosterónico en el que triunfaban las películas de gángsters y de aventuras con claros protagonistas masculinos. De Havilland trabajó en grandes producciones, pero siempre como la chica de, principalmente de Errol Flynn, con quien llegó a compartir pantalla en ocho ocasiones.
Trabajar en equipo con Flynn en clásicos populares como El capitán Blood, La carga de la brigada ligera o Las aventuras de Robin Hood dio a De Havilland una fama duradera, pero no los papeles que ella deseaba. El colmo fue cuando se enteró que, tras las películas mencionadas, Errol Flynn vio revisado su contrato y comenzó a ganar 2.250 dólares a la semana, mientras que su sueldo semanal se mantuvo en 500 dólares.
Tras lograr, no sin dificultad, formar parte del reparto de Lo que el viento se llevó y conseguir una nominación al Oscar por el papel de Melania, sus deseos de hacer películas serias aumentaron. Sin embargo, el estudió siguió dándole papeles con los que no estaba cómoda y terminó rechazando muchos de ellos. Esto la llevó a ser castigada con suspensiones de empleo y sueldo.
Según las leyes de California de la época, los estudios podían retener siete años a las personas con contratos de servicios. El contrato de De Havilland debía finalizar a mediados de 1943. Pero cuando llegó ese momento, descubrió que todavía no estaba libre. Todos los meses de suspensión sin paga que había acumulado se agregarían al final de su período de contrato original. En otras palabras, De Havilland le debía al estudio varios años completos de trabajo activo.
De Havilland, con tan solo 27 años, decidió demandar al estudio. Pidió al tribunal la invalidez de la cláusula que la obligaba a seguir en el estudio porque iba en contra de las leyes de California. A pesar de la posibilidad muy real de arruinar su futuro como actriz al enfrentarse al sistema, perseveró. A fines de 1944, la corte de apelaciones le dio la razón y la liberó a ella y al resto de los actores contratados de los estudios de la cláusula que le habían impuesto.
Kevin McClory vs productores de James Bond
La pelea en torno a los derechos de las películas de James Bond ha sido casi tan larga como la ya longeva serie. Todo empezó en 1958 cuando Ian Fleming, autor de las novelas de James Bond, se acercó al director y productor irlandés Kevin McCory para llevar al cine al personaje de 007. De esta relación nació un guion escrito por McClory, Jack Whittingham e Ian Fleming que se llamó inicialmente Longitud 78 Oeste, para después llamarse Thunderball (Operación trueno).
Después, sin autorización, Fleming publicó el guion como una novela parte de la serie de James Bond, pero sin dar crédito ni a McClory ni a Whittingham, por lo que éstos últimos demandaron. El caso, que fue visto por un tribunal londinense en noviembre de 1963, se resolvió mediante un acuerdo por el que Fleming, además de reconocer la autoría de McClory, cedió a éste los derechos sobre el guion y los derechos para Operación trueno, que llegaría a convertirse en la cuarta película de James Bond.
Sin embargo, cuando en 1965 se llegó a un acuerdo para producir la película, McClory decidió ceder los derechos del film a los productores por un periodo de diez años, aunque conservó los derechos sobre el guion y cualquier adaptación del mismo.
En 1976, una vez transcurridos los diez años de cesión de los derechos, McClory anunció que se disponía a realizar una película de James Bond basada en su guion. Esto no fue aceptado ni por los herederos de Ian Fleming ni por United Artist, que producía entonces las películas de 007. Ambos demandaron a McClory, pero el tribunal no les dio la razón.
El resultado de esta resolución judicial fue que en 1983 se dio la circunstancia de que se estrenaron dos películas de James Bond. Por un lado, la de McClory, que se llamó Nunca digas nunca jamás, y que contó con el regresó de sean Connery como James Bond después de 12 años y por otro Octopussy, con Roger Moore como 007, pero esta película fue producida por Albert R. Broccoli y Danjaq, el holding responsable de las marcas registradas y personajes de los caracteres, elementos y otros materiales relacionados con James Bond en pantalla.
En la década de los noventa McClory intentó otra vez llevar al cine una adaptación de su guión Thunderball, pero fue bloqueado en Estados Unidos por la MGM. En esta ocasión, los tribunales fallaron en su contra y reconocieron derechos de producción sólo a Danjaq. Después, en la primera década del siglo XXI, McClory intentó reclamar derechos sobre todas las películas que se habían filmado de James Bond, ya que incluyen características del personaje creadas por McClory, pero perdió la demanda al haber esperado demasiado tiempo para hacer valer sus derechos de autor.
Finalmente, los herederos de Kevin McClory han cedido, por una cantidad no hecha pública, todos los derechos que McClory tenía en relación con James Bond.
Tony Kaye vs New Line Cinema
Este pleito está relacionado con la película American History X, que se adentra en el mundo de los movimientos racistas y nazis en Estados Unidos. Esta película fue dirigida por Tony Kaye, un reconocido director de publicidad y videos musicales que, sin embargo, era famoso por su carácter estrafalario y por haber montado líos monumentales en algunos rodajes de anuncios.
Cuando terminó el montaje de American History X presentó la película a su productora, New Line. Los productores le dijeron que tenía que quitar 18 minutos del montaje final y Kaye se negó con rotundidad. Según cuenta la prensa especializada, Kaye asistió a una reunión con los productores sobre la cuestión del montaje acompañado de un cura católico, un rabino y un monje tibetano para que le ayudaran a convencer a la productora. Además, puso 100.000 dólares de su bolsillo para pagar una serie de anuncios en donde denuncia las manipulaciones de la productora y Edward Norton, protagonista de la película.
Finalmente, su pretensión no sale adelante, pero pide expresamente que en los créditos no figure su nombre, sino el pseudónimo Humpty Dumpty. Ante la negativa de New Line, el director británico los demanda por un total de 200 millones de dólares. La demanda no fue admitida y la película se exhibe con el montaje de la productora.
Crispin Glover vs Universal Pictures
En esta ocasión va una de derechos de imagen de los artistas. El caso es jugoso.
Como sabrán, Regreso al futuro es una saga cinematográfica de tres películas que han logrado un gran éxito de taquilla. La historia es conocida. Un adolescente, Marty Mcfly, se va moviendo por el pasado y el futuro, con lo que cambia la historia de su familia. En la primera parte, viaja al pasado y conoce al que sería a su joven padre, George Mcfly, interpretado por el actor Crispin Glover.
Tras el éxito de la primera parte, los guionistas de la película, Robert Zemeckis y Bob Gale, deciden hacer una segunda parte. Sin embargo, en esta ocasión, eligieron para hacer el papel de padre de Marty a Jeffrey Wissman, en lugar de Crispin Glover.
Una vez iniciado el rodaje, Bob Gale y Robert Zemeckis pidieron a Wissman que usara una máscara para que su rostro se pareciera al de Crispin Glover. Así se hizo y Glover demandó a Universal Pictures, dueño de la película, por una violación de sus derechos de imagen.
Universal Pictures argumentó que mediante lo ocurrido sólo estaban procurando la perpetuidad del personaje de George Mcfly. Esto no convenció al juez, que consideró que era obvio que los productores habían usado sin autorización el derecho a la imagen de Crispin Glover en la película. Asimismo, accedió a la pretensión de Glover para que pudiera ver las cuentas de la película, ya que creía que tenía derecho a recibir una parte de los beneficios de la misma. Al final, ambas partes llegaron a un acuerdo extrajudicial.
Scarlett Johansson vs Disney
Este es un pleito interesante, porque se produce como consecuencia del estreno de películas más allá de las salas de cine. El pasado mes de agosto, Scarlett Johansson anunciaba una demanda interpuesta a Disney por el incumplimiento del contrato relativo al estreno de Viuda Negra, una de las películas de Marvel con las que Disney está logrando grandes beneficios.
En la demanda, la actriz afirma haber perdido 50 millones de dólares debido a que en su contrato se establecía que Viuda Negra iba a ser estrenada exclusivamente en cines. Sin embargo, la productora decidió hacer un estreno simultáneo en salas y en el acceso Premium del canal de televisión Disney+.
Esto es importante porque muchas estrellas de Hollywood incluyen en sus contratos cláusulas que garantizan la obtención de diversos pluses de ingresos por el rendimiento de las películas en las taquillas de cine. Por norma general, los estrenos que se producen en plataformas digitales como Disney+ garantizan beneficios mucho más pequeños. De este modo, que el estreno de Viuda Negra se produjera finalmente en cines y Disney+ provocó que el rendimiento en taquilla de la película fuera menor, lo que habría provocado pérdidas a Scarlett Johansson.
Aun no hay un fallo de los tribunales sobre esta demanda, pero el paso dado por Scarlett Johansson ya ha provocado un terremoto. Disney ha modificado la manera de afrontar los estrenos de sus películas, que sólo aparecerán en las salas de cine y no en un estreno simultáneo en Disney+, al menos en los primeros 45 días (período que suele garantizar el 90% de beneficios totales de sus películas en taquilla.