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Consejos para abogados altamente efectivos: interrogar es un arte, aprende de tus aciertos y errores

"Hemos de concentrarnos en las preguntas o en nuestro esquema que tenemos delante pero también en lo que estén preguntando los demás compañeros"

Fotograma de la película Algunos hombres buenos (Fotograma: Columbia Pictures)

Luis Romero Santos

Socio director de Luis Romero Abogados y doctor en Derecho Penal.




Tiempo de lectura: 4 min

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Consejos para abogados altamente efectivos: interrogar es un arte, aprende de tus aciertos y errores

"Hemos de concentrarnos en las preguntas o en nuestro esquema que tenemos delante pero también en lo que estén preguntando los demás compañeros"

Fotograma de la película Algunos hombres buenos (Fotograma: Columbia Pictures)



Interrogar es un arte y una habilidad que se va adquiriendo poco a poco. El interrogatorio es el acto de preguntar a alguien. Las técnicas y consejos para adquirir la destreza en preguntar no solamente van dirigidos a aquellos que tenemos la necesidad de preguntar en nuestra profesión, sino también a aquellos que tienen que contestar a dichas preguntas, como por ejemplo los policías, peritos, etc.

Aunque he ejercido y ejerzo principalmente en la jurisdicción penal, lo que voy a decir es aplicable a todas las jurisdicciones, en general para cualquier abogado.



Los abogados tenemos que preguntar en nuestro trabajo, pero no solamente cuando estamos en la sala de vistas, en el plenario, o en un interrogatorio en el despacho de un juez: preguntamos también cuando el cliente asiste por primera vez a nuestro despacho, para saber qué asunto nos quiere encomendar y cuál va a ser nuestra estrategia para llevarlo a un buen término.



Johnny Depp y Camille Vasquez (Kevin Lamarque/AFP)

Los abogados preguntamos durante todo el procedimiento, tenemos que preguntar constantemente hasta que llega el día más importante y tenemos que interrogar en la celebración del juicio. Ese día es cuando más debemos estar centrados en lo que estamos inquiriendo.



Y no solamente hemos de preguntar sino también ser buenos oyentes para enterarnos bien de qué es lo que están preguntando los otros y qué es lo que les están respondiendo. Aunque parezca algo muy evidente, muchas veces estamos distraídos en las notas que tomamos sobre lo que nos han respondido anteriormente o en repasar las siguientes preguntas que vamos a realizar cuando terminen el ministerio fiscal, la acusación particular o los otros compañeros de la defensa. Me refiero a la jurisdicción penal, pero igualmente es aplicable a la jurisdicción civil, social o administrativa.

Por lo tanto, hemos de concentrarnos en las preguntas o en nuestro esquema que tenemos delante pero también en lo que estén preguntando los demás compañeros, el fiscal o el magistrado y, por supuesto, en lo que se esté respondiendo a los mismos.

Tras cada declaración en el juzgado, tras cada juicio, deberíamos hacer una meditación, una introspección sobre nuestra actuación, aunque no sea fácil observarnos a nosotros mismos. Pensemos en lo que hacemos casi todos los días. Por supuesto, observemos también a los demás.

Pero no vamos a tomar notas sobre ello en la sala, cuando estamos concentrados en el acto que se nos ha confiado, en la defensa, celebrando el juicio, sino que habremos de prepararnos antes, sentados tranquilamente en la mesa de nuestro despacho. En la sala, en el acto del juicio, ahí ya deberíamos estar suficientemente ilustrados.

Fotograma de la película Los 7 de Chicago, de 2020 (Fotograma: Paramount Pictures)

Sin embargo, a pesar de esa preparación, el juicio es en buena parte improvisación: los interrogatorios se elaboran en realidad en el juicio, durante la celebración del mismo, y van cambiando continuamente tras cada pregunta, tras cada respuesta de las partes. No debemos seguir nuestro guión como si nada hubiese cambiado, como autómatas.

Cuando se acerca la fecha del juicio, a veces recordaremos aquel primer juicio que tuvimos, las primeras declaraciones y otras intervenciones que se nos hayan quedado en la memoria, pensando en cómo preguntaban los que teníamos enfrente o al lado, y sobre todo, habremos rememorado cuántas veces salíamos de un juicio y reflexionábamos ya en la calle sobre los errores que habíamos cometido proponiéndonos no consumarlos de nuevo.

Sin embargo, a veces no lo hicimos y volvimos a caer en ese error; otras veces, no. Por supuesto, también meditamos sobre los aciertos, para que su recuerdo nos valga la próxima vez.

Del mismo modo, admiramos a esos compañeros que hicieron un magnífico interrogatorio o un gran informe; deberíamos aprovechar esa sabiduría y buen hacer. Con nuestras notas, nuestros recuerdos, nuestra memoria, podremos elaborar la mejor técnica y herramientas para el interrogatorio.

Decía nuestro ilustre compañero, el Doctor D. Gustavo López-Muñoz y Larraz, sobre “La Técnica del Interrogatorio”, libro del que soy coautor: “El libro nos enseña el difícil arte de interrogar para vencer, que es el propósito de la abogacía eficiente”. Por supuesto, interrogar para vencer pero no a cualquier precio. El fin no siempre justifica los medios.

Siempre tendremos que cumplir con la ética y la deontología profesional a la hora de interrogar, a la hora de proponer testigos, peritos, etc. Igualmente, a la hora de nuestra actuación durante todo el procedimiento y principalmente en el juicio. No todo vale para ganar, para conseguir el éxito que nos exige nuestro cliente.

Cuando estemos en una comisaría de policía o en un cuartel de la guardia civil, los interrogatorios se han de producir siempre en un marco democrático y constitucional, no podemos permitir que haya ciudadanos que digan que hay que “sacar la verdad” a los interrogados allí, estén detenidos o no. Y, desde luego, los agentes no deben formular ni una sola pregunta sin la presencia del abogado. Es más, en la mayoría de las ocasiones aconsejaremos a nuestros defendidos no responder en sede policial.

Estamos en un estado democrático, de derecho. Hay unos límites no solamente en el ámbito judicial sino también en el ámbito policial para llegar a la verdad. Ese es el fin del interrogatorio, llegar a conocer la verdad. Pero hay que hacerlo respetando los derechos constitucionales, los derechos humanos.

Decía el abogado italiano Remo Danovi en su libro La imagen del abogado y su reflejo: La palabra emana de los dioses y quien la expresa habla a través de ellos llegando a tocar las cuerdas más íntimas del sentimiento y la conciencia, que cedan pues las armas a la toga, que se glorifique la palabra”.

Nota

Este artículo es el trigésimo primero de la serie Consejos para abogados altamente efectivos, del autor Luis Romero Santos. Pueden visitar su perfil clicando en este enlace para conocer el resto de contenido.

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