La empatía en la vida práctica del abogado

EN BREVE:

El concepto de empatía ha sido objeto de interés y estudio en disciplinas tan dispares como la ética, la psicología descriptiva y genética, la psicología social, la teoría gnoseológica (teorías del otro) o la metafísica. Es, por tanto, un término ampliamente definido y diferenciado de otros similares o antagónicos, que ha ido adquiriendo -y es susceptible de adquirir- nuevos matices, enfoques y aplicaciones según la disciplina o el campo en el que sea considerado. Para reflexionar acerca de la presencia y efecto que pueda tener en la vida práctica del abogado, partiremos de algunas de sus primeras definiciones, como la del psicólogo norteamericano E. B Titchener, quien, en los años veinte del pasado siglo, acuño una acepción diferente de la del término griego empatheia “sentir dentro” -expresión utilizada por los teóricos de la estética-, refiriéndose a la empatía como “la capacidad de percibir la experiencia subjetiva de otra persona”. El destacado filósofo y fenomenólogo alemán Max Scheler en su conocido tratado Esencias y formas de la simpatía (1923) habla de ella como de aquellos procesos en que “parecen hacérsenos inmediatamente comprensibles vivencias de otros seres, en las cuales participamos”. Finalmente acudiremos a la más común definición del DRAE que se refiere a la empatía como “la capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos”. Todas ellas constituyen un punto de partida útil para a continuación poder valorar si esta capacidad -que según las definiciones anteriores contemplaría tres elementos: el otro, la comprensión (o identificación) con sus vivencias o sentimientos, así como un elemento activo de participación- puede resultar relevante o de interés para el abogado en el desempeño de su actividad.

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