La mediación, esa gran desconocida
Hay multitud de controversias cuya solución más apropiada no está en la justicia
(Imagen: Google)
La mediación, esa gran desconocida
Hay multitud de controversias cuya solución más apropiada no está en la justicia
(Imagen: Google)
No quiero dedicar este artículo a hablar de qué es la mediación desde un punto de vista técnico y formal. Hay ya muchas publicaciones al respecto. Baste decir a estos efectos que la mediación es un proceso de negociación mediante el cual las partes involucradas en un conflicto intentan resolverlo por sí mismas, con la ayuda de un tercero imparcial llamado mediador. El mediador no resuelve, únicamente facilita el dialogo, aclara posiciones, y en definitiva, ayuda a las partes a encontrar una solución elaborada por las propias partes y que sea satisfactoria para ambas. Proporciona un espacio y las condiciones para que el dialogo entre las partes pueda hacerse realidad. Ni más, ni menos.
Desde la década de los años 60, en el siglo pasado, se lleva hablando de mediación como método alternativo de resolución de conflictos. Empezó en Estados Unidos y se contagió fácilmente en algunos países del sur de aquel continente. A Europa llegó más tarde.
Pero en España eso de la mediación nos sigue sonando a chino. Exceptuando la experiencia en mediación que hay desde hace décadas en algunos ámbitos de las relaciones laborales, en España la mediación se abre paso a duras penas en el ámbito del derecho de familia y de algunos delitos leves.
A pesar de que la mediación puede aplicarse prácticamente en todos los ámbitos de nuestras relaciones humanas con muy pocas excepciones, la realidad es que en España no ha calado apenas, en una cultura como la nuestra, muy dada a llevar la razón como último objetivo o a que otro sufra el escarmiento que merece, aunque a mí también me cueste lo mío. Esta forma de “relación” que tenemos las culturas latinas del sur de Europa nos inhabilita para tener una mirada inteligente que nos permitiera buscar el dialogo y el entendimiento como forma de resolver nuestras disputas.
¿Merece la pena seguir postulando este medio de resolución de conflictos como adecuado y aconsejable para nosotros?
Y es que en el fondo de una gran mayoría de nuestros conflictos lo que subyace es una pobre comunicación, una escasez de empatía y un recurso fácil a descalificar al otro, con una absoluta falta de autocrítica. Elementos todos que hacen de nuestro carácter poco dado a mediaciones. En las ocasiones en que socialmente cualquier familiar o amigo se pone a “mediar” entre los suyos, normalmente sale escarmentado y no se le ocurre repetir.
Entonces, siendo así las cosas ¿merece la pena seguir postulando este medio de resolución de conflictos como adecuado y aconsejable para nosotros? Sí.
Es probable que para ello aun precisemos un cambio en nuestra educación, como la hemos necesitado para ser más conscientes de la necesidad de cuidar el medio ambiente, de alcanzar una mayor igualdad entre sexos, etc. Pero conformarnos con el modo que tenemos de resolver hoy nuestros conflictos es inaceptable.
Hace unos cuantos miles de años la manera habitual de responder a un problema con otra persona era a menudo la venganza, normalmente desproporcionada con la ofensa inicial. Tú me has roto un brazo, yo te quito la vida. Con el paso de los siglos, la civilización hizo que esa respuesta tuviera que guardar cierta relación con la ofensa. Esa proporcionalidad entre ofensa y respuesta fue ya establecida en el conocido Código de Hammurabi (Siglo XVIII a de C.) y más tarde recogida también por la tradición judía en lo que se terminó llamando la Ley del Talión (de tale que significa idéntico). A nosotros nos llegó en forma de refrán: “ojo por ojo y diente por diente”. Esto, que en su día supuso un grandísimo avance en términos de justicia, nos resulta hoy ofensivo y hasta bárbaro. A casi nadie hoy le parecería una solución aceptable que si uno atropella a alguien con un vehículo la respuesta tenga que ser que le atropellen a él de la misma forma. Hemos establecido un complejo sistema de delitos y penas para “hacer justicia” de forma más civilizada aún. Pero desde esto ya han pasado también varios siglos. Quizás de nuevo la civilización nos permita avanzar aún más.
Algún día cercano nos daremos cuenta que llevar ante el juez muchas de nuestras pequeñas cuitas es casi igual de bárbaro, en el siglo XXI, que la ley del Talión. Y que las soluciones que tiene en su mano dar el juez son totalmente inadecuadas para dar respuesta a un conflicto personal que no puede resolverse de otra forma que escuchándose y tratando de razonar, con la ayuda de un tercero que haga posible lo uno y lo otro, si ello fuera necesario.
Algún día cercano nos daremos cuenta que llevar ante el juez muchas de nuestras pequeñas cuitas es casi igual de bárbaro, en el siglo XXI, que la ley del Talión
Y ahí tiene su lugar la mediación que está llamada a ser el siguiente escalón en términos de evolución en el proceso de conseguir una paz social que dé respuesta a los conflictos que surgen entre nosotros. Lógicamente la mediación no es una solución para todo tipo de conflictos. Nuestro actual sistema de justicia seguirá siendo necesario y tendrá que seguir avanzando para dar respuesta adecuada y ágil a tantas disputas que aún hay que resolver. Pero sin duda hay multitud de controversias cuya solución más apropiada no está en la justicia, ni por tiempo de resolución, ni por coste, ni por resultado.
¿Tardaremos aun muchos años en alcanzar este nuevo avance de progreso? Depende de muchos factores, principalmente culturales, educativos y legislativos. Pero algún día acabaremos por darnos cuenta de que en el futuro debemos ser capaces de dialogar y de solucionar nuestros conflictos con nuestra inteligencia y nuestra imaginación, sin tener que poner en manos de un tercero que no conoce a fondo la controversia, las soluciones que solo nosotros podemos alcanzar.
Mirando a ese futuro el Colegio de Abogados de Salamanca, siguiendo la estela de otros Colegios, ha creado el Instituto de Mediación con la finalidad de poner a disposición de la sociedad unos profesionales especializados en mediación preparados para facilitar ese dialogo entre las partes en disputa que les permita resolver su conflicto por si mismos, sin necesidad de que un tercero les dé una mala solución después de mucho tiempo y dinero invertidos.
Los abogados, que somos parte esencial en el asesoramiento de los ciudadanos, seguiremos propiciando, como siempre lo hemos hecho, la negociación entre las partes cuando ello sea posible. Pero cuando no lo sea, debemos empezar a contemplar la mediación como modo alternativo de resolución de conflictos pues ofrece en muchos casos más ventajas que el recurso a la justicia.