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Objetivos de Desarrollo Sostenible: compromiso individual y colectivo

La vicedecana del ICAB analiza, a través de una serie de artículos en 'Economist & Jurits', los 17 ODS y el contexto normativo existente en aras a promoverlos

Asamblea General de la ONU. (Foto: ONU)

Susana Ferrer

Vicedecana del Colegio de la Abogacía de Barcelona




Tiempo de lectura: 3 min

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Objetivos de Desarrollo Sostenible: compromiso individual y colectivo

La vicedecana del ICAB analiza, a través de una serie de artículos en 'Economist & Jurits', los 17 ODS y el contexto normativo existente en aras a promoverlos

Asamblea General de la ONU. (Foto: ONU)



Si alguien me pidiera que hiciese un dibujo que represente, que defina, el futuro, seguramente dibujaría a un ser dotado de inteligencia artificial, sin género definido y de color verde. Con ello intentaría dar una imagen de sostenibilidad social, ambiental y digital que es lo que parece que se llevará, porque, convendrán conmigo, que no podemos ni por asomo afirmar que nuestra sociedad es sostenible en ningún aspecto, todavía.

Y cuando me refiero a nuestra sociedad no me refiero únicamente a la más próxima. La tan predicada sostenibilidad es un desiderátum maravilloso que todos los gobiernos tienen en boca, pero al que ninguno de ellos tiende, ni por asomo, a acercarse, por muchos esfuerzos, planes, programas, proyectos, protocolos y memorias que se elaboren y expongan. No es una crítica, es una realidad.



Ni en los países más desarrollados se alcanza esta triple sostenibilidad que requiere un paso previo, como una condición sine qua non, de cuyo cumplimento depende el logro posterior, cual es la consecución de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030. ¡¿Y eso qué es?! Se continuarán preguntando muchos de ustedes ocho años después de que los mismos fueran aprobados por la Organización de Naciones Unidas.

Pues bien, para tratar de dar respuesta a esa pregunta legítima, que nos podríamos hacer todos teniendo en cuenta la poca pedagogía que se hace de los ODS, este es el primero de una serie de artículos que pretenden ir analizando cada uno de los títulos de los cuadros de colores que componen una infografía que, “marketinianamente” hablando, es una joya y que debería haber llegado mucho más al “consumidor” de lo que lo ha hecho. En nombre del ICAB y de su Comisión para la promoción de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que tengo el honor de presidir, agradezco a Economist & Jurist esta ventana de expresión que tiene la humilde intención de provocar que todos y todas tomemos mayor consciencia individual y colectiva de nuestra responsabilidad para con el futuro del planeta.

Porque, vaya por delante, los ODS de 2030 nos ocupan y deberían preocuparnos a todos. No es sólo cosa de los gobiernos, de las empresas, del tercer sector, de las instituciones; los ODS son una responsabilidad y deberían ser un compromiso de cada uno de nosotros individualmente. Solo desde esa concepción se podrán plantear como una realidad. Y, dado que el compromiso y la responsabilidad cada uno lo asume con sus más y sus menos, permítanme un spoiler, o vamos ganando la partida de los ODS o Apocalypse Now será Blancanieves al lado de aquello en lo que se va a convertir nuestro entorno global.



Los ODS «no son sólo cosa de los gobiernos, de las empresas, del tercer sector o de las instituciones». (Foto: Pacto Mundial)

En esta primera entrega vamos a hacer una aproximación básica a los 17 Objetivos que, con la voluntad declarada de “transformar el mundo”, configuran la denominada Agenda 2030, para a partir de aquí, ya desgranar, para cada uno de ellos, el contexto normativo existente en aras a promoverlos.

Si hiciéramos el ejercicio de preguntar en una clase de primaria sobre qué es lo que hace falta para mejorar el mundo, lo que escribirían esos alumnos no diferiría mucho de los ODS.

Basta ya de pobreza. Vivimos en un planeta en el que el hombre más rico del mundo reconoce ostentar un patrimonio de 187.000.millones de dólares y a la vez 50 millones de personas están en riesgo de morir de hambre este año, según cifras del programa de asistencia alimentaria de la ONU.

Que todo el mundo tenga derecho a una asistencia médica de calidad y a una educación que le permita desarrollarse en plenitud y acceder a un mercado de trabajo digno y prosperar. La pobreza se hereda y solo creando oportunidades se puede romper el círculo vicioso.

Que se acaben las desigualdades de todo tipo. En una sociedad en la que el discurso sobre la clasificación de géneros ha empezado a quedar obsoleto no tiene sentido que se sigan perpetuando inercias de discriminación contra la mujer.

Que tomemos conciencia de hasta qué punto, si no cuidamos de nuestro mundo y de sus ecosistemas, si abusamos de él, si hipertrofiamos nuestras necesidades de consumo, él dejará de cuidar de nosotros.

Y, por último, ¡que haya Paz!

Para todo ello, es cierto, necesitamos unas administraciones e instituciones eficaces, valientes, decididas a trabajar en pro de un mundo mejor. Pero también unos ciudadanos conscientes de qué hay que hacer y qué se puede hacer (que no siempre es lo mismo) para poder vivir en el mundo que a todos nos gustaría. Y en eso estamos.

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