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Editorial

El Cliente

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Editorial

El Cliente

Joan Martínez. (Imagen: E&J)



No por obvio es menos cierto: gracias al cliente y a sus problemas, el Abogado justifica su razón de ser. Podríamos afirmar que sin el cliente, el Abogado no obtendría la consecución de sus legítimos intereses: éxito en la labor profesional, satisfacción íntima o personal y remuneración adecuada.



Ahora bien, detrás de cada cliente, hay una persona, por lo que también es frecuente la expresión –cada cliente es un mundo– . Y es en este punto, donde comienzan los problemas. A todos nos gustaría que nuestros clientes respondieran al modelo ideal: que fueran receptivos, sumisos, leales y disciplinados, pero, en la práctica, son más frecuentes los casos en que, llevados por el egoísmo u obcecación respecto del asunto que los ha llevado ante nosotros, el cliente pretende que el Abogado actúe como mero intermediario de sus deseos, y ejecutor de sus directrices. Acuden al abogado como si éste fuera un médico que le sirve el medicamento que él no puede obtener por sí mismo: –necesito que me hagas esto, o me soluciones lo otro– sin importarle lo más mínimo no sólo la legalidad de su pretensión, sino, lo que es más grave, la sensatez y coherencia de sus aspiraciones. Frente a este cliente –listillo– , sin ánimo peyorativo, (cuántas veces habremos oído de boca del cliente: –yo tenía que haber sido Abogado– ) nuestra labor se complica, ya que no basta el actuar diligentemente de acuerdo con nuestra experiencia y conocimientos técnico jurídicos sino que es preciso agudizar dos virtudes fundamentales: seguridad y paciencia.



Seguridad porque el Director del asunto es el Abogado, no el cliente. Las decisiones respecto al modo de llevar el asunto, las actuaciones a ejercitar han de ser resultado de nuestro análisis profesional nunca de las opiniones y deseos del cliente, y esto debe ser aceptado por el cliente y asumido por el Abogado.



Y paciencia para soportar llamadas o visitas a horas intempestivas, largas conversaciones persuasivas ´´la tan manida labor psicológica-, reiteración de argumentos, lugares comunes Me lo contó hace tiempo un Ilustre Notario acerca de su profesión, también predicable al Abogado. Decía: –En nuestra profesión, sólo se necesitan tres cosas: un poco de ciencia, bastante experiencia y mucha, mucha paciencia–

Felices fiestas a todos.

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