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Editorial

La buena crisis

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Editorial

La buena crisis

El Congreso se estructuró en varias mesas redondas que abordaron temas cruciales para el arbitraje. (Imagen: ICAB)



 

Dicen que la esperanza se trabaja. Que toda crisis puede ser el punto de inflexión hacia una recuperación, una transformación o, en definitiva, hacia un camino mejor lleno de oportunidades. Pero para eso, es mejor no quedarse aparcado en el pensamiento y actuar porque la acción es el mejor camino para salir de la angustia que produce una situación de crisis, al margen de si a esta última se le adjetive de económica, personal, profesional o de un poco de todo. En ese contexto, hablar y analizar continuamente las malas noticias que genera la crisis sólo contribuye a elevar los niveles de adrenalina, de ofuscación. En definitiva, que la acción es el gran remedio.  Y que uno no puede quedarse sin hacer nada, quejándose de su mala suerte, porque entonces estará abonando el terreno para morirse de resignación. En fin, se me ocurre que mucho peor es la crisis de valores cuando topamos con la doctrina de lo políticamente correcto. ¿Qué hacer entonces? ¿Luchar contra viento y marea o ‘dejarse morir’ por miedo a importunar, a molestar a según qué personajes? Si la razón está del lado del trabajador, del honesto, del bien formado, ¿por qué entonces cada vez más triunfa el flojo, el tramposo o el mediocre? Ante estos interrogantes, alguien pensará: eso no es así, al final el tiempo pone a cada uno en su sitio. A lo que habría que añadir a modo de reclamo: ¡si!, por supuesto, pero, ¿será en esta vida?
El mundo está al revés. Y si no, ustedes dirán: personajes sin ninguna formación, dando lecciones de no se sabe qué por televisión o mandando como el que más; tontos funcionales arengando a quien sabe más que ellos; jueces estrella erigidos por sí mismos en el estandarte de la Justicia, la Ley y el Orden(o del desorden); mandatarios que no saben ni por donde tirar; abogados que no se atreven a defenderse a sí mismos o delincuentes de lo más repudiable paseándose impunemente por las calles sin ni siquiera, tener la necesidad de agachar la cabeza…..¿por qué siempre hay que reivindicar y luchar por lo evidente?
Pues eso, que la esperanza es lo último que queda y ésta también se trabaja.



Soraya Callejo
Directora Economist & Jurist.

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