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La Misiva del Director

Conde-Pumpido llama legos a un montón de juristas

"La perspicacia política de Cándido Conde-Pumpido. Su pericia como técnico legislativo, además de su potencial como politólogo hacen del Tribunal Constitucional, quien tiene la suerte de darle pábulo, un verdadero foro de debate más o menos respetable"

(Diseño: Cenaida López/E&J)

Pablo Capel Dorado

Director general de Economist & Jurist Group




Tiempo de lectura: 3 min

Publicado




La Misiva del Director

Conde-Pumpido llama legos a un montón de juristas

"La perspicacia política de Cándido Conde-Pumpido. Su pericia como técnico legislativo, además de su potencial como politólogo hacen del Tribunal Constitucional, quien tiene la suerte de darle pábulo, un verdadero foro de debate más o menos respetable"

(Diseño: Cenaida López/E&J)



Cualquier manifestación por parte del Constitucional, en lo tocante a cuestiones políticas, se emite con el marchamo de la duda. La duda que nos ofrece el voto particular del magistrado Cándido Conde-Pumpido en la reciente sentencia que ha declarado inconstitucional el decreto que regulaba el primer estado de alarma no es sobre su independencia, es directamente sobre si actúa como brazo ejecutor del Gobierno, como portavoz de una extraña comisión parlamentaria instalada en nuestro tribunal de garantías.

Descalificaciones a sus compañeros y cuestionamiento político

Y es que el denominado “juez progresista” ha llamado legos a sus compañeros (la resolución es “más propia de un lego o de un jurista de salón que del máximo intérprete de la Constitución”), amén de cuestionar la eficacia política de la sentencia: “no resuelve, sino que crea un grave problema político, al desarmar al Estado contra las pandemias”.



D. Cándido Conde-Pumpido, magistrado del Tribunal Constitucional y ex Fiscal General del Estado (Foto: EFE)

Ya el jurista, el citado magistrado, empeñado en la labor jurídico-ejecutiva que últimamente desempeña, y dándole continuidad a la palmaria independencia de su cargo después de haber desempeñado tan independientes funciones como la de Fiscal General del Estado, podría haber propuesto, ya en el enjuague, sendos proyectos de ley para no generar “problemas políticos”. Por ejemplo, podría haber sugerido la aprobación de una ley de pandemias para tal fin, y así el órgano del que forma parte no habría tenido que ensuciarse la toga para impugnar jurídicamente a quien precisamente le ha nombrado.



Pero todos agradecemos la perspicacia política de Cándido Conde-Pumpido. Su pericia como técnico legislativo, además de su potencial como politólogo hacen del Tribunal Constitucional, quien tiene la suerte de darle pábulo, un verdadero foro de debate más o menos respetable.



“No resuelve, sino que crea un grave problema político”

Nosotros y ellos. Nosotros, los ciudadanos, creíamos que el Tribunal Constitucional velaba por nuestros derechos fundamentales. Pero no es así. Sus funciones se han redefinido y nadie se ha enterado. Ahora se encarga de evaluar los “problemas políticos” y procura siempre que sus resoluciones colaboren con la armonía del entorno político-social. Ellos, al parecer, han modificado la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional, y lo han hecho ajenos al principio de publicidad de las normas expresado en el artículo 9.3 de nuestra Constitución. Es lógico y parece tener sentido: el Constitucional puede impugnar, revertir o modificar sus propias atribuciones haciendo uso de su clarividencia en lo que a la interpretación constitucional se refiere. La nueva Ley Orgánica del Tribunal Constitucional, que nadie conoce porque el propio tribunal ha considerado necesario obviar el Principio General del Derecho de publicidad de las normas, prevé que los fallos del órgano han de ajustarse a la necesidad política del Gobierno y procura que sus resoluciones no “creen problemas políticos”, sino que, según fuentes consultadas, “colaboren con la armonía existente entre los miembros del Ejecutivo y sus potenciales votantes”.

Tribunal Constitucional (Foto: Economist & Jurist)

Es decir, estamos ante un hecho histórico que bien merece nuestro júbilo: además de la fiesta de la democracia a la que asistimos cada cuatro años, ahora el Tribunal Constitucional velará por la armonía política de las cosas.

Legos

La sorpresa para gran parte de la comunidad jurídica no es menor: además de conocer la inconstitucionalidad de parte del decreto regulador del primer estado de alarma, también hemos tenido la suerte de cerciorarnos de nuestra estupidez, atributo que por extensión nos endosa el miembro del ahora reconvertido a tribunal de armonía política, D. Cándido Conde-Pumpido.

Remata D. Cándido su incursión en el voto particular con su ya conocido magisterio en cuestiones de argumentación, cuando afirma que la sentencia se fundamenta en “la paradoja de sorites atribuida a Eubulides de Mileto”, como la que sigue:

  1. Dos o tres juristas no son un montón.
  2. Medio millón de juristas sí son un montón.
  3. Si n juristas no son un montón, tampoco lo serán (n+1) juristas.
  4. Si n juristas son un montón, también lo serán (n-1) juristas.

A esta paradoja de sorites sobre el montón de juristas podemos introducirle otras variables, que bien podrían arrojar luz sobre la valoración que tiene D. Cándido de la mayoría:

  1. Cándido Conde-Pumpido no es un montón de juristas.
  2. Medio millón de juristas sí son un montón de juristas.
  3. Cándido Conde-Pumpido llama lego a un jurista que comparte la postura del montón.
  4. Cándido Conde-Pumpido entiende como lega la opinión jurídica de medio millón de juristas, estos son, un montón de juristas.
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