HABILIDADES DE LA ABOGACÍA (I)
HABILIDADES DE LA ABOGACÍA (I)
¿Cuál es el porcentaje de horas que un letrado dedica a preparar un pleito? De ese tiempo, ¿qué importancia y qué cantidad de recursos se destinan a la puesta en escena y la forma en la que se va a exponer cada uno de los argumentos de defensa?
Es la parte del trabajo de un abogado que el cliente no ve, al cual tan sólo le preocupa la resolución de su pleito. Tampoco es corriente que ese ejercicio profesional tenga reflejo en la minuta, pero cualquier letrado, y más aún si hablamos de aquellos más expertos o consolidados, conoce la importancia de cada detalle de una materia que es objeto de estudio en cualquier programa de formación posgrado que se precie; hablamos de las habilidades comunicacionales.
Hoy los institutos y escuelas de abogacía insisten y dedican mucho tiempo y esfuerzo a la preparación del letrado y su actuación en sala. Históricamente en España las “habilidades de la abogacía” se confundían con la capacidad del letrado para el uso de la oratoria y sus técnicas, pero en otros países de gran tradición jurista, se tratan desde un sentido mucho más amplio, hasta el punto de que las grandes firmas de abogados cuentan en sus bufetes con un equipo de especialistas cuyo propósito es la defensa en sala del caso. Estos equipos no intervienen tanto en la relación con el cliente, ni tampoco en la investigación del caso concreto. Son el último eslabón de un trabajo llevado a cabo de forma minuciosa y perfectamente estudiada. En España también se dan estos casos, normalmente la experiencia del titular de un despacho o firma suele ponerse en juego en ese último momento. Las miles de horas de trabajo y de sala que llevan tras de sí estos profesionales les capacita para un ejercicio de puesta en escena casi perfecto.
¿Mito o realidad? ¿Es tan importante la actuación del abogado? La pregunta se contesta casi sola. En la experiencia de la mayoría de los letrados queda la impronta de aquel caso en el que la brillante actuación del compañero contrario supuso ese plus de excelencia que pudo decantar la sentencia, o más común, a diario nos podemos encontrar con otro compañero al que le adjudicamos una actuación profesional poco menos que brillante. La habilidad en sala nos es una forma de actuación casual, es fruto de la experiencia de cientos de horas de sala, el aprendizaje y el entrenamiento. No podemos olvidar que la mayoría de los procesos carecen de esa prueba fundamental e irrefutable, y en ausencia de esa prueba o momento “de inspiración divina”, cada elemento suma más allá de lo que aparentemente somos conscientes y es que, entre la primera llamada del cliente hasta el auto que pone fin a la resolución del proceso, se suman múltiples factores que van más allá de la carga documental o probatoria y que después tienen su reflejo en la solución final del caso.
En toda esta función hay un protagonista que siempre ocupa el epicentro de la preparación de un proceso; el Juez. Es el último de los protagonistas, el elemento alrededor del que gira la penúltima de las inquietudes antes de entrar en sala. Por si mismo, puede modificar nuestro comportamiento, y nuestra estrategia gira entorno a la capacidad que tenemos para convencerle. Si nos paramos a pensar un momento, cuando hablamos de las habilidades de la abogacía estamos instruyéndonos en la posibilidad de convencer y parecer más creíbles que cualquiera de nuestros compañeros. Las técnicas mil veces escuchadas y otras tantas puestas en práctica, tienen como único fin el de condicionar al Juez. Todo se encuentra perfectamente estudiado, y la realidad es que el Juez es un elemento vulnerable a cualquier condicionamiento, es decir, a todo lo que pasa en sala.
Actualmente, se empieza a considerar mucho todo este trabajo, y alrededor de toda esta ciencia existen múltiples decálogos o manuales técnicos que tratan de formar a los profesionales, pero el dominio de una ciencia no es posible sin antes aprender el porqué algo es de determinada forma, y cuales son las posibilidades que un profesional tiene para lograr que una actuación brillante pase a ser excelente. La posibilidad de condicionar a un Juez, la capacidad de un letrado para ejecutar un interrogatorio de acuerdo al interés del proceso, la preparación de la intervención en sala, o, algo mucho más complejo, la posibilidad de detectar en sala un falso testimonio, no es algo que pueda aprenderse sólo con la experiencia, si bien, el estudio de cada uno de los ejemplos comentados, así como otras técnicas de igual o mayor calado, aparecen reflejadas en el manual “Interrogatorio: Tecnología de la comunicación en el ámbito jurídico” publicado por la editorial “Difusión jurídica”. Estos autores, Javier Lillo y Juan José de Lanuza, han recopilado en el libro años de experiencia e investigación alrededor de este tema. Desde la fácil lectura y la explicación didáctica, desglosan cada una de las variables que entran en juego dentro del ejercicio profesional de la abogacía. A día de hoy “Interrogatorio: Tecnología de la comunicación en el ámbito jurídico” supone una referencia en el sector y, a buen seguro, el manual sobre el que se construirá toda una ciencia. Y tan sólo se han abierto un poco las puertas de acceso a todo un mundo de posibilidades.
Javier Lillo y Juan José de Lanuza
“Interrogatorio: Tecnología de la comunicación en el ámbito jurídico”. Editorial “Difusión jurídica”.
A la venta en www.libros24h.com