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Estilo de Vida

El abogado Carlos Martínez-Cava escribe un relato para ‘E&J’

Este apasionado de la escritura ha abordado el ensayo político en dos obras con un tono regeneracionista

Carlos Martínez-Cava, socio responsable del área de Laboral del despacho Cremades & Calvo Sotelo. (Imagen: Cremades & Calvo Sotelo)

Tiempo de lectura: 4 min

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Estilo de Vida

El abogado Carlos Martínez-Cava escribe un relato para ‘E&J’

Este apasionado de la escritura ha abordado el ensayo político en dos obras con un tono regeneracionista

Carlos Martínez-Cava, socio responsable del área de Laboral del despacho Cremades & Calvo Sotelo. (Imagen: Cremades & Calvo Sotelo)

Carlos Martínez- Cava lleva desde el 1989 ejerciendo como abogado. A lo largo de estos años ha compaginado su actividad de laboralista con el puesto de secretario del consejo de sociedades mercantiles del mundo del transporte de viajeros por carretera.



Reconoce que, el gusanillo de escribir le viene desde hace tiempo, habiendo cultivado el ensayo político en dos obras en tono regeneracionista: España defendida y Refundación soberana, —ésta última es un afilado análisis de la reconversión industrial de los años 80—, y que tuvieron una gran acogida.

Poseedor de una amplia biblioteca personal con especial dedicación a la historia de España y al ensayo político, conforma con ello un modelo de abogado de gran espectro cultural donde el Derecho es solo una parte más de su personalidad.



Ahora acepta el reto de Economist & Jurist, escribiendo un relato donde trata de abordar varias cuestiones como el olor de las librerías más tradicionales, junto con esas parejas de gente mayor que no siempre son relaciones cordiales. No siempre el maltrato va para el lado menos pensado.

La pasión por la escritura acompaña al abogado Carlos Martínez-Cava desde hace tiempo, habiendo abordado el ensayo político en dos obras en tono regeneracionista. (Imagen: E&J)

Aquella silla

Siempre me ha gustado caminar por las calles de los barrios antiguos de las ciudades mediterráneas. Esas paredes de piedra de sillería, en algunos casos estrechas y sus suelos recién regados por la costumbre de refrescar el aire me atraían.



Era aquella librería en particular la que magnetizaba siempre mis pasos hacia ella. Parecía que Ruíz Zafón hubiera nacido en ella para escribir sus relatos.

Había dos sillas de paja en la entrada. Al uso de muchos pueblos de esa España antigua que se desvanece lentamente.

Una la ocupaba un anciano de piel morena y arrugada y ojos glaucos que me miró con ojos de galerna perdida. Le di los buenos días. Estábamos solos él y yo. Son pocos los que frecuentan las librerías de viejo ya con su olor a humedad y páginas ocres. Son pocos los que buscan esos libros tan perdidos que un día fueron el mejor tesoro de sus dueños.

Gerard había comenzado ya a pensar que sería de su amplia colección de libros el día que él faltase. Tenía demasiados ejemplares de historias cuyo interés no sabía a quién podría cautivar como lo hizo con él.

Preguntó a Francesc por el ocupante de la otra silla de paja de la calle. El dueño dirigió sus ojos perdidos de azul a la silla y le comenzó a temblar la rodilla. “Era de mi mujer. Murió en la carretera la semana pasada. Dicen que se quitó el cinturón de seguridad y dirigió el coche hacia un camión que venía de frente. No quise ver cómo quedó “. Y su rodilla tembló aún más.

Me senté a su lado y le pregunté si la echaba de menos y lamenté su pérdida. Su mirada se perdió aún más y me contó una historia de soledades interiores, humillaciones y silencios.

“Fuimos el uno del otro hasta el día que comenzaron los desprecios. Al principio pequeños. Detalles de faltas de respeto, desaires. Y a él le comenzaron los temblores. Y ella hacía mofa de ello ante la familia, el público o las amistades. Lo que no hizo sino ahondar aún más la brecha entre ambos”.

Habían sido tantos años visitando aquella librería y verles a los dos imaginando su vida bien avenida y ligada a todos aquellos libros que echaban años con ellos, que me costaba imaginar un trasfondo tan triste o, incluso sórdido, entre ellos.

Paseé entre los ejemplares. Siempre salía con alguno más rumbo hacia mi casa. Lo había convertido en un ritual. Pero la historia que me contaba Francesc me tenía sobrecogido. Hoy el libro era él y me daba demasiado respeto pedirle que desgranara más páginas de su vida.

Quizá mi mejor muestra de afecto por el fuera no pedirle más detalle que los que él quisiera darme. He ido aprendiendo que cada pareja guarda su vida bajo muchos candados y no somos quien para abrirlos.

Encontré un ejemplar de los diarios de un general alemán que llevaba tiempo buscando y fui a comunicarle mi elección. En ese momento me confesó algo doloroso. «¿Sabe? Lo peor era todas las veces que mi piel la buscaba y ella me decía ‘acaba ya'».

Fui yo quien quedó, en ese momento, con la mirada perdida en un Maelstrom insondable. El reconoció eso en mis ojos y dijo: “Que bien lo expresó Verne, ¿verdad? ¡El Maelstrom! Eso ha sido mi vida estos años últimos”.

Salí en silencio y me fijé en un pequeño cartel de madera que antes no estaba a la entrada del local: “La libertad es una Librería”.

Quizá esa fuera una gran verdad ahora.

Carlos Martínez-Cava: «Para muchas parejas la vida ha sido como la del Maelstrom insondable, como el de esta imagen, que Julio Verne retratase en sus libros». (Imagen: Culture Club)

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