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Derecho Penal

Sobre el anteproyecto de Ley de libertad sexual y la potestad de liquidar la libertad hablando en su nombre

La ministra de Igualdad, Irene Montero. (Foto: Congreso de los Diputados)

Pablo Capel Dorado

Director general de Economist & Jurist Group




Tiempo de lectura: 2 min

Publicado




Derecho Penal

Sobre el anteproyecto de Ley de libertad sexual y la potestad de liquidar la libertad hablando en su nombre

La ministra de Igualdad, Irene Montero. (Foto: Congreso de los Diputados)



El uso de los términos es un factor clave para inocular en la opinión pública corrientes de pensamiento. Si el termino se pervierte, el mensaje acabará conduciendo a derroteros que nada tienen que ver con su verdadero significado. El anteproyecto de Ley de libertad sexual no protege la libertad, es más, pretende liquidarla.

Esta semana hemos conocido el contenido de este anteproyecto de ley, que prevé cambios sustanciales en materia penal, en lo tocante a los tipos de agresión y abuso sexual. Se pretende ahora la eliminación del tipo abuso para que todos los delitos contra la integridad sexual pasen al tipo agravado de agresión. Esto supone, de entrada, una abolición de la gradación del delito, que endurece la pena al reo. No se contemplará el uso de la violencia o intimidación para encuadrar el tipo penal, sino que subrepticiamente, sin atender a la existencia del hecho concreto, en todos los delitos contra la libertad sexual se entenderá que existe tal intimidación o violencia, aunque no hayan concurrido.



En términos jurídicos estamos ante un verdadero despropósito. La intención de la norma debe ser la de acotar el hecho delictivo para poder graduar la intensidad de la fechoría. Las indeterminaciones jurídicas, la creación de cajones de sastre, sólo sirven para crear confusión y cargar a los tribunales con la decisión de juzgar lo que no se ha legislado. Y los tribunales, últimamente, están sujetos al capricho de la opinión pública. Y la opinión pública, a su vez, es lo que aspira a controlar este legislador. Este es el círculo retroalimentativo que hace de este anteproyecto un experimento perverso.

El derecho es un rehén, una vez más, del capricho del burócrata, en este caso, para consumar su aspiración: conquistar el espacio cultural. Y en estas lides bregamos: las corrientes de pensamiento que presionan a los tribunales son las mismas que ahora disfrutan de la potestad de legislar. Estamos ante una dinámica diversificada en tres estadios: en la calle, en la pluma del legislador y bajo la maza.

La libertad

La libertad es un término tan potente que todos pretenden arrogarse su defensa. Ahora, la defensa de la libertad pasa por atropellar el derecho de tutela judicial efectiva, de presunción de inocencia y de vivir bajo una suerte de normas delirantes e indeterminadas -generadas desde el odio y la ignorancia- que hacen imposible un marco de convivencia estable. La perversión del término es evidente: libertad ahora es sinónimo de ausencia de ésta, pues sólo un ordenamiento jurídico garantista es capaz de proteger las libertades.



La perversión del lenguaje afecta al estadio más accesible para el ciudadano, este es, el del discurso de la calle, pues no somos ni legisladores ni jueces. Este es el germen que altera la norma, que convierte la intención paranoica en una realidad de leyes torticeras. Y en este estadio podemos hacer algo. ¿Lo ven?

Y únase a los autos de su razón.

Pablo Capel Dorado.

 

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