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La firma

De los placozous, las neuronas y su vinculación con la evolución de la inteligencia humana

“La IA será un elemento perturbador”

(Foto: E&J)

Pedro Tuset del Pino

Magistrado-juez de lo Social de Barcelona




Tiempo de lectura: 7 min

Publicado




La firma

De los placozous, las neuronas y su vinculación con la evolución de la inteligencia humana

“La IA será un elemento perturbador”

(Foto: E&J)



Manifestando de antemano mi pasión por la antropología y, dentro de ésta, la historia evolutiva de los Neandertales, he tenido la ocasión de leer recientemente que una investigación realizada en Barcelona, en el Centro de Regulación Genómica (CRG) publicada este el pasado 19 de septiembre de 2023 por la revista científica Cell, ha puesto al descubierto un precedente de las neuronas, los denominados placozous, que figuran entre los animales más sencillos existentes. Se calcula que los primeros placozous, que son como pequeñas gotas microscópicas que viven en las rocas del borde de los mares cálidos y poco profundos y se alimentan de algas, aparecieron hace unos 800 millones de años.

A pesar de que no tienen órganos diferenciados y que sólo los componen unas 50.000 células de unos 10 tipos diferentes, uno de los tipos, denominadas peptidérgicas, los permite moverse y alimentarse.



Es más, según Sebastián Najle, primer coautor del estudio, han hecho un análisis genómico muy preciso y han descubierto que el funcionamiento de estas células es muy parecido al de las neuronas.



Y aún hay más, se ha podido identificar que este mecanismo apareció unos 150 millones de años antes de la aparición de las neuronas, tal como las conocemos, esto es, como células complejas.

Y es que, según este mismo estudio, se calcula que las neuronas (palabra que proviene del griego y significa provocar, excitar o incitar) aparecieron hace unos 650 millones de años, poco antes de la llamada «explosión cámbrica», que supuso la aparición a la Tierra de una enorme diversidad de plantas y animales pluricelulares.



La investigación llevada a cabo es, a nivel biológico y evolutivo, de una enorme trascendencia porque en definitiva se trata de averiguar, dentro de la diversidad de los animales que hay en el planeta, cómo han evolucionado. En definitiva, entender nuestro propio origen.

Se calcula que las neuronas aparecieron hace unos 650 millones de años. (Foto: E&J)

Profundizando en la materia, las neuronas son las células que forman los nervios y el cerebro, permitiendo a los animales percibir el estado exterior e interior del cuerpo, controlarlo para moverse y poder continuar viviendo, por lo que tienen una relación directa con la inteligencia y ésta, a su vez, con los determinantes biológicos bajo los que ha tenido lugar el extraordinario evento evolutivo de la capacidad cerebral, tanto de los homínidos, en general, como del Homo sapiens, en particular.

Aunque el linaje homínido se remonta en el pasado hasta al menos cinco millones y posiblemente hasta diez millones de años atrás, las evidencias fósiles acerca del tamaño cerebral tienen una antigüedad de tan solo tres millones de años, remontándose hasta los especímenes de Australophitecus afarensis procedentes de Hadar, en Etiopía. Durante estos tres millones de años el tamaño del cerebro se triplicó, pasando de unos 400 cm3, hasta unos 1.350 cm3, que es el valor promedio de las poblaciones modernas.

Sobre este particular, sorprenderá al lector que el especialista en cognición y en los orígenes evolutivos de la conciencia de la Universidad de Warwick, Thomas Hills, haya indicado que debemos suponer que el promedio del volumen de un cerebro lo limita la anchura de la pelvis de la mujer; de lo contrario se producirían más muertes al nacer, por lo que no es posible soslayar que el volumen de la pelvis de la mujer constituye el mayor impedimento físico para que nazcan bebés con grandes cerebros, puesto que el ámbito que deja la pelvis para adecuarse al volumen del cráneo del bebé es muy reducido.

Para los biólogos, la necesidad de arrostrar una complejidad social creciente –que incluiría pautas de subsistencia cada vez más exigentes, pero particularmente una estructura social más ramificada e interacciones sociales más impredecibles- devino una parte importante de la vida de los primates. El establecimiento de alianzas y la explotación del conocimiento de las alianzas de otros resultó clave para el éxito reproductor del individuo, a la par que una importante fuerza de la selección natural en la expansión de los cerebros de los primates y, en definitiva, de los humanos.

De la importancia neurológica asociada a la evolución de nuestra inteligencia es buena muestra la aparición de la neuroantropología, que se encuentra en la intersección de la antropología (fundada, junto al norteamericano Lewis Henry Morgan, por el inglés Edward Burnet Tylor) y la neurociencia, ciencia que se centra en tres áreas de investigación principales: evolución del cerebro humano y de los primates; variación neuroanatómica del humano moderno; y neuropsicología cognitiva en las diferentes culturas.

Otro curioso de la investigación científica, Eduardo Punset, afirmó que el cerebro es, a la vez, materia física y química, aunque las consecuencias de esos procesos físico-químicos son las ideas, la inteligencia creativa, pudiendo dar lugar tanto al pensamiento consciente como a las decisiones inconscientes.

Eduardo Punset. (Foto: RTVE)

Esta capacidad creativa, o inventiva, dio paso a la evolución de nuestra capacidad cerebral, al plantearnos procesos cada vez más complejos que exigían respuestas y ante la necesidad de afrontar los obstáculos. El desarrollo de las herramientas, la conquista del fuego o la rueda y el desarrollo del habla constituyen, entre otros, grandes saltos conceptuales en la historia evolutiva del hombre como especie y en la construcción de nuestra propia cultura.

Con todo, los antropólogos, y entre ellos el acreditado Richard Leakey, afirman que el lenguaje y la consciencia, que están entre las más apreciadas características del Homo sapiens, no han dejado rastro alguno, que se conozca hasta hoy, en el registro prehistórico, con lo que todas las especies humanas que vivieron antes de la aparición del Homo erectus, eran distintivamente simiescas, a pesar de ser bípedas, con un cerebro relativamente pequeño, con un rostro que presentaba prognatismo (es decir, sobresalía hacia delante), con el pecho en forma de embudo, el cuello corto y la ausencia de cintura. De ahí que pueda asegurarse que el gran salto cuantitativo y cualitativo tanto de nuestra morfología como de nuestra capacidad cerebral, esto es, de nuestro entendimiento e inteligencia, se produjo con la evolución al Homo sapiens.

Y esa capacidad creativa, fruto y artífice de la misma evolución, se ha heredado de generación en generación, puesto que puede enseñarse. Las investigaciones muestran que hay muchas partes del cerebro involucradas en el proceso creativo y que la acción está distribuida en distintas áreas.

Pero lo importante, para el profesor Robert J. Sternberg, afamado psicólogo estadounidense, es “darse cuenta de que no sólo la biología afecta al comportamiento y al aprendizaje, afecta al cerebro, afecta a la biología; va en ambas direcciones”. Es decir, que cuando se aprende algo, cuando se desarrolla cognitivamente un individuo, su cerebro también cambia.

Todo este proceso mental, si se quiere así denominar, viene dado porque en nuestro cerebro existen sistemas de activación general que regulan el grado de activación eléctrica de neuronas y nodos, de ahí la importancia del estudio efectuado por el Centro de Regulación Genómica, porque, en definitiva, conocer nuestros orígenes biológicos nos conduce a una mejor comprensión de nuestro pasado para mejorar nuestro presente y afrontar el futuro.

No puede pasarse por alto, con todo, que nuestra capacidad cognitiva y nuestra habilidad para la comunicación nos ha permitido innovar y elevarnos sobre las demás especies, como puso de manifiesto Eduardo Punset, a pesar de que cada humano es un universo diferente, de modo que no hay ni ha habido nunca uno que no sea distinto del resto. Ahora bien, la cuestión a plantearse es otra distinta, ¿se encuentra limitada nuestra capacidad cognitiva?, ¿tenemos un cerebro limitado para siempre?

Un trabajo de investigación del Instituto Tecnológico de Massachusetts ha demostrado que las bases neuronales de la memoria visual de trabajo tienen una capacidad limitada. De media, un humano adulto sólo puede retener en su mente consciente cuatro cosas al mismo tiempo, de forma que, enfrentado con una lista de objetos, lo más probable es que sólo recuerde los cuatro primeros. Y esto nos lleva a un campo de investigación aún si cabe de mayor interés, ¿de qué modo la Inteligencia Artificial (IA) será, sino lo es ya, un elemento perturbador y limitativo de la expansión de nuestra capacidad cognitiva e intelectual?

La Inteligencia Artificial será, sino lo es ya, un elemento perturbador. (Foto: E&J)

La sociedad actual nos condiciona a seguir un ritmo creciente y expansivo en nuestras actividades profesionales, exigiéndonos un rendimiento cada vez mayor que no conoce de más límites que los puramente cuantitativos, en una espiral de producción de bienes y servicios que desborda nuestra capacidad cognitiva. Y es aquí donde encuentra sentido la IA, como remedio para paliar esa limitación orgánica y, acudiendo en su auxilio, contrarrestarla con la robótica permitiendo una mayor capacidad de memoria, de acción resolutiva y de resultado extra muros del ser humano.

Pero esta supuesta ventaja puede resultar contraproducente, incluso afectar a la propia evolución de nuestra especie si no sabemos controlar y limitar la IA. A pesar de todo, aún cabe el optimismo, pues del mismo modo que durante la evolución de los homínidos surgió un supercerebro, nuestro actual cerebro, cabe la posibilidad de que vuelva a suceder y éste vuelva a evolucionar de una manera natural, adaptándose al nuevo entorno que nos envuelve.

Sin embargo, no deja de ser paradójico que el ser humano haya conseguido que una sonda lanzada desde la Tierra se pose, tras un viaje de 6.000 millones de kilómetros por el espacio, sobre un cometa que surca el sistema solar a 135.000 kilómetros por hora y que, sin embargo, ese mismo ser humano sea incapaz de entender su propio cerebro. El órgano de kilo y medio que tenemos dentro de la cabeza es un completo extraño para el que no hay herramientas para estudiarlo, quizás porque contiene 86.000 millones de neuronas, con billones de conexiones entre ellas.

No es de extrañar, pues, que el género humano sea tan diverso en sus costumbres, tradiciones, historia, idiomas, capacidad de evolución y que sea incapaz de ponderar los intereses en juego cuando se ve involucrado en guerras, rencillas, disputas e intereses de todo tipo, dejando de lado aspectos emocionales como la solidaridad, el entendimiento, la concordia y el ecologismo.

Bibliografía

  • Ansede, Manuel. “Un año dentro del cerebro”. Diario El País, de 2 de julio de 2015.
  • Barfield, “Diccionario de Antropología”. Edicions Bellaterra, año 2001.
  • Leakey, Richard. “El origen de la humanidad”. Ed Debate, año 2000.
  • Lewin, Roger. “Evolución humana”. Salvat Ciencia, año 1994
  • Punset, Eduardo. “El alma está en el cerebro”. Círculo de Lectores, año 2007.
  • Punset, Eduardo. “El sueño de Alicia. La vida y la ciencia se funden en la historia más emocionante”. Ed. destino, año 2013.
  • Redacció de 3/24. Portal informatiu de 3cat (TV3).
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