Del Guadiana al Amazonas: una reflexión sobre un conflicto interesado
"Cerremos el conflicto interesado del Guadiana al Amazonas"
Claudia Sheinbaum, presidenta de México. (Imagen: RTVE)
Del Guadiana al Amazonas: una reflexión sobre un conflicto interesado
"Cerremos el conflicto interesado del Guadiana al Amazonas"
Claudia Sheinbaum, presidenta de México. (Imagen: RTVE)
Hace unos días tuve el placer de ser entrevistado por Adolfo Arjona en su programa La Noche, de la cadena COPE, y me preguntaba los detalles de una de las gestas más importantes que en la historia se han realizado hasta la llegada del hombre a la luna, como fue la exploración de la cuenca del río Amazonas, con la navegación completa de su cauce, cruzando América del sur de este a oeste, para llegar al océano atlántico, en la zona del mar Caribe.
Esa aventura fue capitaneada por un español que marchó desde el Guadiana, de donde eran sus abuelos, señores de Orellana de la Sierra y Orellana la Vieja y hoy continúan en buen estado los orgullosos castillos-palacios de los Bejarano y los Altamirano que, unidos, dieron lugar al apellido de Francisco de Orellana, quien, probablemente corrió por sus calles antes de marchar a las Indias para explorar el río Amazonas.
Esta entrevista me ha hecho reflexionar sobre el conflicto que en estos últimos días se ha acentuado con las manifestaciones del presidente saliente de México no invitando al rey de España a la toma de posesión de Claudia Sheinbaum como nueva jefa del Estado. Yo celebro enormemente que le sustituya una mujer al frente de una sociedad tan importante y tolerante como la mexicana, que tanto bien ha hecho durante nuestra historia común a los españoles, sobre todo después del gran exilio que se produjo tras la guerra civil española.
Esta mujer, doctora en física, culta y refinada, moderada en sus convicciones que ha modulado desde la militancia comunista de su padre, que tanto debió influirla en su juventud, hasta integrarse en un movimiento socialdemócrata de izquierdas; y asertiva y serena en sus comparecencias públicas no puede apoyar en su fuero interno, estoy convencido, que las máximas instituciones de ambos países estén enfrentados por que nuestro rey Felipe no pida disculpas por lo que AMLO llama los abusos de la conquista española.
Muchos de los conflictos que se producen entre las comunidades tienen su origen en una diferente perspectiva en la interpretación de los hechos ocurridos, y, sobre todo, cuando una parte se niega a ver la viga en su propio ojo, fijándose en la paja que tiene el ajeno.
Por eso, para resolver estos conflictos, sobre todo los que se fundamentan en agravios históricos, no podemos verlos las partes inmersas en él desde nuestra perspectiva actual, pues en nuestro tiempo existen conceptos, como el de los Derechos Humanos, o incluso el del Derecho de la Guerra o de las convenciones internacionales que pretendían regular los enfrentamientos armados, pues en aquellos tiempos la crueldad y la falta de respeto a la vida o la libertad humana estaban adheridos al ADN de los ciudadanos, fuesen españoles, indios o chinos. Salvo algunas honrosas excepciones.
Como la mayoría de los españoles y latinoamericanos con una mínima formación en la historia común de nuestros pueblos sabemos, la aventura de Francisco de Orellana y sus compañeros duró siete meses, en los que los hombres de la expedición carecían de los mínimos medios necesarios para cumplir su objetivo: buscar una vía fluvial que permitiera cruzar las indias occidentales por la ruta del oeste, para llegar a las islas de las especias (hoy Molucas) situadas en la parte oriental de Indonesia.
Capitaneada por De Orellana, esa expedición la realizaron un grupo de españoles con la asistencia de los indios con el que el astuto extremeño había conseguido fraguar alianzas basadas en la paz y en la confianza, además del respeto y el reconocimiento mutuo que ambos mundos necesitaban para colaborar en tal hazaña.
Ese increíble viaje pudo culminar con éxito, a mi juicio, porque mi ilustre paisano se negó a ser un conquistador al uso de aquella época, convirtiéndose en una especie de explorador que utilizó la diplomacia y sus dotes para resolver los conflictos desde el respeto a los nativos de cada uno de los reinos por los que su pequeña nave San Pedro surcaba las aguas del Amazonas.
En las fuentes que estudié para escribir mi novela Orellana, en busca del cielo, pude vislumbrar leyendo las crónicas de uno de los hombres que le acompañaban, fray Gaspar de Carvajal, que Francisco de Orellana hablaba la lengua de los indios, algo que hoy puede parecer normal en una persona que vivió muchos años entre ellos, si no fuese porque en la cultura española de entonces, estaba muy mal visto entre sus paisanos que un hidalgo hablase las lenguas nativas, sobre todo los que se consideraban realmente conquistadores de aquellas tierras, que no fueron todos.
Por eso, yo creo que Orellana debía hablar fluidamente las lenguas de mayor difusión nativa en aquellos tiempos, como el quechua, el chocó, o el tupí, pues no saber comunicarse en tales idiomas con los nativos de las riberas del río por las que navegaban ponía en peligro su vida y las de sus hombres. Eso nos transmite el respeto el explorador demostraba por las personas que habitaban aquellas tierras y a las que, al fin y al cabo, necesitaba para alimentarse y proseguir en paz su viaje.
Lo cierto es que, después de siete meses arribó a buen puerto y pudo finalizar su viaje de navegación del rio más largo del mundo y volver a España, donde llegó para ser juzgado por un delito de traición por la denuncia que su primo Gonzalo Pizarro realizó ante la Real Chancillería de Valladolid.
Sin embargo, para que el lector se quede tranquilo sobre el fin de esa historia judicial, después de nueve meses, el emperador Carlos V le absolvió, permitiéndole su vuelta a los territorios que había explorado para España como Adelantado de la Corona.
Pero la preparación del viaje de vuelta no fue fácil, y se dieron condiciones muy precisas en las capitulaciones respecto al trato que debía dispensar a los indios en los territorios que estos vivían, como, por ejemplo, la prohibición de la embarcación de indios naturales en los barcos españoles en cualquier caso o situación, a no ser que cumplieran la función de traducir, bajo multa de diez mil pesos de oro para la Cámara y Fisco reales.
La razón de tal prohibición era evitar los abusos y la esclavitud de los indígenas, prohibido por las Leyes Nuevas españolas en 1542, que fueron aplicadas con rigor a muchos españoles que se negaron a cumplirlas.
Respecto a los recursos y alimentos que debía obtener Orellana para mantener a los miembros de la expedición, el rey le obligaba a que no tomaran ni él, ni ninguno de sus acompañantes ni mujer casada, ni hija, ni ninguna otra mujer de los indios, ni oro, ni plata, ni algodón, ni plumas, ni piedras, ni ninguna otra posesión que tuvieran estos indios, a no ser que fuera por medio de un intercambio por otra cosa que valiera lo mismo, haciéndose este intercambio y pago según les pareciera al veedor y a los religiosos, al que vaya contra esta ley, será castigado con la pena de muerte y expropiación de los bienes.
Pero si les permite en el caso de que se hayan quedado sin comida y no tuvieran nada para hacer un intercambio, que con ruegos, buenas palabras y persuasiones, pero nunca por la fuerza, a no ser que después de haber utilizado todas las formas para conseguir comida ellos no cedieran y a él, al veedor y a los religiosos les pareciese correcto.
Por lo tanto, la monarquía hispánica tuvo desde el principio de la conquista española de América, que sí lo fue, un afán de protección, aunque los descendientes españoles y criollos que se quedaron a vivir en los países hoy llamados latinoamericanos se hicieron dueños de tierras y haciendas, convirtiéndose en los líderes políticos que, desgraciadamente, después de que abandonará la administración española aquellas tierras hace ya muchos años, siguen negando a sus ciudadanos más pobres el acceso a derechos esenciales, criticando los abusos del reino de España en tiempos pasados, mientras en los actuales ellos son quienes abusan de sus ciudadanos.
Pero no, los reyes españoles no fueron los responsables de esos abusos, aunque si lo fueran algunos de los conquistadores que negaron la compasión humana a muchos de los indígenas que vivían en aquellos territorios, tal y como hacen dirigentes posteriores hasta nuestros días en todas los países del mundo.
Por eso, propongo que cerremos de una vez por todas ese conflicto interesado y nos pongamos de acuerdo, a través de nuestros respectivos líderes políticos, para pedir perdón a las víctimas que no fueron protegidas ni por los criollos americanos, ni tampoco por los españoles, y que son los nativos de las tierras africanas esclavizados para hacer ricos a todos los que vivieron en ambas orillas del atlántico.
Ya sabe, señora Sheinbaum, dispóngase a pedir perdón a los herederos de aquellos esclavos y llame al rey de España, para que se pongan de acuerdo ambos, junto con el resto de líderes europeos y americanos, para pedir perdón por los abusos a los pueblos africanos que fueron secuestrados para hacerlos esclavos y trabajar en las tierras americanas de las que disfrutan la mayoría de los líderes americanos.
Y esperemos que ahora sí sea momento para la paz entre nuestros pueblos hermanos.