Elogio al abogado generalista
"La abogacía generalista es necesaria"
(Imagen: E&J)
Elogio al abogado generalista
"La abogacía generalista es necesaria"
(Imagen: E&J)
En la abogacía existe un consenso generalizado sobre la necesidad de la especialización de la profesión, mientras que el ejercicio denominado “generalista” se antoja menos atractivo o, ¿cómo decirlo?, no está de moda, percepciones que derivan de la actual popularidad de aquélla frente a esta última, que va quedando progresivamente oculta ante el empuje de las tendencias sociales que repercuten en el universo jurídico.
No puede olvidarse que la especialización, hija de nuestro tiempo, llegó hace décadas para quedarse, puesto que la proliferación normativa, doctrinal y jurisprudencial, la evolución del mercado de los servicios legales, la competencia reinante en nuestro colectivo, así como los numerosas áreas, y especialmente sectores, que requieren de la aplicación de un Derecho especializado, ha obligado al abogado a especializarse.
Sin embargo, y partiendo de que suscribo la necesidad e importancia de la especialidad, la abogacía generalista aún tiene mucho que decir en el escenario profesional en que vivimos, pues considero que el ejercicio de la profesión requiere inicialmente de un conocimiento y práctica en todas las áreas posibles.
Áreas que, cuando menos, podrían asociarse con el derecho civil, penal, contencioso-administrativo y social, aprendizaje que requiere dedicación y tiempo, pues sólo de esta forma el abogado novel podrá estructurar su mente sobre la base de la aplicación experiencial dichas materias que, por lo demás, se extienden y ramifican unas con otras de forma transversal. Una vez que el abogado dispone de dicho aprendizaje, se encontrará preparado para la especialización, campo fértil en el que, en numerosas ocasiones, tendrá que labrar con las herramientas que manejó durante la actividad “todo-terreno” de sus primeros años.
Existen núcleos de población y zonas geográficas en las que la figura del abogado generalista puede colmar todas las necesidades y demandas de servicios legales
Por otro lado, creo firmemente que la abogacía generalista –es decir, aquella cuyo objeto es la prestación de servicios por profesionales que intervienen en todas las áreas del derecho, sin disponer de especialización en alguna en concreto–, sigue siendo fundamental no sólo por la razón antes apuntada, sino porque existen núcleos de población y zonas geográficas en las que la figura del abogado generalista puede colmar todas las necesidades y demandas de servicios legales, y no me refiero a pueblos, sino igualmente a ciudades. Ello es así porque en determinadas áreas el profesional generalista, ha sabido adaptarse a las necesidades concretas de las materias más demandadas en su territorio, dando respuestas plenamente satisfactorias sin necesidad de estar especializado en dichas materias.
Lo anterior no obsta a que en temas que requieran una especialización muy avanzada, el generalista juegue un papel similar al del médico de familia, remitiendo al cliente a un especialista que podrá atenderlo con las máximas garantías de recibir una buena defensa, rol que se viene observando con mucha frecuencia en nuestra práctica profesional.
Ahora bien, lo que no considero completamente desacertado es enviar tanto a los universitarios y estudiantes del Curso de Acceso a la Abogacía y Procura, como a los abogados nóveles, el mensaje de que la especialización es la panacea, esquivando así el valor del aprendizaje en los comienzos de la abogacía generalista.
Decía Martínez del Val que “la prisa es enemiga de la abogacía”, prontitud que se torna en ligereza cuando pretendemos que de forma inmediata el recién incorporado al ejercicio profesional comience sin más el aprendizaje de la especialidad, falla esta que en el futuro soportará el mismo abogado, y lo que es peor, sus clientes…
Cuando el abogado comienza, debe conocer, al menos, de forma puntual, la práctica profesional en las diversas ramas del Derecho
Concluir, por tanto, que la abogacía generalista es necesaria y puede convivir con la especialización, no siendo, por lo demás, excluyentes, sino complementarias.
Conclusiones: La prisa.
Cuando el abogado comienza, debe conocer, al menos, de forma puntual, la práctica profesional en las diversas ramas del Derecho. Es decir, actuar como un generalista todoterreno durante algunos años, pues de esa forma tendrá una visión mucho más completa de la profesión que de haberse centrado desde el principio en una especialidad. Lógicamente, el cambio de lo general a lo especial dependerá de las circunstancias de cada uno.
Por muy mentalizado que esté el abogado que comienza en ejercer determinada especialidad, hasta que no haya conocido los entresijos de la profesión, con sus sinsabores y alegrías, con sus buenos y malos momentos, y todo ello experimentado en las diversas materias, difícilmente podrá disponer de la información suficiente por optar por una u otra especialización. Por lo tanto, el conocimiento práctico del objeto vocacional es aquí fundamental.