Gracias a mi psicóloga por enseñarme a no renunciar a mi esencia y seguir luchando contra las injusticias
"La necesidad de tener una buena salud mental"
En la imagen, con la perrita de mi novio, Kyra. (Imagen: E&J)
Gracias a mi psicóloga por enseñarme a no renunciar a mi esencia y seguir luchando contra las injusticias
"La necesidad de tener una buena salud mental"
En la imagen, con la perrita de mi novio, Kyra. (Imagen: E&J)
Mi nombre es Daniel Sánchez Bernal, abogado de Sevilla. Yo, como otros muchos compañeros, también he padecido algunos de los síntomas que delatan que nos encontramos ante un problema de salud mental.
En mi caso, he conocido y sufrido lo que es tener estrés o ansiedad y también he conocido y sufrido lo que es tener esa sensación de no tener confianza en mí mismo. Fustigarme por cada error que cometo en mi vida y en mi ejercicio profesional, avergonzarme de mi apariencia física… Sí, he sufrido de baja autoestima, un problema que afecta a millones de personas en todo el mundo y me estaba sucediendo a mí. Pero no le encontraba razón alguna, pues siempre he sido muy optimista.
Al principio, no le encontraba sentido alguno a lo que me estaba sucediendo. Todas las noches dormía bien porque tenía la tranquilidad de que estaba haciendo lo correcto, que estaba haciendo todo lo posible por defender a mis clientes. Pero la realidad es que siempre me reprochaba que no era suficiente, dudaba si había algo más que hacer y se me pasaba por alto. ¿No os ha pasado alguna vez?
En varias ocasiones me he planteado si merecía la pena seguir ejerciendo la abogacía
Tal era mi baja autoestima que empecé a encontrarme críticamente mal hasta plantearme, en muchas ocasiones, si merecía la pena seguir ejerciendo una maravillosa profesión –a la par que dura– como es la abogacía. Me llegué a plantear si realmente era un buen abogado… Quizás os hayáis planteado una pregunta similar en alguna que otra ocasión. Probablemente sea así. Yo me cuestionaba absolutamente todo.
Sé que la profesión de la abogacía es muy dura y tiene muchos altibajos. Eso creo que es algo tan notorio que nadie lo discutiría.
Muchos justiciables mueren esperando que se imparte Justicia en sus casos
Quizás mi baja autoestima fuera agravada tras comprometerme a conseguir una Justicia de calidad, ágil, eficaz y eficiente. ¡Qué os voy a contar que ya no sepáis! Me enfrento contra la lentitud de la Justicia. Me preguntaréis por qué lo hago. Siempre doy la misma respuesta, quizás errónea quizás no: Todos, en algún momento de nuestra vida, seremos justiciables y nos veremos abocados a pedir auxilio a jueces y tribunales. No es justo que con las angustiosas circunstancias personales o familiares del que se ve abocado a suplicar Justicia, compruebe que uno será oído para dentro de dos, tres o cuatro años.
Considero que mi baja autoestima pudiera haber sido agravada tras iniciar mi cruzada contra la lentitud de la Justicia porque me he visto muy solo, prácticamente abandonado a mi suerte y a la de mis clientes –justiciables–. Sólo cinco de mis compañeros me tendieron su mano para recorrer juntos este arduo camino hacia una anhelada Justicia de calidad. Ni siquiera mi Colegio de Abogados me apoyó.
Sufrí muchísimo cuando empecé a recibir cientos y cientos de críticas y reproches de todos aquellos que se sentían molestos por alzar la voz… Pareciera que, al final, los culpables de esta situación fuéramos yo y mis clientes. Jamás lo entendí ni lo entenderé. Pero esa situación me afectó mucho. Aunque siempre he contado con el apoyo de mis padres, hermanos, mi novio y, sobre todo, de mis clientes, que desde siempre han creído en mí y han demostrado su valentía.
No os podéis imaginar cuando un cliente me pregunta, con los ojos llorosos y la mirada perdida: “¿Cuándo es mi juicio?”
Aunque contaba con este apoyo psicológico, la realidad es que me llegué a cuestionar si estaba haciendo lo correcto. Si verdaderamente estaba luchando porque no se vulnerasen los derechos de mis clientes, su tutela judicial efectiva, y poder conseguir una respuesta por parte de un juez o un tribunal sin tener que soportar una exasperante lentitud.
¿Sabéis qué? Muchos clientes y muchos justiciables, mueren esperando a la llegada de ese día tan importante para ellos. La llegada del día en el que se imparte Justicia. Al menos, del día en el que son oídos. Sí, así se nos mueren los clientes.
No os podéis hacer una idea de lo que se siente cuando nos sucede algo así. Y también cuando se nos acercan aquellos justiciables que nos ven como sus ángeles de la guarda, sus protectores, que nos suplican que hagamos todo lo posible para que sean oídos. Justiciables a los que, en muchos casos, les rodean auténticas situaciones angustiosas y con grandes cargas familiares… Justiciables que sólo ven oscuridad a su alrededor y no saben cómo salir adelante. Imagínense cuando alguien es despedido, tiene hijos menores, la empresa ni siquiera le abona la indemnización mínima legal y, para colmo de males, tampoco sus salarios, vacaciones y un largo etcétera.
Justiciables que se ven abocados a suplicar auxilio sin esperanzas de encontrar la luz al final del túnel, agravados por el sufrimiento de la lentitud de la Justicia.
No os podéis imaginar cuando un cliente me pregunta, con los ojos llorosos y la mirada perdida: “¿Cuándo es mi juicio?”. No os podéis imaginar la cara de desconsuelo, sufrimiento, angustia y desazón de mi cliente cuando le digo que puede tardar 2, 3 o hasta 4 años en celebrarse. Es tremendo.
Una noche sí y otra también se me queda grabada en mi mente esa escena. ¿Y qué puedo hacer? Siempre he tenido muy claro que mi deber, como abogado, es facilitar a mis clientes, a los justiciables, las herramientas que las leyes nos conceden para hacer valer uno de los derechos más fundamentales que pueda existir, como es la tutela judicial efectiva y el derecho a ser oído. Y es lo que hago y haré. Y seguiré comprometido a conseguir que, de una puñetera vez, tengamos una Justicia de calidad, ágil, eficaz y eficiente. Lo seguiré haciendo, aunque me encuentre solo, porque si algo me enseñaron mis padres fue a luchar contra las injusticias. Y no olvidemos que algún día seremos justiciables.
Mientras tanto, asumo que me acompañarán los diferentes problemas psicológicos que me acompañaron hasta ahora. Pero, ¿sabéis qué? Tengo la gran suerte de contar con mis padres, mis hermanos y mi novio que siempre han creído en mí, creen en mí, y seguirán creyendo en mí.
Pilar López Morales, mi psicóloga
Además, he conocido a una persona que se ha convertido en alguien especial en mi vida y en la de mi novio. Una chica muy joven que me ha ayudado enormemente a gestionar mis debilidades, a reforzar mis fortalezas y a comprender y canalizar mis emociones y miedos. Ella se llama Pilar López Morales y es mi psicóloga. Sí, habéis leído bien, psicóloga. Una palabra que define a una profesión muchas veces minusvalorada, pero que es esencial.
No os podéis hacer una idea de cuánto me ha ayudado a seguir adelante, a no renunciar a mi esencia, a seguir luchando por lo que considero que es justo. Y como mis padres me enseñaron desde pequeño, es de bien nacido ser agradecido. Por esta razón, quiero darle las gracias con todo mi corazón a una gran persona que se cruzó en mi camino, me tendió su mano, creyó en mí desde el principio y cree en todo lo bueno que puedo aportar a esta bendita y maravillosa profesión como es la abogacía, en todo lo bueno que aportar a la sociedad.
Si os preguntáis por qué me preocupa tanto cuidar de nuestra salud mental. ¿Sabéis una cosa? Durante la pandemia he sufrido la pérdida de un gran compañero y mejor amigo, que debido a su condición psicológica decidió terminar con su dolor. Jamás sabré qué le pasó, pero cada día cargo con un gran peso invisible por no haberme dado cuenta de que algo le estaba sucediendo.
Los psicólogos son fundamentales. En mi caso, cada día le doy las gracias a mi psicóloga Pilar por haberme tendido su mano y haberme enseñado herramientas que desconocía que existían y me facilitaban gestionar mis emociones, inteligencia emocional, autoestima y que no condujesen a otros trastornos de salud mental como la depresión.
Por esa razón, me hierve la sangre cuando leo desfachateces como que, para los abogados que estén en el régimen alternativo a la Seguridad Social, esto es, en la Mutualidad de la Abogacía, las enfermedades psicológicas y psiquiátricas están cubiertas hasta un máximo de 60 días y sólo por una vez en toda la vigencia de la póliza. ¿En tres meses se va a curar un trastorno depresivo? ¿En tres meses se va a curar la ansiedad? ¿Qué sucede con las patologías crónicas? Si echamos un vistazo a la cobertura que ofrece la mutualidad de la abogacía (por ser la mayoritaria), me causa gran estupor.
Si observamos el reglamento de aportaciones, en la cláusula 26.5 dispone que “adicionalmente a las exclusiones contenidas en el anterior Artículo 25.6, quedan fuera del objeto de cobertura de estas garantías, y por tanto no dan derecho a indemnización alguna: […] Las psicosis, neurosis, psicopatías, trastornos de la personalidad, depresiones o stress y todas aquellas manifestaciones orgánicas de una enfermedad de la mente conocidas como enfermedades psicosomáticas así como el proceso derivado del diagnóstico y tratamiento de la fibromialgia. En el caso de la fibromialgia y de patologías psicológicas o psiquiátricas se aplicará la excepción establecida para la garantía contenida en el artículo 26.3 e) de este Reglamento.”
Que la propia aseguradora limite la cobertura a un máximo de 60 días y por una sola vez en toda la vigencia de la póliza, me causa, cuanto menos, sonrojo.
Psicólogos en los Colegios
En mi colegio profesional, que es el Ilustre Colegio de Abogados de Sevilla, se creó una Comisión de Salud Mental y Física. En su presentación, se dice que es pionera en España. Un gran paso, sin duda, y es de agradecer, las cosas como son. Pero me inquieta saber cuánto nos está ayudando realmente a nosotros los abogados, que hemos padecido, padecemos o padeceremos, en algún momento de nuestra maravillosa y a la misma vez dura andadura profesional, algún trastorno de salud mental.
Sé que se han realizado cursos de oratoria, sobre cómo ordenar la mente para hablar en público, sobre motivación… e incluso sobre técnicas de relajación. Aplaudo que se realice este tipo de formación. Pero echo en falta algo que considero esencial: Tener a un psicólogo o psicóloga con el que podamos contar. Alguien con quién podamos resolver nuestras inquietudes mentales antes de que escalen en trastornos mentales, puesto que las situaciones críticas que afrontamos en nuestra profesión, son más frecuentes de lo que nos gustaría. ¿Por qué no dedicar una parte del presupuesto del Colegio para nuestro bienestar mental y contar con, al menos, un psicólogo o psicóloga que pueda escucharnos?
En mi caso, al estar colegiado en Sevilla, dispongo de la posibilidad de contratar dos seguros médicos a través del Colegio de Abogados de Sevilla, gestionados por Adeslas: Adeslas classic y Adeslas premium.
Yo tengo contratada la más barata. Es la póliza classic, la que cuesta 25,15 euros mensuales, y hay algo que me choca muchísimo y es que, al leer las condiciones generales de esta póliza, incluye la psiquiatría pero, incomprensiblemente, se excluyen las terapias tanto de grupos como individuales. ¿Psiquiatría sí, pero psicología no? Sinceramente, me quedo perplejo.
Debo contratar la opción premium, la que cuesta nada más y nada menos que 59,55 euros al mes para poder optar a la asistencia psicológica. Pero ¡ojo! Leyendo las condiciones generales de la póliza premium, expresamente se indica que se limita su cobertura a una sesión semanal con un límite de 20 sesiones al año.
“El amor te libera de las cadenas de la mente, mientras que el odio te encarcela. Esa es la ley eterna”, como dice el escritor Iago Valera Romero
Si miramos por el bien común de todos, deberíamos contar con cobertura psicológica sin necesidad de tener que contratar una opción premium de una póliza de seguro médico privado (59,55 euros al mes) o tener que acudir a la sanidad pública, cuando esta cojea.
¿Por qué digo esto? Porque he sufrido en mis carnes la pérdida de un gran compañero, he sufrido en mis carnes lo que es tener ansiedad, estrés, baja autoestima. Y, sobre todo, porque he experimentado cómo un profesional de la psicología ha podido resolver mis emociones, mi falta de autoestima, mis problemas de salud mental. A mi psicóloga Pilar le estaré eternamente agradecido por cuanto ha logrado encauzar mi camino en este periplo de altibajos como es la abogacía y, en definitiva, mi vida familiar y personal.
Todos, haciendo pequeños cambios, podemos contribuir a alcanzar el bienestar mental mucho más rápido de lo que uno podría imaginar. Nunca es tarde. Hacia ello debemos enfocarnos pues, de lo contrario, los problemas de salud mental se irán agravando (agotamiento, depresión, ansiedad, autolesiones, pensamientos suicidas…) llegando, como ya expuse, a situaciones extremas y a fatales consecuencias.
No quiero terminar sin antes dar las gracias también a una persona muy especial que se ha cruzado en mi camino. De esas personas bondadosas, llenas de amor, de ternura, de sensibilidad… De las que te tienden la mano y te ayudan a gestionar tus emociones. Él también creyó en mí y cree en mí. Él se llama Iago Valera Romero, es muy joven, tendrá veintipocos años. Ha escrito algunos libros como La rebelión de un buda y El camino natural. ¿Sabéis por qué le menciono? Porque también me ha ayudado a conocerme a mí mismo, a creer más en mí, a reconocer la grandeza de lo que realmente soy y de todo lo que puedo aportar a esta profesión y a la sociedad. A no vivir la vida que otros esperan de mí, a reconocer la importancia de la salud mental y que aprender a vivir con amor me libera de las cadenas de la mente.
Una frase favorita de Iago y que me encanta es: “El amor te libera de las cadenas de la mente, mientras que el odio te encarcela. Esa es la ley eterna.”
Cuánta razón tienes, amigo Iago, cuando dices que vivimos en una sociedad educada bajo un sistema de castigos y recompensas que empuja a ser mejor, pero no para superarnos, sino para competir que no nos enseña a contribuir sino a estar por encima de las demás personas.
Cuánta razón tienes también, amigo Iago, cuando me dices que ojalá este artículo sirva para concienciarnos de la necesidad de mantener un bienestar mental y de que nuestros colegios profesionales y mutualidades se deben concienciar de ello porque somos una pieza clave en el Estado de Derecho, en la Justicia. Que somos los ángeles de la guarda de los justiciables y que nos merecemos, cuanto menos, disfrutar de estabilidad emocional y bienestar mental.