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La firma

Hacia el colapso de las mutualidades de funcionarios públicos

"Impactará en la calidad de vida de los funcionarios"

(Foto: Europa Press)

Diego Fierro Rodríguez

Letrado de la Administración de Justicia




Tiempo de lectura: 4 min

Publicado




La firma

Hacia el colapso de las mutualidades de funcionarios públicos

"Impactará en la calidad de vida de los funcionarios"

(Foto: Europa Press)



La reciente negativa de importantes aseguradoras como Mapfre, Sanitas y DKV a participar en los conciertos de asistencia sanitaria con las mutualidades de funcionarios públicos (Muface, Mugeju e Isfas) marca un punto de inflexión crítico en el devenir de los sistemas de previsión social para empleados públicos en España.

Este evento no solo refleja un desacuerdo puntual en torno a las condiciones contractuales, sino que es un síntoma claro de la crisis estructural que subyace en el modelo de provisión de servicios sanitarios para el funcionariado. La incapacidad del Gobierno para adaptar las condiciones económicas a las realidades inflacionarias actuales y la respuesta insuficiente de los sindicatos han contribuido a la inestabilidad de un sistema que se tambalea entre la obsolescencia y la incertidumbre.



La retirada de Mapfre y Sanitas de la licitación para Mugeju, sumada al anuncio previo de DKV de no participar, representa un golpe significativo al sistema. Esta situación no se limita a una mera renuncia; es la consecuencia de años de desajustes acumulados. Las aseguradoras han argumentado que “no se dan las condiciones suficientes para garantizar la calidad del servicio”, señalando que, a pesar del aumento del 17,1% en las primas, estos incrementos no logran compensar los costes crecientes asociados a la prestación de servicios médicos en un contexto inflacionario.



La crisis inflacionista global ha impactado de forma severa en todos los sectores, y la sanidad no es una excepción. Esto ha creado una situación paradójica en la que, aunque las primas han subido, los costes asociados al personal médico, los insumos y la tecnología sanitaria han escalado aún más rápidamente.



El caso de Muface, que se encuentra en una situación crítica tras haber sido declarado desierto el concierto por la retirada de Adeslas, Asisa y DKV, ilustra la gravedad del problema. Durante años, estas aseguradoras han sido las columnas que sostienen el sistema de asistencia sanitaria a funcionarios.

Sin embargo, la negativa a continuar en el concierto bajo las condiciones actuales es un indicio de que las bases financieras y operativas sobre las que se asienta Muface son insuficientes. Esta situación ha dejado a miles de empleados públicos en una situación de incertidumbre respecto a su cobertura médica, lo que podría desencadenar una crisis de confianza en el propio sistema de previsión social.

La respuesta del Gobierno ha sido, hasta ahora, pasiva y reactiva. La decisión de estudiar la prórroga de los contratos actuales con las aseguradoras no aborda la raíz del problema, que es la falta de un modelo sostenible y adaptado a las condiciones económicas contemporáneas.

(Imagen: CSIF)

Esta postura refleja una falta de visión a largo plazo y un desinterés aparente en realizar reformas estructurales que permitan la continuidad de los servicios de manera eficaz y justa. Sin una revisión profunda del sistema, cualquier prórroga solo aplazará la inevitable crisis que se avecina. El presupuesto base para el concierto de Isfas, de 1.201 millones de euros para dos años, y los 175 millones para Mugeju parecen cifras considerables a simple vista, pero resultan insuficientes cuando se consideran los desorbitados incrementos de los costos en el sector salud.

Los sindicatos, por su parte, han mostrado una preocupante pasividad. Lejos de exigir cambios estructurales o de presionar al Gobierno para negociar mejores condiciones para el mantenimiento y la mejora de los servicios, han optado por un silencio que resulta ensordecedor.

En un contexto en el que el acceso a una sanidad de calidad para los empleados públicos está en juego, esta actitud de resignación refuerza la percepción de una desconexión entre los sindicatos y las verdaderas preocupaciones del funcionariado al que representan. Sin una voz activa y reivindicativa, la capacidad de negociación frente al Gobierno se ve mermada, dejando a los funcionarios desprotegidos en un momento crítico.

Isfas, la mutualidad encargada de la asistencia sanitaria de los militares, ha conseguido mantener la participación de Adeslas y Asisa, pero esto no debe verse como un éxito. Es, en realidad, un reflejo de la misma fragilidad que atraviesa Muface y Mugeju. La concurrencia de estas aseguradoras en el concierto actual es una medida temporal que podría no sostenerse en el futuro próximo si las condiciones económicas no mejoran, teniendo pan para hoy y hambre para mañana.

La diferencia de presupuesto entre los conciertos actuales y los anteriores, con una reducción considerable (1.376 millones para dos años en comparación con los 1.856 millones de los tres años anteriores), subraya la tendencia a la baja en la inversión destinada a la sanidad de los funcionarios, lo cual es un presagio de futuros problemas.

En resumidas cuentas, el colapso de los sistemas de previsión social para empleados públicos ya no es una posibilidad lejana, sino una amenaza tangible. La combinación de una gestión gubernamental poco proactiva, la retirada de aseguradoras clave y la falta de acción de los sindicatos configura un escenario en el que el deterioro de los servicios se convierte en una consecuencia lógica e inevitable.

Sin reformas profundas y una inversión adecuada que atienda las necesidades actuales y futuras, el modelo de previsión social se enfrenta a un deterioro progresivo que impactará, en última instancia, en la calidad de vida de los funcionarios y en la percepción pública sobre la viabilidad de estos sistemas de cobertura.