Hacia una abogacía emocionalmente inteligente
Hacia una abogacía emocionalmente inteligente
En breve
Los abogados trabajamos constantemente en escenarios en los que las emociones juegan un papel extraordinario: la relación con el cliente, impregnada de la pasión resultante de un problema que le afecta seriamente; las relaciones con los compañeros de profesión, quienes introducen constantemente el factor emocional en sus formas de comunicación o comportamiento; las conductas y reacciones de los jueces; la relación con nuestros compañeros de despacho, etc. constituyen interacciones en las que las emociones están siempre presentes. Saber gestionar estas emociones constituye un valor añadido para el abogado.
1.- Introducción
A pesar de la secular preponderancia en nuestra profesión de las habilidades intelectuales, relacionadas con el conocimiento técnico-jurídico y, por tanto, con la capacidad de estudio y análisis sobre las habilidades emocionales, hoy en día, en un contexto en el que crece el interés por las denominadas soft skills[1], es razonable afirmar, siguiendo a Peter Salovey, que todo abogado que pueda comprender qué emociones están presentes y por qué, dispone de una gran ventaja, habilidad esta que puede interiorizarse y mejorarse de forma exponencial a través del conocimiento y puesta en práctica de la denominada Inteligencia Emocional, una propuesta científica elaborada por Peter Salovey y John Mayer (1990) y divulgada posteriormente por Daniel Goleman a través del superventas “Inteligencia Emocional” (1995).
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