La importancia del respeto entre abogados: una reflexión necesaria
"Es imprescindible el respeto y la colaboración entre abogados"
(Imagen: E&J)
La importancia del respeto entre abogados: una reflexión necesaria
"Es imprescindible el respeto y la colaboración entre abogados"
(Imagen: E&J)
Shakespeare, con su incomparable genio, creó en El Rey Enrique VI una escena que, aunque sencilla, encierra toda la complejidad de nuestra profesión. En dicho acto, los abogados, descritos como gladiadores de las ideas, enfrentados con ardor en la arena de los tribunales y defendiendo su causa con vehemencia —la palabra como única espada—, al caer la tarde, esas mismas mentes brillantes, esas mismas manos firmes, se reúnen dejando a un lado sus diferencias para levantar juntos una copa, como viejos amigos.
En estas líneas, Shakespeare describe la esencia de nuestro oficio y el espíritu con el que debemos practicarlo en lo que atañe a las relaciones con los compañeros de profesión. Así es, puesto que en el ejercicio de la abogacía, la lealtad y las relaciones basadas en el respeto mutuo son elementos esenciales para el desarrollo ético de nuestra profesión.
No obstante, el contexto de tensión inherente a nuestra labor puede, en ocasiones, erosionar estas relaciones. La naturaleza del conflicto jurídico, que a menudo implica una representación apasionada de los intereses del cliente, genera situaciones donde las fronteras entre la defensa con un alto grado de implicación y el comportamiento hostil o desleal pueden difuminarse.
Este riesgo se observa en la práctica profesional, tanto por las constataciones realizadas en los departamentos deontológicos de los Colegios profesionales, como por la percepción directa de quienes ejercemos la profesión. En más de una ocasión, nos alarman actitudes de algunos colegas que resultan poco respetuosas, descorteses y, en ciertos casos, graves.
Ciertamente, el abogado, en su rol de defensor, asume con la máxima entrega los intereses de su cliente. Sin embargo, existe el peligro de que esta identificación derive en la confusión de las pasiones ajenas con las propias, confusión que no solo puede deteriorar la relación entre colegas, sino que también puede dar lugar a infracciones deontológicas.
Aunque el análisis detallado de las causas y posibles soluciones a esta problemática excede el propósito de esta reflexión, es crucial que quienes practicamos la abogacía seamos conscientes de que no debe ser vista como una profesión de rivalidades enconadas y hostiles. Más bien, debe entenderse como una lucha dialéctica, racional —por mucho que las emociones nos condicionen— y ética, en la que el respeto y la cordialidad entre abogados son herramientas poderosas para garantizar un sistema de justicia más eficiente y humano.
Cuando el trato entre colegas se fundamenta en la cordialidad y la lealtad profesional, los beneficios se extienden más allá de lo personal: se evita el desgaste innecesario de recursos y energías, se fomenta un clima más colaborativo en los tribunales y se contribuye a una mayor confianza en la justicia por parte de la sociedad. Esto es especialmente relevante cuando el cliente, como parte de la misma, es testigo de estas actitudes nocivas.
Por ello, es fundamental establecer una clara diferenciación entre el entusiasmo por defender una causa y la hostilidad hacia el colega que defiende la posición contraria. Este equilibrio es el pilar que sostiene la deontología de la profesión y garantiza que los intereses de los clientes no se conviertan en excusas para actitudes impropias.
Cabe aclarar que esta posición no busca debilitar la intensidad de nuestra representación, sino recordar que todos compartimos un objetivo común: la resolución justa de los conflictos, para lo cual es esencial el respeto mutuo entre los profesionales.
En este contexto, es imprescindible reforzar el compromiso con los valores que deben regir la abogacía: el respeto y la colaboración. Ser un buen abogado no implica ser un adversario implacable con otros profesionales, sino un modelo de integridad, incluso en las situaciones más tensas. Por todo ello, la lealtad hacia los compañeros y la capacidad de trabajar en un clima de camaradería son virtudes que enriquecen tanto la profesión como a quienes la ejercen.
En estas fechas navideñas, donde la reflexión, la generosidad y la renovación de lazos cobran un protagonismo especial, es un buen momento para recordar la importancia de la unidad y el respeto entre abogados. Más allá de los pleitos y las controversias, compartimos una misión común y un código deontológico que nos une. Que este sea un tiempo para reafirmar el compromiso con la lealtad y para construir relaciones profesionales más sanas y constructivas.
Porque, al final, la justicia no solo se defiende con argumentos, sino también con actitudes que dignifiquen la profesión.
¡Felices fiestas!