La mediación en su momento más decisivo
“Es evidente la insatisfacción del ciudadano con los métodos heterocompositivos”
(Imagen: E&J)
La mediación en su momento más decisivo
“Es evidente la insatisfacción del ciudadano con los métodos heterocompositivos”
(Imagen: E&J)
Leyendo y releyendo desde el año 2012 sobre la mediación en España, es unánime que el producto es bueno. ¿Quién lo dice? Quien lo conoce y el propio pre-legislador que en el prólogo de las normas ponía énfasis en las bondades del sistema; ya en la norma que se iba a llamar Ley de Impulso, y luego en el proyecto de Ley de eficiencia que duerme el sueño de los justos y que podía ser el verdadero impulso de la mediación.
¿Qué razones daban tanto el legislador español como el europeo para confiar en la mediación? Ni más ni menos decían que hay que devolver el protagonismo al ciudadano. Por su madurez, por su acceso a la tecnología, por su necesidad de solucionar sus conflictos antes y de forma más adecuada y así conseguir acuerdos que se cumplan.
¿Cómo nació el producto de la mediación? No fue de repente, no fue sin razón. Dicen que fue en Canadá allá en los años 90 por la necesidad de convivencia, en Estados Unidos por la crisis económica que dejaba a la gente sin hogar, y a los propietarios sin rentas. En Iberoamérica por la necesidad de desjudicializar. El caso es que tenemos evidencias, objetivas, con estadística clara, de que al ciudadano del mundo, esto le viene bien.
Y viene a Europea y el legislador lo “compra”, porque es evidente la insatisfacción del ciudadano con los métodos heterocompositivos, unos por lentos, otros por caros, otros porque no se cumplen las resoluciones. Y el pre-legislador lo reitera en el proyecto de ley de eficiencia, y los partidos políticos, casi unánimes, en sus enmiendas a la Ley no lo ponen en duda.
Y si el producto es bueno, si el legislador nos lo cuenta así, si donde le dan confianza funciona, entonces ¿por qué no encaja? Pues parece que no que se produce por temas de competencia, no por el producto, sino por lo que le rodea.
Esos diversos elementos que parecen olvidar al destinatario final, el que debe recibir satisfacción a sus intereses. Porque es evidente que el consumidor no puede decir que si o que no hasta que no se le dé a conocer el producto.
Un elemento del marketing para que el consumidor acceda al producto y lo elija es el posicionamiento en la mente del consumidor. ¿De quién es esa responsabilidad? ¿Quién debe dar a conocer la mediación? ¿Cómo para que el ciudadano perciba sus bondades?
Sin duda, el posicionamiento debe ser desde dos perspectivas: una del esfuerzo desde los mediadores o Instituciones de mediación; y otra del esfuerzo desde la Administración, poderes públicos, partidos políticos, para que se lleve a cabo lo que desde hace ya más de 13 años están propugnando y no se cumple, una ley que ordene mediación antes de ir a pleito.
Este es el cometido del proyecto de la Ley de eficiencia que está paralizado, consensuado, y que debe ver la luz ya.
El contexto es lo que hay que visualizar
El contexto es inseparable del individuo y de la sociedad. Y es dinámico, se va construyendo con la actividad de los sujetos. Ignorar el contexto es un error. Tenemos un contexto social y otro cultural, con una delgada línea que los vincula y los separa.
El contexto cultural nos ofrece un discurso constante y coherente. En nuestro caso que el ciudadano está insatisfecho con los sistemas de resolución de conflictos y se le ha de devolver la autonomía. Dejarle resolver sus problemas por sí mismo y con soluciones más flexibles, más rápidas y menos costosas. Un ciudadano maduro y capaz en un contexto cultural que responde a esta sociedad.
El contexto social responde a la idiosincrasia de un pueblo, con un temperamento forjado por un discurso sociopolítico que sin duda es ahora un balance de poderes. El ciudadano está en una telaraña que le aporta una falsa seguridad, y se desprende del contexto que le disgusta lo que vive, que le están anulando sus decisiones. No conoce el beneficio de la mediación, porque no le llega el producto y es que hay una barrera forjada por un interés que no es el suyo.
La guerra es un escenario que no puede obviarse y nos otorga valor por la pacificación que conlleva la mediación; la presidencia de la Unión Europea nos reclama y vertebra la mediación como una realidad pedida y reiterada por el legislador europeo; la crisis económica, sitúa a la mediación como un modelo que ofrece perspectiva a los ciudadanos; la crisis política, dilata, sucumbe a partidismos, cambia los patrones, infunde falta de certeza.
Es necesaria una respuesta de los poderes públicos, como decía el magistrado Pascual Ortuño, en una reciente entrevista en Economist & Jurist sentándose los partidos políticos a dar de una vez respuesta a lo que ellos mismos ofertan y no cumplen. Es decir, sacar de su letargo al proyecto de Ley de eficiencia, que no es una panacea, pero al menos es una legitimación.
Y siempre atendiendo a que no ha de ser un servicio público a costa de presupuestos es que de la tutela al ciudadano. La mediación privada ha de ser también apoyada.