Renovación del CGPJ: Hay que seguir peleando por la independencia judicial
"La separación de poderes se nos va de las manos"
Sede del CGPJ. (Imagen: CGPJ)
Renovación del CGPJ: Hay que seguir peleando por la independencia judicial
"La separación de poderes se nos va de las manos"
Sede del CGPJ. (Imagen: CGPJ)
Ha llegado el día, por fin: se ha alcanzado la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Durante el camino, innecesariamente largo y lleno de sorpresas negativas, la degradación institucional no ha hecho sino incrementarse día tras día. Ejemplos de ello se han visto muchos y variados, baste ahora citar unos pocos: La insólita separación entre el presidente del Tribunal Supremo y del CGPJ, el progresivo vaciamiento de las salas del Tribunal Supremo, la consecuente dilación en el reconocimiento de derechos fundamentales a la ciudadanía o la frustración de legítimas expectativas de promoción profesional de la carrera judicial.
Sin embargo, lo que parecía inalcanzable, mágicamente se tornó posible. Tras más de cinco años de mandato caducado del CGPJ, las viejas y caducas costumbres volvieron a imponerse. Una vez más, fue posible el acuerdo entre partidos políticos.
Sí, no me he equivocado, partidos políticos. La Constitución establece que la elección de los vocales del CGPJ recae en las Cortes Generales. Sin embargo, sus miembros, secuestrados por las cúpulas de los partidos políticos, no han sido capaces de cumplir con el mandato constitucional.
No es la primera ocasión, lo hemos visto más de una vez: el intercambio de cromos, sin motivación real, continúa siendo la moneda de cambio para resultar ganador en el siniestro juego. Se oyen voces que dicen que la voluntad ciudadana ha sido respetada, pero lo cierto es que los parlamentarios, lejos de atender a la soberanía popular que paga sus sueldos, se pliegan a los designios partidistas.
Tampoco cabe obviar la responsabilidad de parte de la carrera judicial. Existen miembros de la judicatura que han colaborado en estos esos designios partidistas. Desgraciadamente, hay quien, sin remordimiento alguno, ha impulsado esta renovación pactada por los dos principales partidos orillando a las Cortes Generales y a la legalidad, y contribuye de manera activa al deterioro y al juego de cromos en que ha consistido realmente, desde hace casi 40 años, la elección de los miembros del CGPJ.
Es grave: la composición del CGPJ y su disciplina partidista afecta a la independencia judicial y a los derechos de la ciudadanía. En el caso de los miembros de la carrera judicial que juegan con estas cartas marcadas a conseguir un cargo directa o indirectamente del CGPJ, parecen haber olvidado el altísimo precio que se paga por el hecho de que los partidos políticos manejen desde la sombra cómo funciona la Justicia: las deleznables condiciones en las que los juzgados tratan de resolver la creciente sobrecarga de procedimientos. Y el juego tiene una clara perdedora, la tutela judicial efectiva es una ilusión que no se corresponde con la realidad que viven a diario los sufridos justiciables.
Todo lo anterior es simple y llanamente deprimente. La separación de poderes se nos va de las manos. Y, sin embargo, existe un rayo de esperanza: en Europa se sigue poniendo de manifiesto la necesidad de que los jueces elijan los vocales de origen judicial que formen parte del CGPJ. Así lo dice el Grupo de Estados contra la Corrupción (Greco) del Consejo de Europa, entre otras instituciones.
Y así lo seguiremos pidiendo los miembros de la judicatura que no estamos dispuestos a ser callados actores en la función. Así lo seguirá haciendo la asociación judicial Francisco de vitoria, como viene ocurriendo desde hace 40 años.
En resumen, toca seguir peleando por la independencia judicial, por los derechos de la ciudadanía, por la separación de poderes y, en fin, por la democracia. Esto lo hace la mayor parte de la judicatura, cuando todos los días se dedica a realizar su trabajo como servicio público, en vez de participar en el siniestro juego de tronos.
No olvidaremos estos cinco años perdidos.
No ha sido en vano.