Estados Unidos envía un ultimátum a España por la explosión de un navío en La Habana
El conflicto desembocaría en la guerra hispano-estadounidense en Cuba
Guerra hispano-estadounidense (Foto: National Geographic)
Estados Unidos envía un ultimátum a España por la explosión de un navío en La Habana
El conflicto desembocaría en la guerra hispano-estadounidense en Cuba
Guerra hispano-estadounidense (Foto: National Geographic)
El 19 de abril de 1898 Estados Unidos envió a España el famoso ultimátum ofreciéndoles la posibilidad de marcharse de Cuba o, si no se acepta, la declaración de guerra.
España llevaba siglos ayudando a la población cubana, especialmente en los ámbitos culturales y educativos, aunque también sacaba algún beneficio, pero no cedió a las peticiones de compra por parte de Estados Unidos. Al contrario, mantuvo en vigor la Ley de 1882 sobre las Relaciones Comerciales con las Antillas y, desde 1891, la llamada Ley de Aranceles Casanovas que, con el fin de proteger la producción textil catalana, agravaban hasta un 45 % la importación de tejidos foráneos y aumentó considerablemente los aranceles para la exportación de azúcar.
En Estados Unidos el presidente republicano, William Me Kinley (Ohio1843- Bufalo 1901) tras su interés en apoyar la industria local y aumentar la expansión territorial, estaba molesto con la política económica de España, durante la Regencia de María Cristina de Habsburgo siendo ministro de Ultramar el catedrático de Hacienda, Moret, sin previo aviso el acorazado Maine se plantó en la bahía de La Habana y en represalia España entró con el crucero Vizcaya en el puerto de Nueva York.
Sin embargo las relaciones entre el Capitán General español, R. Blanco, y el capitán del Maine, Sigsbee, fueron tan cordiales que el español dio una fiesta en su honor la noche del 15 de febrero de 1989 a la que asistió la alta oficialidad del acorazado y, mientras se bailaba, una misteriosa explosión en el buque americano llevó a la muerte a casi tres centenares de marines, que eran los que no estaban en la fiesta, lo que sirvió para que a través de algunos concretos medios de difusión, como la prensa amarilla de Hearst y de Pulitzer, se hiciera del drama real, una noticia diaria contra una imaginaria responsabilidad española que fue caldeando el ambiente durante más de sesenta días, los suficientes para que el pueblo estadounidense aplaudiera la declaración de guerra contra España.
En algunas Facultades de Periodismo se ha puesto como ejemplo de cómo mover las masas con noticias partidistas, lo que con la ocasión indicada hicieron los tabloides. Dos meses después la guerra empezó con acorazados americanos contra unos frágiles barcos españoles. Fue el inicio del fin de nuestra afamada potencia en ultramar.