Nace Pedro García Dorado Montero, catedrático de Derecho Penal de la Universidad de Salamanca
Innovó con el indeterminismo de la sanción penal
Pedro García Dorado Montero (Foto: Salamanca 24h)
Nace Pedro García Dorado Montero, catedrático de Derecho Penal de la Universidad de Salamanca
Innovó con el indeterminismo de la sanción penal
Pedro García Dorado Montero (Foto: Salamanca 24h)
El 19 de mayo de 1861 nació en Navacarros, en plena sierra salmantina de Béjar, el catedrático de Derecho Penal de la Universidad de Salamanca, Pedro García Dorado Montero. Además, fue filósofo y un innovador de un nuevo Derecho Penal sin pena y del indeterminismo de la sanción penal.
El profesor Luís Jiménez de Asúa define a Dorado Montero como: «la más ilustre figura penalista de nuestros contemporáneos». El profesor salmantino, además de ser un hombre modesto, era cojo y manco a causa de un accidente en su niñez, pero no le impidió recorrer las aulas universitarias de Salamanca, ni las de Madrid y tampoco las del Colegio de San Clemente de Bolonia.
También Jiménez de Asúa lo ensalza a «maestro», pero la realidad es que no hizo escuela, solo tuvo alumnos como el catedrático Eugenio Cuello Calón que, como todos los demás, no siguieron su doctrina.
En su regreso de Bolonia gana por oposición la cátedra de Derecho Político y Administrativo de la Universidad de Granada que permuta con el catedrático andaluz, Jerónimo Vida, por la cátedra de Derecho Penal de Salamanca. Pero su estancia en Italia causó en Dorado Montero una profunda huella ya que pasó de un acendrado catolicismo practicante a perder su fe religiosa, fue su segundo drama, después del accidente, en la vida del penalista. Hubo otros dramas que serán objeto de nuevos trabajos.
Su idea dual: protección del delincuente y protección de la sociedad, le lleva a su concepción de que no debe haber sentencias definitivas sino providencias provisionales que deben de revisarse tan pronto sea necesario, lo que le lleva a la concepción de una ley penal sin indeterminación de la pena pues tan pronto el condenado se estime corregido, el castigo impuesto debe de cesar.
Es una atrevida pero lógica combinación del krausismo que le enseñaron Mariano Arés y Francisco Giner, y del positivismo que le inculcó Pedro Siciliani. Es así, como Dorado Montero consigue, con este coctel del correccionalismo y del positivismo, el germen de la doctrina del Derecho Penal español.