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Entrevistas

«Eran los mismos jueces con distintos collares», la nueva novela de Raúl C. Cancio Fernández

El letrado del Tribunal Supremo presentará el próximo 22 de noviembre su última obra en la que refleja la extraordinaria complejidad de España

Raúl C. Cancio Fernández en la presentación de su libro 'España y la Guerra Civil Americana o la globalización del contrarrevolucionismo' (Foto: Flickr)

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«Eran los mismos jueces con distintos collares», la nueva novela de Raúl C. Cancio Fernández

El letrado del Tribunal Supremo presentará el próximo 22 de noviembre su última obra en la que refleja la extraordinaria complejidad de España

Raúl C. Cancio Fernández en la presentación de su libro 'España y la Guerra Civil Americana o la globalización del contrarrevolucionismo' (Foto: Flickr)



Toda institución tiene sus símbolos y la Justicia no es menos. Todos los años en la Solemne Apertura de Tribunales, el Rey, como máxima autoridad en materia Judicial, debería lucir un collar símbolo del orden judicial del país: el Gran Collar de la Justicia. Sin embargo, se adorna con otro distinto.

¿Qué ocurriría si se descubre que ese otro collar, además, es falso? Esa circunstancia es el origen del que parte la nueva novela del letrado del Tribunal Supremo, Raúl C. Cancio Fernández, Eran los mismos jueces con distintos collares, una obra que refleja la extraordinaria complejidad de España contada en sus gobernantes, sus ciudadanos y sus símbolos. Este libro es un viaje temporal de la mano de la familia Palacio Martínez a lo largo de tres siglos, desde la coronación de Isabel II en 1843 a nuestros días con el fin de entender cómo se ha llegado la situación de la que parte esta historia: el descubrimiento de que uno de los collares de la Justicia es falso.



El letrado es habitual colaborador de esta revista, escribiendo para ella artículos tan destacados como han sido Resignificación casacional del término «jurisprudencia», Chafarinas centrifugadas, o el más reciente, El misterio de la materia oscura… perdón, tributaria.

Eran los mismos jueces con distintos collares será presentada el próximo 22 de noviembre, a las 20:00 horas. El acto será presidido por el Excmo. Sr. don Luis M. Cazorla Prieto, Presidente de la Fundación Pro Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España y Académico de Número de la citada institución. Durante la presentación intervendrán los Excmos. Sres. don Francisco José Navarro Sanchís, Magistrado del Tribunal Supremo y don Juan Manuel San Cristóbal Villanueva, Director del Gabinete Técnico del Tribunal Supremo.

Portada del libro «Eran los mismos jueces con distintos collares» (Foto: Editorial Sindéresis)



Economist & Jurist (E&J). – ¿Cómo surgió la idea de esta novela?

Raúl C. Cancio Fernández (R.C.C.F). – Podría decirse que la novela es un repositorio de algunas de mis inquietudes, de una parte, y de mi trayectoria profesional, por otra.  Y es que, en ella converge mucho de mi diletancia literaria, de la enorme curiosidad que la historia me genera o de la fascinación por el lenguaje semiótico. Y, naturalmente, en el libro hay una permanente y constante presencia de lo que ha sido mi vida profesional en los casi últimos treinta años: la administración de Justicia como oficio y la sede del Tribunal Supremo de las Salesas como contexto físico.

Si a todo ello se añade la advertencia, después de muchos años de asistencia presencial, de que la llevanza de los collares rituarios en la apertura de Tribunales no se compadecía con lo que cada alhaja representa, los mimbres estaban sobre la mesa para construir una historia que, con la excusa de la existencia de un falso collar, me permitiera recorrer la historia de los tres últimos siglos de España a través de sus símbolos e instituciones.

(E&J). – Si tuvieras que definir tu nueva obra con cuatro adjetivos, ¿Cuáles serían? ¿Por qué esos?

(R.C.C.F).Dinámica, indiscriminada, reivindicativa y rebelde.

Dinámica, pues comienza con la coronación de Isabell II en 1843, recorre el complicado reinado de la disoluta Borbón, la sangrienta Noche de San Daniel, la gloriosa Revolución de 1869, la colusoria Restauración, el pavoroso incendio del Tribunal Supremo de 1915, el infame Directorio Militar de Primo de Rivera o la devastadora Guerra Civil, su inicua represión y el inevitable exilio, llegando a nuestros días.

Es también indiscriminada, no en vano puede resultar útil en ámbitos de consulta especializada, ya sea en sectores vinculados con la vexicología y la heráldica, como en entornos académicos relacionados con el Derecho y, singularmente, la Historia del Derecho. No obstante, junto a estos objetivos especializados, se trata de un ensayo de lectura ágil, que también puede satisfacer tanto a meros aficionados a la narrativa histórica de índole política y judicial, como a devotos del relato de misterio, pues realmente no deja ser inquietante el devenir de estas distinciones judiciales.

Reivindicativa, pues a lo largo del texto, se invoca permanentemente a lo institucional como el último asidero al que agarrarse en los episodios históricos en los que todo parecía perdido.

Y, finalmente, razonablemente rebelde, al poner negro sobre blanco que el Rey va desnudo o, dicho de otra forma, que no lleva el collar debido.

Collage de los retratos de tres Reyes de España portando el Gran Collar de la Justicia. De izquierda a derecha: Alfonso XIII, Juan Carlos I y Felipe VI.

(E&J). – Desde la revista estamos seguros de que la nueva novela conseguirá atraer a muchos lectores interesados en sumergirse entre sus páginas. ¿Nos puedes dar un breve adelanto de lo que se van a encontrar los lectores en ella?

(R.C.C.F). – El escritor al final escribe lo que a él mismo le gustaría leer. Como he comentado antes, soy un lector voraz de historia y, consecuentemente, el que se acerque a este libro va a sumergirse en una notable cantidad de datos, periodos, acontecimientos y personajes de la historia de España de los últimos tres siglos, aunque no yuxtapuestos de manera enciclopédica y plana, sino injertados en la vida cotidiana de una familia que funge de eje narrativo, lo que permite asomarse a todos esos episodios desde una perspectiva más subjetiva y ágil.

Por otra parte, junto a esa familia matriz, el otro elemento medular que galvaniza el devenir histórico lo constituyen los collares de la Justicia, como objetos y como símbolos, que permiten además conectar la narración con la Justicia en España como insoslayable testigo de su historia. Y ahí es donde también adquiere protagonismo el Tribunal Supremo, tanto desde un punto de vista institucional, como puramente inmobiliario.

Por último, la licencia literaria del fraude en la joya litúrgica me permite introducir ciertas dosis de true crime en la narración, ahora que ese subgénero del noir vende tanto.

(E&J).- En la sinopsis del libro dices que se trata de una novela que refleja la complejidad de nuestro país contada a través de sus gobernantes, ciudadanos y sus símbolos, ¿Te refieres a la complejidad política y gubernamental que se ha instalado en España desde hace siglos?

(R.C.C.F). – Permítame que le responda parcialmente con una anécdota. Hace unos años, se celebró en la sede del Tribunal Supremo un congreso de jueces tributarios de todo el mundo. Paseando por el Salón de Pasos Perdidos de la segunda planta junto al presidente de la Corte Suprema Tributaria de Canadá, The Honourable Eugene P. Rossiter, me dijo, entre admirado y atónito: “Dear Raul, this building is older than my country” (“Querido Raúl, este edificio es más antiguo que mi país”).

Con esto quiero decir algo que también he pretendido transmitir en la novela, y es que Estados tan antiguos como el nuestro, con unas vicisitudes históricas a sus espaldas tan inabarcables y complejas, que ha transitado por monarquías absolutas, despóticamente ilustradas, liberales, restauradas, sedicente y plenamente constitucionales  y parlamentarias; por republicas cantonales y populares, por directorios, regencias y dictaduras, la única razón que se me ocurre por la que una nación tan lacerada no se haya descosido aún, es la existencia de un encofrado institucional que desde hace siglos cimenta nuestra convivencia.

Unas instituciones que desfilan por la novela y que, como dijera W.H. Taft, decimo presidente del Tribunal Supremo y vigesimoséptimo de los Estados Unidos: Presidents come and go but the Supreme Court goes on forever”, (“Los presidentes van y vienen, pero la Corte Suprema continúa para siempre”). Es decir, las instituciones encauzan el desarrollo de una sociedad a través de la idea de permanencia y estabilidad. Y de ahí también mi aprehensión ante la irresponsabilidad que en muchos comportamientos detecto en la clase política actual, carente de ese sentido de lo institucional, que no reparan en que de las crisis políticas y económicas se sale, mal que bien, pero revertir las quiebras institucionales es un trabajo de generaciones.

Raúl C. Cancio Fernández en la presentación de su libro ‘España y la Guerra Civil Americana o la globalización del contrarrevolucionismo’ (Foto: Flickr)

(E&J). – Es cierto que nuestra sociedad ha avanzado mucho democráticamente en los últimos años, pero ¿Qué papel juega la Justicia española en el objetivo de consumar una democracia plena en España?

(R.C.C.F). – La pregunta, hace unos años se respondería sola. Lo cierto es que hogaño, aunque parezca increíble, debe argumentarse sobre lo obvio. El Derecho, en su cualidad de orden normativo, regula comportamientos que se consideran socialmente deseables bajo la intimación de determinas consecuencias, que son, además, legítimamente aplicables aun contra la voluntad del infractor y, si fuese preciso, con el uso de la fuerza socialmente organizada. De ello no debe inferirse que el Derecho impone coercitivamente los comportamientos que demanda como debidos, más al contrario, son las sanciones, o si se quiere, las consecuencias desfavorables que sus propias normas prevén como respuesta a la inobservancia del comportamiento por quien debía hacerlo. De esa forma, el Derecho coadyuva al mantenimiento de la convivencia al expurgar toda otra vis que no sea la propia. Si el Derecho renunciase al monopolio del uso de la fuerza por medio de los órganos jurisdiccionales y coactivos independientes, ese vacío sería entonces ocupado, en el ámbito de las relaciones sociales, por el más fuerte.

Pues bien, este bastidor convivencial que presumíamos básico y, diría que germinal, está manifestando claros signos de incompatibilidad con una sociedad que, cada vez con mayor arraigo, se ha instalado en un mundo propio de la ensoñación infantil, eludiendo las ineluctables consecuencias que las conductas-antijurídicas- acarrean. Esta pubescencia intelectual y social cree firmemente que el monstruo desaparecerá con solo cerrar los ojos. Por eso, cuando los vuelven a abrir y advierten el malcarado rostro de la respuesta del Estado de Derecho, reaccionan confundiendo el rito procesal con la arbitrariedad totalitaria; el ejercicio independiente de la función jurisdiccional con veleidades partidistas y la democracia con el mero ejercicio del derecho al sufragio individual.

(E&J). – Si se comparase el modelo del sistema judicial norteamericano con el español ¿Qué diferencias positivas tiene nuestro sistema respecto al modelo democrático estadounidense? Y, por el contrario, ¿En qué materia legislativa debería España tomar como referente el ordenamiento jurídico americano?

(R.C.C.F). – Aunque quizá más epidérmicamente atractivo, el asunto de las diferencias en los regímenes de selección de los jueces entre los sistemas de common-law y continental no es lo más relevante a la hora de calibrar las divergencias entre un sistema y otro. El verdadero germen de sus contrastes radica en el origen de sus propios sistemas constitucionales. Así, el sistema continental es hijo de la Revolución Francesa que imagina una administración de Justicia en ocasiones mecanicista, como metáfora de la cultura manierista y reflejo de la idea que la Ilustración tiene del Hombre, al que ve como una máquina, ya no regido por Dios sino por los propios mecanismos de sus vísceras, huesos y músculos. En este sentido, la aspiración de los revolucionarios ilustrados era configurar una administración a imagen y semejanza de una máquina que aplicara automáticamente la ley aprobada por el parlamento.

Por el contrario, la Revolución Americana concibió una Justicia entendida como un verdadero Poder, a diferencia de la índole vicaria del continental, de manera que el juez no era un mero aplicador de la norma, sino un verdadero creador de leyes. A partir de esa divergencia medular, todo lo demás no es ni mejor ni peor, sino acentuadamente diferente: desde la selección de jueces (cuya cooptación por sufragio no esa absoluta, ni mucho menos) hasta las diferencias entre la estructura jurisdiccional federal y estatal, pasando por la naturaleza de su Tribunal Supremo, sus sistemas de fuentes, la organización material de sus órdenes, el ejercicio de la abogacía, los disímiles agentes jurídicos actuantes, sus institutos jurídicos, y hasta el  dress code judicial.

(E&J). – En el momento y contexto actual en el que se encuentra la Justicia española, ¿Cómo te posicionas en el bloqueo del Consejo General del Poder Judicial?

(R.C.C.F). – De la única manera en la que puedo hacerlo: en la más absoluta incredulidad ante lo que, como dije antes, es una sensacional irresponsabilidad institucional de los que están llamados a cumplir lo previsto en la Constitución. Tancredismo institucional, falta de previsión legislativa e irresponsabilidad política están socavando algo que trasciende a la prosaica lucha partidista, y que no es otra cosa que el derecho a la tutela judicial efectiva de todos los ciudadanos que están viendo como sus pretensiones sufren dilaciones y suspensiones cuando no la vulneración de su derecho a juez predeterminado por la ley debido a la indefectible e inaceptable sucesión de vacantes judiciales en todos los tribunales de nuestro país, empezando, severamente, por el llamado a unificar la doctrina y crear jurisprudencia.

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