Si no se hace bien, meditar puede tener efectos nocivos
Un estudio realizado en 2017 comprobó que el 25,5% de las personas encuestadas había sufrido algún efecto no deseado relacionado con la meditación
(Foto: E&J)
Si no se hace bien, meditar puede tener efectos nocivos
Un estudio realizado en 2017 comprobó que el 25,5% de las personas encuestadas había sufrido algún efecto no deseado relacionado con la meditación
(Foto: E&J)
Estrellas del cine, deportistas, altos directivos, yoguis… todos se suman a la práctica de la meditación. investigando de forma somera, comprobamos este ejercicio mental dista mucho de ser una moda pasajera. Sus raíces se encuentran en la India. No está claro desde cuándo se practica exactamente, pero los primeros registros datan del año 1500 a.C.
Su introducción en Occidente se produjo mucho antes del “boom” que vive ahora. En el año 20 a.C, el filósofo judío helenístico Filón de Alejandría escribió sobre ejercicios espirituales basados en la concentración mental.
El creciente éxito de la meditación desde finales de los años 90 podemos atribuirlo a la mayor epidemia del mundo moderno: el estrés. Seguro que todo el mundo ha oído hablar de los incontables beneficios de esta práctica para ayudar a la gente a relajarse, concentrarse en el presente y reducir las emociones negativas. El Dalai Lama (líder del budismo tibetano) llegó a decir que “si enseñáramos a meditar a cada niño de 8 años, se acabaría la violencia del mundo en una sola generación”.
Son muchas las personas partidarias de la meditación y han sido ampliamente documentados sus efectos positivos para disminuir la sintomatología psiquiátrica como la ansiedad y la depresión. Sin embargo, no todo el mundo es igual y lo que funciona para unos puede incluso llegar a ser perjudicial para otros.
¿Y si no todo el mundo debiera meditar?
Una investigación codirigida por el profesor de la Universidad de València Ausiàs Cebolla analizó en 2017, por primera vez, los efectos no deseados asociados a la meditación. El trabajo fue publicado en la revista científica ‘Plos One’ y concluyó que un 25,5 por ciento de las personas encuestadas habían sufrido algún efecto no deseado tras la práctica de este ejercicio mental.
Se realizó una encuesta a 350 personas que meditaban con asiduidad. 87 aseguraron haber sufrido algún efecto no deseado, la mayoría de los cuales fueron transitorios y no condujeron a la interrupción de la meditación ni a necesitar asistencia médica.
Entre las reacciones mencionadas estaba la confusión, desorientación y una sensación de dependencia hacia la práctica. También hubo algunos que mencionaron haberse sentido “fuera del propio cuerpo”, un fenómeno psicológico conocido como “despersonalización” que obviamente genera gran inquietud al que lo sufre.
Básicamente, de forma habitual, se parte de la premisa de que todo el mundo puede meditar sin ayuda. Nada más lejos de la realidad. Meditar no es malo, pero puede llegar a serlo si se realiza sin un soporte profesional adecuado y sobre todo si se sufren de base problemas de ansiedad. Para los especialistas adentrarse en esta disciplina requiere unos conocimientos mínimos.
Meditar produce cambios en el cerebro
En su esencia, la meditación es un ejercicio mental con el que, a través de la atención, entrenamos nuestra mente para llevarla a un estado de paz. Se trata de llegar a un estado de profunda relajación tal que “se deje de pensar”.
Obviamente, aprender a no pensar no es una cosa sencilla. Miles de pensamientos cruzan nuestra mente en cuento intentamos “dejarla en blanco”. El estado de conciencia meditativo es algo que muy pocos consiguen y la neurociencia ha comprobado que cambia las estructuras cerebrales de forma positiva.
“Mindfulness practice leads to increases in regional brain gray matter density” (Practicar mindfulness incrementa la densidad de la materia gris) es un estudio a cargo e Britta Hölzel, psicóloga del Hospital General de Massachusetts y de la Facultad de Medicina de Harvard. Demostró que aquellas personas que meditan 30 minutos al día durante ocho semanas adquieren una mayor densidad de materia gris en las partes del cerebro asociadas con la memoria, el sentido del yo, la empatía o la reducción del estrés. Esta materia gris está ubicada principalmente en el hipocampo, un área importante para el aprendizaje y la memoria.
Diversos estudios han comprobado cuáles son las partes del cerebro que más se activan con la meditación: el sistema límbico y el lóbulo frontal. La primera está relacionada con las emociones y la segunda, con la cognición y la memoria.
En conclusión: sí, meditar es bueno. Pero como todo en la vida ha de hacerse de forma correcta para que se pueda disfrutar de sus beneficios.